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La Cueva de Lechuguilla

Seguro que muchos de ustedes han tenido la oportunidad de efectuar alguna vez la típica visita guiada a una cueva famosa. ¿A quién no le gustan esas extraordinarias grutas, con sus mágicas formaciones rocosas, llenas de estalactitas y estalagmitas? En España tenemos preciosos ejemplos: las cuevas de Nerja, las de Sorbas, las del Drach... A lo largo de milenios, el agua ha ido cavando auténticas catedrales subterráneas, al disolver poco a poco la piedra caliza. Y ahora muchas de esas cuevas son atracciones turísticas de primer orden.

Pero casi todas las cuevas del mundo palidecen ante la Cueva de Lechuguilla, situada en el estado americano de Nuevo México. Descubierta casi por casualidad en 1986, hace solo 27 años, desde entonces se han cartografiado ya más de 220 km de galerías y túneles, que alcanzan una profundidad de casi 500 m y que incluyen una inmensa sala de 180 m de largo, 46 de ancho y 46 de altura. Y la tarea de exploración de la cueva dista mucho de estar concluida.

La Cueva de Lechuguilla, que solo puede ser visitada por investigadores y espeleólogos profesionales, alberga las que quizá sean las más hermosas formaciones minerales del mundo. La cueva es hogar incluso de especies de bacterias que prosperan sin necesidad de luz solar, alimentándose de los propios minerales de la cueva y contribuyendo a ir dando forma a la roca.

Les recomiendo que entren en Internet y busquen algunas fotografías de esa cueva, para admirar la belleza de los candelabros de yeso o de los depósitos sulfurosos. O mejor aún: háganse con el documental Planeta Tierra de la BBC y vean el maravilloso capítulo dedicado a la Cueva de Lechuguilla. Las de la BBC fueron las primeras cámaras de televisión en recibir permiso para filmar dentro de una cueva que, al haber estado privada de todo contacto con el exterior, se conserva de manera perfecta.

Lo que hace a la Cueva de Lechuguilla tan extraordinaria, tan diferente a casi todas las restantes cuevas, es su original proceso de formación. Mientras que la mayoría de las cuevas famosas del mundo se han generado por la acción del agua que se infiltraba en el suelo e iba disolviendo la piedra caliza, la Cueva de Lechuguilla se ha ido formando por la acción disolvente del ácido sulfúrico que ascendía desde depósitos de hidrocarburos situados en el subsuelo.

En otras palabras: casi todas las cuevas famosas del mundo se han ido creando de arriba hacia abajo, por la acción del agua, mientras que la Cueva de Lechuguilla se creó de abajo hacia arriba, por la acción de los vapores de azufre. Por eso las formaciones que podemos encontrar en la cueva son tan originales y tienen tan poco que ver con esas estalactitas y estalagmitas que el goteo del agua va moldeando en las restantes grutas famosas.

Comienza ahora un nuevo año en nuestro país, y el 2014 se presenta cargado de esperanzas y riesgos. Esperanzas porque la situación económica parece haber tocado fondo, lo que abre la puerta a poder empezar, en algún momento del futuro, la remontada. Esperanzas también porque la sociedad española reclama cada vez con más fuerza cambios que resuelvan el déficit democrático que aqueja a nuestro sistema político.

Pero también se perciben riesgos en el horizonte. Riesgos como la montaña de deuda pública que amenaza con ahogarnos y dar al traste con la ansiada recuperación. Riesgos como el desafío separatista que se planteará con toda crudeza en Cataluña y País Vasco a lo largo de este año. Riesgos como la miopía y la insolidaridad de una clase política mediocre, que solo mira por sus intereses y que hace que nuestro país esté inerme frente a cualquier tipo de ataque.

Al final, todos los riesgos derivan de lo mismo: de la debilidad de un sistema en el que no existen ni separación de poderes, ni sociedad civil, porque en el fondo seguimos siendo gobernados por una élite que es quien define el sistema, de arriba a abajo, y lo monopoliza.

¿Qué tal si empezamos a reclamar una revisión en profundidad de ese sistema, una redefinición de las reglas de juego decidida por los españoles, de abajo hacia arriba, y jubilamos a todos los ingenieros sociales empeñados en saber mejor que nosotros qué es lo que nos conviene?

El aguado armazón institucional definido en la Transición por nuestros supuestos padres de la patria está muerto, porque al final ha resultado que a esos presuntos padres, la patria les importaba un bledo. Así que ha llegado la hora de que los españoles de a pie empecemos a excavar, empezando desde abajo, la Cueva de Lechuguilla de nuestra democracia, utilizando para ello el corrosivo ácido sulfúrico de nuestro descontento.

Ese descontento, si carece de objetivo y se desborda incontroladamente, es peligroso y destructivo. Pero si nos lo proponemos y sabemos canalizarlo, podemos construir con él un auténtico sistema democrático, de cuyas instituciones nos podamos sentir orgullosos los españoles.

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