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Jordi I El Defraudador

"¿Qué coño es eso de la UDEF?", se preguntaba Jordi Pujol en el programa de televisión Espejo Público en enero de 2013. En aquel programa, Jordi Pujol negó taxativamente ante su entrevistadora, Susanna Griso, tener cuentas en Suiza.

Antes de eso, en noviembre de 2011, Artur Mas y Jordi Pujol se querellaban contra el periódico El Mundo por las informaciones que señalaban que parte de las comisiones que las empresas pagaban al partido Convergencia Democrática de Cataluña, se desviaban a cuentas en paraísos fiscales vinculadas a ambos mandatarios o sus familiares.

Días antes del anuncio de esa demanda, Francesc Homs, actual consejero de presidencia y portavoz de la Generalidad de Cataluña, respondía de esta manera al ser preguntado en Onda Cero si existían esas cuentas suizas de Pujol y Mas: "No, ya le digo yo que no. Por eso vamos a actuar [contra ese medio de comunicación]. Es que esto es muy gordo".

¡Y tan gordo que era!

Ayer, Jordi Pujol conmocionó aún más el ya conmocionado panorama político, al hacer público un comunicado en el que reconoce haber tenido dinero negro en cuentas en el extranjero desde hace 34 años, dinero que habría regularizado en 2012, aprovechando la amnistía fiscal de Montoro. Mentían, por tanto, Jordi Pujol, Artur Mas y Francesc Homs al negar que aquellas cuentas existieran.

Pero la mentira va mucho más allá de la simple ocultación de las cuentas, porque el anuncio realizado ayer por Pujol demuestra que el propio Jordi Pujol era, en sí, una mentira. Junto con todo lo que Jordi Pujol representa.

Lo que ayer hemos sabido es que el gobierno autónomo de Cataluña ha estado dirigido durante 23 años por alguien que es, cuando menos, un defraudador fiscal. Quien se ha dedicado a agitar los peores fantasmas en Cataluña, quien se ha consagrado a fomentar el "España nos roba", quien ha cultivado el victimismo y la confrontación perpetua... resulta que no era sino otro chorizo de guante blanco, uno más de los que se envuelven en la bandera para que no les veamos las vergüenzas.

Pero lo peor no es la sospecha de que la causa nacional solo era la excusa para el beneficio privado. Lo peor es constatar que Cataluña se ha ido empobreciendo en ese tiempo, mientras algunos se hacían inmensamente ricos con el cuento de la causa nacional.

Cuando Jordi Pujol accedió al poder, Cataluña era la región más próspera y culturalmente avanzada de España. Hoy, Cataluña es una región en quiebra y donde el pensamiento nacionalista ha terminado por ahogar cualquier manifestación de dinamismo cultural. Hoy, Cataluña es mucho más gris que hace treinta años, pero la cuenta de los Pujol es mucho más abultada.

La mentira continuada sobre las cuentas es casi lo de menos, cuando uno constata que tres décadas de nacionalismo han convertido Cataluña en el negocio, en el cortijo, en el chollazo, de quienes no dudan en jugar con las vidas de los demás para mantener su indefendible posición.

Al final, tanto rollo de construcción nacional, tanta violación de derechos individuales, tanto control sobre los medios de comunicación... no tenían otro objeto que garantizar a don Jordi el poder necesario para seguir, cuando menos, ocultando su dinero impunemente a los ojos del fisco.

Jordi Pujol ha mentido, sí. Lo reconocía ayer él mismo. Pero más grave que la mentira es el hecho de ha jugado, en su propio beneficio, con Cataluña y con los catalanes.

Si solo hubiera defraudado al fisco, quizá pudieran llegar a perdonarlo. Pero a quien más ha defraudado es a muchos ingenuos que de verdad creyeron que lo de la construcción nacional iba en serio.

Cuando, en realidad, tan solo era un tingladete.

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