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Houston, tenemos un problema

Si han visto la película Apolo 13, o incluso si no la han visto, les sonará la frase: “Houston, tenemos un problema”. Los astronautas reales del Apolo 13 no pronunciaron nunca esa frase exacta, pero da igual, porque la frase ha pasado ya a la cultura popular en esa forma.

Para los que no hayan visto la película ni conozcan la historia, durante el viaje del Apolo 13 a la Luna se produjo un cortocircuito que hizo que explotara uno de los tanques de oxígeno, lo que a su vez provocó toda una serie de fallos en cadena.

De modo que los cuatro astronautas que participaban en aquella misión de alunizaje tuvieron que abortar la misión a corta distancia de su objetivo y se encontraron encerrados en una nave medio destrozada, enfrentados a la posibilidad de no poder volver a casa y morir en el espacio.

Era necesario que el Apolo 13, que se dirigía a la Luna, diera media vuelta y regresara. Para ello, el control de misión en Houston evaluó dos posibles soluciones:

- La primera, y la más rápida, era regresar directamente: frenar la nave para detener su camino hacia la Luna y acelerar luego de regreso a la Tierra.

- La segunda era más lenta: hacer que la nave variara ligeramente su trayectoria para rodear la Luna por un lado y, al emerger por el otro, dirigirse hacia la Tierra.

Teniendo en cuenta que el tiempo apremiaba, porque había que traer a los astronautas de vuelta antes de que los suministros vitales se agotaran, la primera solución parecía la más aconsejable. Pero el problema era la energía requerida, que había quedado seriamente limitada tras la explosión. A diferencia de lo que sucede con un coche, que siempre está sometido al rozamiento con la carretera y con el aire, viajar en una nave espacial a velocidad constante no requiere ninguna energía, porque en el espacio no hay rozamiento: lo único que requiere energía son los cambios de velocidad, es decir, las aceleraciones y los frenazos.

Y es precisamente por esa razón que el control de misión en Houston descartó la primera de las dos soluciones barajadas: frenar en seco la nave y hacerla invertir su marcha hubiera obligado a consumir una energía de la que no se disponía. Así que se eligió la solución segunda: rodear la Luna, para así aprovechar la propia gravedad lunar como impulso para dirigirse a la Tierra. Era una solución más lenta y aumentaba el riesgo de que los astronautas no llegaran a la Tierra vivos, pero parecía la única solución factible en términos energéticos.

No les cuento en qué acaba la historia, para no arruinarles la película, si no la han visto.

La semana pasada saltó por los aires la dirección del Partido Socialista, en mitad de una misión de formación de gobierno. Una serie de errores en cadena hicieron que terminara explotando la Ejecutiva Federal del partido, dejando la nave socialista seriamente maltrecha. El comandante que pilotaba el PSOE fue arrojado por sus compañeros al espacio exterior y tomó los mandos de la misión una gestora, que ahora trata desesperadamente de controlar el rumbo.

Igual que sucedió con el Apolo 13, a la nave socialista se le plantea la necesidad de dar media vuelta. Allí donde imperaba el “no es no” y la perpetua descalificación de una derecha a la que se lleva decenios presentando poco menos que como heredera del franquismo, ahora los socialistas se ven en la necesidad de apoyar la investidura de Rajoy, entregando el gobierno a aquel al que tildaban de indecente y de corrupto.

Pero, a diferencia del Apolo 13, la nave socialista no dispone de dos posibles soluciones: una lenta y otra rápida. Si no hubiera límites de tiempo, los nuevos dirigentes del partido podrían tomarse con calma su tarea, e ir preparando a las bases y a la opinión pública con tacto y con astucia, dando cuantos rodeos fueran necesarios hasta conseguir girar 180º.

Pero el problema, Houston, es que la solución lenta es imposible en este caso. Porque como no se invista a un presidente de gobierno antes del 31 de octubre, estamos abocados a terceras elecciones, unas terceras elecciones que implicarían la muy probable desintegración de la nave socialista, que se estamparía contra un meteorito llamado Podemos, que ha entrado en rumbo de colisión desde la izquierda.

La única solución factible es frenar en seco y acelerar luego para moverse a toda velocidad en sentido opuesto: hay que vender contrarreloj la idea de que Rajoy no es tan malo, de que es en realidad preferible a unas nuevas elecciones, de que no pasa nada por dejar que gobierne esa derecha franquista, retrógada, antisocial y poco menos que cavernícola.

Y, como en el caso del Apolo 13, esta solución rápida, este frenar en seco para luego acelerar, es costosísima. En este caso, el coste se produce en términos de pérdida de votos. Si te has pasado decenios adoctrinando a tus bases y a tus votantes en la idea de que la derecha es la encarnación del demonio, dar la vuelta en quince días al mensaje, como si fuera un calcetín, provoca inevitablemente que muchos de los que te apoyaban pasen a considerarte un traidor.

Así que la misión lunática del PSOE entra ahora en su fase final, con la incertidumbre de si la pérdida de votos será lo suficientemente importante como para que todo acabe en un desastre.

¿Cuál será el desenlace? Ahí sí que no puedo arruinarles la película contándoselo, porque yo tampoco la he visto todavía. Por lo pronto, los primeros análisis indican que el PSOE lleva perdido ya un millón de los cinco millones de votos que le quedaban. Veremos si los otros cuatro millones son combustible suficiente para llevar la nave a buen puerto.

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