Menú

Fin de la cita

Editorial del programa Sin Complejos del sábado 3/8/2013: "Fin de la cita"

Gracias a todos por venir... Nos ha traído aquí la injusticia cometida —contra todos los españoles— con un terrorista que no pide perdón, que no se arrepiente, que nos desprecia y, para colmo, se ríe de nosotros con sus parodias de hospital. (FIN DE LA CITA)

Nos ha traído aquí la falta de gallardía de un Gobierno que pretende disfrazar la humillación con razones de política inteligente y la indignidad con excusas humanitarias. Hemos venido para proclamar que la mayoría de los españoles no estamos conformes. (FIN DE LA CITA)

Ya no es posible ocultar lo que resulta evidente. Ahora sabemos por qué se nos humilla ante los terroristas; por qué el Gobierno es tan complaciente con sus portavoces; por qué Batasuna... recibe mejor trato que quienes respetamos las leyes. Ahora sabemos por qué había que retorcer las normas, trampear los procedimientos y engañar a los españoles para excarcelar a un terrorista insaciable. (FIN DE LA CITA)

Es el peaje que paga el Gobierno para poder negociar. (FIN DE LA CITA)

ETA no nos dejará en paz. No se arrepiente de nada. No renuncia a nada. Quiere Navarra, quiere la amnistía, quiere la independencia. Nunca se conformará con menos. Mientras se le consienta, seguirá y seguirá hasta lograr su propósito, hasta que renunciemos a la razón, a la justicia, a la dignidad, en definitiva, hasta que nos rindamos. Tampoco renunciará jamás a su capacidad de coacción, de chantaje, de intimidación. (FIN DE LA CITA)

Todo esto lo sabe el Gobierno...Pretender que los criminales se apacigüen mediante concesiones es tan absurdo como apagar un incendio con leña. Cuanto más echemos, más nos pedirá. Cuanto más obtengan, más querrán. No se detendrán hasta obtener todo lo que piden. (FIN DE LA CITA)

ETA no quiere la paz. Busca la victoria. Ha descubierto un Gobierno débil y quiere aprovechar la ocasión. Quien cede una vez ante ellos se condena a seguir cediendo o a tener que combatirlos cuando sea demasiado tarde. Por eso es preferible tener el coraje de hacerles frente desde el principio, sin debilitar nuestra fuerza, sin fortalecer al principal enemigo de nuestra libertad. (FIN DE LA CITA)

Es hora de que los españoles hablen. Tenemos que impedir que las cosas continúen por este camino delirante. Necesitamos una política antiterrorista seria. Una política diseñada para perseguir a los terroristas, no para poner zancadillas a los españoles que no aplauden al Gobierno. (FIN DE LA CITA)

Quiero que este acto quede como testimonio de un pueblo que sabe que sólo siendo fiel a sus valores podrá construir el mejor futuro. De un pueblo que sabe que entre el terrorismo y la democracia no hay caminos de encuentro y que uno de los dos debe prevalecer a costa del otro. Y que, desde luego, quiere que prevalezca la democracia. De un pueblo que no quiere tener que contar un día que el terrorismo ganó una batalla en su país. (FIN DE LA CITA)

Queremos recuperar la España que no se rendía ante los terroristas, que no se humillaba ante el chantaje, que no premiaba a los asesinos, que no menospreciaba a las víctimas. La España que consiguió que ETA no matara porque no podía matar, porque la estábamos derrotando. (FIN DE LA CITA)

¡Claro que hay otra manera de hacer las cosas! Y tenemos derecho a reclamarla. Queremos que la democracia gane y que ETA pierda. Queremos que Batasuna desaparezca de nuestras calles, de nuestros telediarios y que ni sueñe con volver a los ayuntamientos. Queremos que los terroristas sepan que no tienen nada que reclamarnos, que su único destino es la cárcel y que nosotros todavía sabemos distinguir con nitidez quiénes son las personas decentes y quiénes son los indeseables. (FIN DE LA CITA)

Los distinguimos muy bien. Por eso no nos olvidamos de las víctimas. A nosotros no nos estorban. Al contrario. (FIN DE LA CITA)

El mejor camino para honrar a las víctimas es que volvamos a hacer las cosas como se hacían cuando se hacían bien. Las flores y los aplausos nunca sobran, pero como de verdad se les honra es defendiendo la razón que da sentido a su muerte. Se les honra defendiendo las ideas que sus asesinos condenan. Se les honra persiguiendo a sus perseguidores. Se les honra haciendo justicia. Nosotros les haremos justicia. (FIN DE LA CITA)

Porque no estamos hablando solamente del terrorismo. Ni siquiera principalmente. Estamos hablando de España... España nos pertenece a todos y nadie tiene derecho a modificarla para dar gusto a ETA. No lo vamos a consentir. (FIN DE LA CITA)

Somos una voluntad en marcha. No nos vamos a resignar. No nos cansaremos de combatir por nuestros principios... No nos rendiremos jamás. (FIN DE LA CITA)

Y ahora, si todavía no estáis roncos, gritad conmigo: ¡Viva la libertad! ¡Viva España! (FIN DE LA CITA)

Estas citas no se refieren a la vergonzosa excarcelación del etarra Bolinaga por parte del actual gobierno; ni a la actual presencia de los proetarras en las instituciones, consentida por el actual gobierno; ni a la inexplicable política de complacencia del actual gobierno para con todos los nacionalistas. Las citas están extraídas del discurso que Mariano Rajoy pronunció en la madrileña Plaza de Colón en marzo de 2007, en la manifestación convocada para protestar contra la excarcelación del terrorista De Juana Chaos. En aquella manifestación, Rajoy estaba flanqueado por María San Gil, a la que luego terminaría defenestrando, y por José Antonio Ortega Lara, que terminaría abandonando el partido, completamente harto.

Don Mariano Rajoy: el pasado jueves compareció usted en el Parlamento para hablar del caso Bárcenas. No explicó usted nada de nada: no nos explicó cómo obtuvo Bárcenas sus 50 millones de euros, ni qué consiguieron a cambio los empresarios que donaban ese dinero, ni cómo es posible que nadie se enterara de que había un señor en la cúpula del partido amasando una inmensa fortuna a razón de 6.000 euros por día, durante veinte años.

A lo único que se limitó usted, don Mariano, es a decirnos que no tenemos que creer la palabra de Bárcenas, porque es un presunto delincuente. Y que, en lugar de ello, la palabra que tenemos que creer es la suya.

Permítame, don Mariano, que le manifieste mi extrañeza. No entiendo cómo nos pide usted que creamos en su palabra. Es metafísicamente imposible que podamos hacerlo.

Por la sencilla razón, don Mariano, de que carece usted de palabra. Como las citas anteriores demuestran.

FIN DEL EDITORIAL

Herramientas

0
comentarios