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Fernando Trueba no se siente español

Ayer se produjo una cierta polémica, porque el director de cine Fernando Trueba se permitió declarar, al recoger el Premio Nacional de Cinematografía, que él no se ha sentido español "ni cinco minutos" en su vida.

En seguida, las redes sociales se llenaron de críticas, que le reprochaban que, no sintiéndose español, aceptara premios españoles o subvenciones españolas a sus películas de cine. Pero en realidad, ese tipo de críticas (similares a las que se dirigen a algunos jugadores de fútbol separatistas por formar parte de la selección española) son incorrectas.

A mí me importa francamente un comino lo que Fernando Trueba se sienta o se deje de sentir. El, como persona, tiene derecho a sentirse lo que quiera. Y lo importante es que lo que él sienta no influye lo más mínimo en lo que él es. Se sienta o no español, Fernando Trueba ES español. Igual que el futbolista Piqué ES español, se sienta lo que se sienta. Lo de ser español es, ante todo, una condición jurídica: uno es español o no lo es, independientemente de cuáles sean los sentimientos que albergue.

Y mientras sean españoles, Fernando Trueba o Piqué tendrán todo el derecho del mundo a los mismos beneficios que cualquier otro español. Si ser director de cine español te da derecho a cobrar subvenciones, Fernando Trueba hará muy bien en cobrarlas. Si jugar en la selección española te da derecho a embolsarse cuantiosas primas, Piqué hará muy bien en jugar para cobrarlas.

Se podrá reprochar a este tipo de personas que vendan tan baratos sus sentimientos: yo no me pondría la camiseta de la selección de un país que siento que me oprime, por mucho dinero que me ofrecieran, mientras que los sentimientos de Piqué sí parecen estar en venta. Pero lo que no se les puede reprochar es el hecho en sí de ejercer sus derechos como españoles.

Y se trata de una distinción muy importante: ¿cuántas veces hemos oído a algún separatista catalán esa frase aparentemente inocua de "catalán es todo aquel que vive en Cataluña y se siente catalán"? Parece una frase inocente, pero en realidad tiene un significado profundamente antidemocrático, porque se supedita la condición jurídica de catalán a lo que uno sienta: si no te sientes catalán, según esos separatistas, entonces dejas de ser catalán automáticamente. Por supuesto, quienes definen qué es sentirse catalán son ellos, los separatistas: no solo es que debas sentirte catalán para serlo, sino que debes sentirte catalán de la manera que ellos definen ser catalán. De tal manera que esa frase aparentemente inocente termina convirtiéndose en la coartada para expulsar del grupo (para negar la condición de catalán) a todo aquél que no comulgue con sus ideas excluyentes. Por ejemplo, para un separatista catalán, Albert Boadella perdió su condición de catalán el día que decidió no comulgar con ruedas de molino.

Uno es catalán o no, uno es español o no, independientemente de lo que piense o sienta. Se trata de algo previo a la propia democracia, porque es lo que define precisamente la condición de ciudadano, es decir, es algo que determina quiénes tienen derecho a votar: en la democracia española, podrán votar todos los que sean españoles, aunque en su fuero interno se sientan australianos.

Imaginemos, por ejemplo, que alguien no se siente español porque considera que lo más importante en esta vida es ir vestido de rosa y en España no es obligatorio vestir de rosa. De todos modos, esa persona seguirá teniendo derecho a ir a votar y a defender, con su voto y su actividad política, el modelo de España que quiera. Y a lo mejor consigue convencer a sus conciudadanos y una mayoría termina aprobando la obligación de vestir de rosa. Y a lo mejor otras personas que hasta ese momento se sentían españolas, dejan de sentírselo, porque odian el color rosa. Pero todo eso es irrelevante: el uno y los otros serán igual de españoles antes y después, porque su condición de español no depende de lo que sientan.

Lo que distingue a la democracia del tribalismo es, precisamente, que los derechos no dependen de las ideas ni de los sentimientos. Si uno no se siente identificado con la tribu, o si la tribu le rechaza, deja de ser parte de la tribu. Pero aunque uno no se sienta identificado con su nación, o incluso si la nación le desprecia profundamente, no por ello deja de ser ciudadano.

Así que no caigamos en el tipo de razonamientos tribalistas tan propios del separatismo catalán. ¿Que Fernando Trueba no se siente español? Pues no pasa nada. Él se lo pierde, oiga. A mí, ser español es algo que me encanta y me llena de orgullo.

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