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Españoles: la propaganda ha muerto

En septiembre de 1944, con media Francia liberada y con las tropas aliadas camino de las fronteras alemanas, el general americano Eisenhower dicto una orden prohibiendo de manera tajante toda confraternización de sus tropas con la población civil alemana. En esa orden se prohibía expresamente visitar a alemanes, intercambiar regalos, estrecharse las manos, bailar, pasear o incluso conversar.

El objetivo de semejante prohibición era intentar evitar toda identificación emocional de los soldados con una población alemana a la que se percibía como colectivamente culpable de los crímenes nazis y a la que, por tanto, habría que tratar con dureza durante la conquista y posterior ocupación. Y las órdenes de Eisenhower fueron acompañadas de advertencias acerca de cómo cualquier alemán, incluidas mujeres y niños, podía formar parte de la red de agentes nazis. "¡No hagas amigos! ¡Sospecha!", decían los panfletos entregados a los soldados. El Departamento de Defensa americano llegó incluso a hacer una película, dirigida por Frank Capra, para prevenir a las tropas contra la población alemana. Sin embargo, el ejército americano se topó rápidamente con una realidad muy alejada de la propaganda.

Porque es verdad que los soldados estadounidenses encontraron al entrar en Alemania las pruebas de los más horrendos crímenes; hace pocos días hemos conmemorado, precisamente, el aniversario de la liberación de Auschwitz. Pero al otro lado de las alambradas de los campos de concentración no había un ejército de siniestros agentes nazis, sino ciudades devastadas y una población muerta de hambre, compuesta en su mayor parte por ancianos, mujeres y niños. De modo que pronto se vio que la prohibición de confraternizar iba a ser imposible de cumplir: ¿cómo mantienes la distancia emocional con una niña de nueve años que rebusca comida en la basura a unos metros de ti?

En junio de 1945, Eisenhower levantó la prohibición de hablar con niños. Un mes después, se autorizó a los soldados a hablar con adultos alemanes, aunque solo en ciertas circunstancias. En septiembre, finalmente, la política de no confraternización se abandonó por completo. Hacia 1949, más de 20.000 mujeres alemanas habían ya emigrado a Estados Unidos, como esposas de algún militar americano.

La propaganda contra el enemigo solo funciona cuando el propio bando no tiene contacto con sus adversarios. Si existe contacto, entonces se producen dos fenómenos que hacen que la propaganda pierda toda su efectividad: el contraste puro y duro entre lo expuesto por la propaganda y la cruda realidad y, sobre todo, la inevitable empatía que unas personas sienten por otras, por mucho que estén en bandos opuestos.

En ese sentido, permítanme llamar la atención sobre un aspecto de las redes sociales que se suele pasar por alto. El principal efecto de sistemas tales como Twitter y Facebook es que eliminan el concepto de distancia, poniendo en contacto a unas personas con otras de manera cotidiana. Incluso aunque uno quiera blindarse frente a influencias perniciosas y solo busque amigos que sean más o menos de su misma opinión, es inevitable que alguno de esos amigos sea algo menos cerril, y tenga a su vez otros amigos de opiniones un poco más divergentes. Con lo cual, toda persona entra en contacto, aunque no quiera, con otros usuarios que no opinan como él. En las redes sociales todo el mundo acaba, le guste o no le guste, teniendo la oportunidad de confraternizar con el enemigo.

Lo cual implica, por supuesto, que los métodos tradicionales de propaganda dejan de ser efectivos.

Si nos fijamos en los actuales partidos políticos, hay algunos que todavía no han empezado siquiera a utilizar las redes sociales de manera profesional y consciente. Pero los que sí se han planteado en serio emplear esas redes como herramienta, como por ejemplo Podemos, tampoco han llegado todavía a comprender del todo las nuevas reglas del juego, y siguen viendo en esas redes un mecanismo de propaganda, cuando son precisamente todo lo contrario: mecanismos de contrapropaganda.

Alguien como Podemos puede, por ejemplo, emplear las redes sociales para airear los trapos sucios de Bárcenas o del PSOE andaluz. Pero lo que no puede, bajo ninguna circunstancia, es evitar que esas mismas redes aireen los chanchullos de Monedero.

Las redes sociales NO son un medio de comunicación más, sino una oportunidad colectiva de entrar en contacto, intercambiar información y contrastar pareceres. Y no hay forma de prohibir la confraternización entre simpatizantes del PP, del PSOE, de Podemos y del resto de partidos a su través. Así que cualquier votante potencial de cualquier formación política estará siempre expuesto a los argumentos del contrario. Y es inevitable que haya gente que termine empatizando con alguno de sus oponentes y aceptando parte de sus argumentos.

Todo partido que no entienda eso, que no comprenda que la propagando tradicional ha muerto, estará condenado al fracaso, por muchos simpatizantes que intente movilizar para difundir sus consignas.

Las redes sociales son una herramienta colectiva de demolición de mentiras.

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