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El tiempo juega a favor de Pablo Iglesias

Decía este sábado que Pedro Sánchez no tuvo nunca la menor intención de gobernar en coalición con Podemos. Ni siquiera llegó a solicitar la preceptiva autorización a los militantes del PSOE, que son quienes estatutariamente tienen que aprobar ese acuerdo. Y sin esa autorización de las bases, cualquier negociación era, indefectiblemente, papel mojado. Sánchez quería un gobierno en solitario. Y si no lo conseguía, patada a seguir, como en el rugby.

Pero tampoco Podemos tenía demasiada necesidad de acordar nada. De ahí que Iglesias no haya perdido los nervios en ningún momento. De ahí también que renunciara con tanta facilidad a ocupar un ministerio. Sabía que el acuerdo era imposible y que lo único que importaba era la batalla del relato: conseguir que la opinión pública de izquierda culpara al contrincante del fiasco de la investidura.

Y si Iglesias no tenía demasiada necesidad de acuerdo es porque sabe que el tiempo juega a su favor. Descartado el pacto con Podemos, a Sánchez solo le quedan dos alternativas: jugárselo todo en unas elecciones inciertas o girar a su derecha.

Las elecciones traerían, con toda seguridad, un retroceso de la izquierda. Primero, porque el voto del miedo a Vox ya no tendría el mismo efecto y la abstención de la izquierda volvería (o al menos se acercaría) a sus cotas tradicionales. Y en segundo lugar, porque cualquier caída de Podemos haría que la formación morada quedara por debajo de los umbrales de obtención de voto en algunas provincias, con lo que la suma total de escaños de PSOE y Podemos disminuiría, incluso en el improbable caso de que el PSOE absorbiera todo el voto que Podemos perdiese. Y estaría por ver, además, si sería Sánchez o Iglesias quien recibiera el castigo de los electores de izquierda, tras el fracaso del gobierno de coalición.

Pablo Iglesias cuenta, por tanto, con que Sánchez no convocará nuevos comicios, sino que girará a su derecha: bien para gobernar en solitario con la abstención de PP y Ciudadanos, bien para intentar un gobierno de coalición con los de Rivera. Con lo que Iglesias quedaría investido de facto como líder de la oposición de izquierda a un gobierno de centro patrocinado "por las élites" nacionales y europeas. Iglesias contra el IBEX. Gran reestreno.

Y es aquí donde el tiempo se alía con las intenciones de Iglesias. Los datos económicos son cada vez más preocupantes: la FED eleva ya por encima del 30% la posibilidad de recesión en los próximos doce meses; el índice IFO de confianza empresarial en Alemania está en caída libre, anticipando también la recesión, y la locomotora del Brexit se encamina a toda velocidad hacia el final de vía. El gobierno de Sánchez tendrá que lidiar con una crisis de consecuencias y alcance imprevisibles.

Pablo Iglesias lo sabe. Y sabe también que es en esas situaciones en las que Podemos tiene su ventana de oportunidad. Aprovechó la crisis anterior con el fin de irrumpir en el panorama político, para a continuación languidecer en cuanto la situación económica comenzó a mejorar. Y ahora el destino le pone en las manos una segunda oportunidad, que no suele conceder.

Iglesias dejará que Sánchez se achicharre gestionando una crisis económica que obligará a España a nuevos recortes. Y aprovechará la ocasión para relanzar un proyecto que estuvo a punto de naufragar no hace tanto, cuando su bajel encalló en las lejanas costas de Galapagar.

Y mientras su reflotado bergantín surca ligero las aguas de la oposición al gobierno del IBEX, Iglesias se dará, además, el gustazo de pasar a Errejón por la quilla del buque.

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