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El sonido de la cloaca

En 1957, uno de los mejores pianistas de jazz de la Historia, Thelonious Monk, y uno de los mejores saxofonistas, John Coltrane, formaron un cuarteto que duró menos de un año. Debido a problemas con las respectivas discográficas, son muy pocas las canciones que llegaron a grabar en estudio y que llegaron a publicarse. Pero sí que actuaron en directo numerosas veces en distintos locales y salas de conciertos, incluido el Carnegie Hall.

Uno de aquellos conciertos míticos en el Carnegie Hall tuvo lugar el 29 de noviembre de 1957, y esa exhibición protagonizada por los dos gigantes del jazz fue grabada por La Voz de América, la radio pública americana, aunque jamás llegó a emitirse.

Casi cincuenta años más tarde, a finales de enero de 2005, un empleado de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos que estaba trabajando en la digitalización de los archivos sonoros, encontró en una caja ocho cintas de audio de diez pulgadas. Aquel paquete tenía una escueta anotación hecha a mano, que decía: "T. Monk".

Lo primero que pensó Larry Appelbaum, que así se llamaba el descubridor, fue que había encontrado material inédito del gran Thelonious, lo cual ya era bastante excitante. Pero cuando empezó a oír la cinta, reconoció de inmediato (porque no en vano era especialista en jazz) aquel inconfundible saxofón. Y se dio cuenta de que estaba ante un descubrimiento histórico: había desenterrado las cintas de ese mítico concierto de Monk y Coltrane, la música que había estado durmiendo en un cajón casi medio siglo. Aquel mismo año, el sello discográfico Blue Records publicó el concierto completo resucitado por Appelbaum.

Pero no se crean ustedes que solo los americanos encuentran cosas extraordinarias. Aquí, en España, también hallamos de cuando en cuando cosas perdidas, como pendrives con documentación de los Pujol, grabaciones del ministro Fernández Díaz o informes secretos del 11-M.

Al igual que La Voz de América se dedicaba a grabar conciertos históricos que luego quedaban arrumbados en un archivo, nuestras cloacas policiales se dedican a producir informes y recopilar documentos que luego se olvidan en los cajones, se pierden en los armarios o desaparecen de camino a algún sitio.

Pero, a diferencia de ese concierto del Carnegie Hall, que desapareció sin malicia y apareció por casualidad para deleitar a los amantes del jazz, aquí los productos de las cloacas desaparecen por cálculo y aparecen con premeditación, para intoxicar a la opinión pública, para contaminar una instrucción judicial, para servir de arma en las luchas políticas o simplemente para generar ruido.

Nuestros Appelbaum de las cloacas no aman su música, sino que prostituyen la labor policial. Y mientras que Monk y Coltrane improvisaban belleza en cada escala, lo que cada hallazgo en la cloaca destila es tan solo pura estridencia. O peor aún, siniestra y disonante amenaza.

¡Cuánto envidio esos lugares donde uno puede abrir una caja y encontrar algo hermoso! Aquí, todos temen abrirlo todo. Porque cualquier cajón que hurgues, cualquier puerta de armario que entornes, cualquier archivador que curiosees, contiene tan solo dosieres cuyo hedor echa para atrás.

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