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El parque temático

A 25 km de Vilna, la capital de Lituania, se alza el bosque de Nemencine. Y en él se encuentra uno de los más extraños parques temáticos del mundo: el Búnker Soviético (www.sovietbunker.com).

El parque está ubicado a 6 metros bajo tierra, en un auténtico búnker de 1984, compuesto por 3.000 metros cuadrados de túneles y habitaciones claustrofóbicas. Una bandera roja con la hoz y el martillo señala el arranque del camino que lleva al búnker desde la carretera de acceso.

La visita al parque dura unas tres horas, y antes de entrar los visitantes deben firmar una declaración en la que se indica claramente que aquellos que desobedezcan "podrán ser sometidos a castigos físicos o psicológicos".

Al empezar, el turista es recibido por guardias ataviados con el uniforme soviético, acompañados de perros policía. Después se le hace vivir la experiencia de ser detenido por el KGB, de ser despojado de todas sus pertenencias, de ser vestido con el uniforme de los prisioneros. Los gritos y empujones son habituales durante el interrogatorio del "detenido" (una versión muy edulcorada, casi infantil, de los verdaderos interrogatorios del KGB, pero tampoco es cuestión de matar a ningún turista).

Después, los prisioneros son obligados a largas caminatas a través del laberinto de túneles lóbregos, gélidos y húmedos, entre los ladridos de los perros y los gritos de los carceleros; a hacer trabajos físicos cargando cosas sin sentido de un lado para otro; a experimentar el encierro en angustiosas celdas...

La dirección del parque cuenta, orgullosa, que en todas las visitas termina desmayándose algún cliente, y que el récord diario lo tienen en cinco desmayos. También cuenta que han tenido que despedir a más de un guardia, por meterse en situación más de lo debido y tomarse demasiado en serio su sádico papel.

El recorrido incluye otras actividades algo menos estresantes: degustar el malísimo sucedáneo de café a base de cebada, habitual en la época; aprender a llevar una máscara de gas; cantar a coro el himno de la URSS… La experiencia termina con una cena a la soviética, acompañada de canciones tradicionales, interpretadas por los mismos actores que hacen de guardias.

Como ven, se trata de un parque temático ciertamente peculiar, en el que los visitantes no van a relajarse y echarse unas risas con la familia y los amigos, sino a conocer o revivir, siquiera mínimamente, el horror de ese régimen comunista que cientos de millones de seres humanos tuvieron que soportar y que acabó con la vida de decenas de millones de ellos.

Los documentales, los libros, los museos… todo ello son herramientas que nos pueden ayudar a comprender el horror, cualquier horror. Pero todas esas herramientas no evitan que seamos meros espectadores de un horror que afectó a otros. El parque temático del Búnker Soviético busca acercar al visitante un poco más a lo que pudo ser la vida de quienes experimentaron el horror en primera persona.

¡Qué útil sería poder contar con parques temáticos similares que no solo nos acercaran a los horrores del pasado, para no repetirlos, sino que nos enseñaran los horrores del presente, para no perpetuarlos, ¿verdad?!

¿Se imaginan, por ejemplo, poder hacer vivir durante un día a Pablo Iglesias, a Juan Carlos Monedero y a Íñigo Errejón en una Venezuela virtual, en la que tuvieran que hacer cola durante horas para comprar un pollo, en la que fueran asaltados por la calle a punta de pistola para robarles un reloj, en la que fueran sometidos a interrogatorio por la Guardia Nacional Bolivariana o en la que fueran escrachados por los colectivos chavistas?

¿O se imaginan poder hacer que cualquiera de nuestros políticos o el director de un gran banco jugasen durante unas horas el papel de un pobre policía al que le ha tocado el marrón de desalojar una vivienda en un desahucio virtual, sacando a rastras a una mujer mientras unos niños lloran y una abuela grita aferrándose a sus pertenencias?

¿Se imaginan a Zapatero viviendo una semana encerrado en una réplica del zulo de Ortega Lara?

¿Se imaginan a Pujol, a Mas y a Junqueras teniendo que hacer de alumnos en un aula virtual, mientras el comisario educativo de turno ridiculiza a su país y les humilla por utilizar su idioma materno?

Me pregunto si nuestros políticos serían capaces, de esa forma, de ponerse verdaderamente en la piel de quienes sufren las consecuencias de sus acciones o de sus palabras. Aunque tengo mis dudas, la verdad. A veces creo que para ejercer de político en España, hace falta ser totalmente incapaz de experimentar empatía por el prójimo. Pero bueno, quién sabe, tal vez mereciera la pena intentarlo.

Es más, quizá no sería demasiado caro construir estas experiencias aleccionadoras: al fin y al cabo, la tecnología de realidad virtual es cada vez más barata y más realista. Todo lo contrario que nuestros políticos, que cada día nos salen más caros y están menos en contacto con la realidad que les rodea.

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