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El levitador de ranas, cuatro años después

Permítanme que les lea el editorial que escribí el 26/11/2011, nada más ganar las elecciones Mariano Rajoy por mayoría absoluta. Aquel editorial se titulaba "El levitador de ranas" y decía así:

El premio IG Nobel es una parodia de los premios Nobel que se concede anualmente, desde 1991, a las investigaciones más estúpidas, a los personajes más chocantes o a las obras literarias más infumables.

La ceremonia de entrega se realiza cada año en la Universidad de Harvard y está patrocinada por la Sociedad de Informática de dicha universidad. En la entrega de los premios de las distintas categorías participan auténticos premios Nobel y el carácter de los trabajos premiados facilita, por supuesto, que toda la ceremonia sea hilarante. Imagínense, por ejemplo, a un verdadero premio Nobel entregando un galardón a alguien al que se le ha concedido este anti-premio Nobel - y aclaro que se trata de un ejemplo real - por un estudio sobre cómo la presencia de los seres humanos excita sexualmente a las ostras.

En el año 2000, esta especie de premio Nobel a la inversa se le concedió, en la categoría de Física, a un investigador ruso, Andre Geim, por sus trabajos sobre cómo hacer levitar a las ranas en un campo magnético.

Hace falta ser majadero o estar un poco loco para dedicar tus esfuerzos de investigación a una idiotez como la levitación de las ranas, ¿verdad?

Pues resulta que en 2010, Andre Geim, ese científico loco, ese ganador del anti-premio por excelencia en el campo de la Física, fue galardonado con el auténtico premio Nobel de Física por inventar, junto con Konstantin Novoselov, el grafeno, un nuevo tipo de cristal de carbono con propiedades maravillosas, que prometen revolucionar numerosos campos de la industria.

El grafeno es un cristal de carbono con forma de lámina de un único átomo de anchura. Es el material más fino que los hombres han desarrollado hasta la fecha, y al mismo tiempo es el más fuerte. Conduce la electricidad tan bien como el cobre. Conduce el calor mejor que todos los demás materiales conocidos. Es un material casi completamente transparente y, sin embargo, es tan denso que casi nada puede atravesarlo, ni siquiera los átomos de helio.

Los estudios teóricos demuestran que los transistores de grafeno son mucho más rápidos que los transistores de silicio actuales, lo que permitirá construir a medio plazo computadoras más eficientes. Las características del grafeno le hacen también adecuado para construir pantallas táctiles, paneles luminosos y células solares.

Al mezclar con plástico el grafeno, el plástico se vuelve más resistente al calor y más robusto, además de hacerse conductor de la electricidad. Eso hace posible desarrollar nuevos materiales superfuertes que serán, a la vez, elásticos y ligeros, lo que permitirá utilizarlos en la construcción de satélites, aviones y automóviles.

En resumen: que ese científico del que todos hicieron burla en el año 2000 por la extravagancia de hacer levitar a una rana y que recibió el premio a la investigación más estúpida, ha ganado el año pasado el premio Nobel de Física por descubrir un material maravilloso que promete provocar una auténtica revolución en nuestras vidas.

El pasado domingo - parece que ha pasado ya un siglo, ¿verdad? - el Partido Popular de Mariano Rajoy ha ganado con claridad las elecciones generales, al producirse un hundimiento del PSOE de proporciones inusitadas. Gracias a ello, España se ha librado del que ha sido, sin duda ninguna, el peor gobierno de nuestra Historia democrática.

A lo largo de los últimos siete años y medio, no se puede decir que la labor de oposición del Partido Popular haya sido precisamente extraordinaria. Es verdad que el dontancredismo, el no hacer nada, el dejar que el PSOE se fuera cociendo en su propia salsa, ha terminado proporcionando a Rajoy la victoria. Así que, desde el punto de vista de la mera utilidad electoral, no se puede negar que la estrategia de Rajoy ha sido efectiva.

Pero el problema es que, mientras que el PSOE se iba cociendo en su propia salsa, mientras que el PSOE iba perdiendo apoyos electorales por el desastre económico, quien también iba cociéndose en su propia salsa es toda la sociedad española. Lo de dejar que el PSOE se estrelle solo está muy bien, salvo por el pequeño detalle de que, en el camino, millones de españoles han perdido su empleo, cientos de miles de familias han perdido sus casas y decenas de miles de empresas han tenido que cerrar sus puertas. Y todo ello al mismo tiempo que el PSOE iba destrozando una a una todas las instituciones del Estado.

Desde ese otro punto de vista, desde el punto de vista del sufrimiento social y de la estabilidad de nuestro sistema, el Partido Popular tenía la obligación moral de haber hecho una oposición mucho más dura, de haber hecho todo cuanto estuviera legalmente en su mano para acortar aún más esta segunda legislatura de Zapatero.

Así pues, no seré yo quien diga que la labor de oposición del PP ha sido correcta. Todo lo contrario: mi opinión es que ha sido catastrófica.

Pero el caso es que el PP ha ganado y que Rajoy va a estar ahora en La Moncloa. El tiempo de la oposición ha pasado y es la hora de empezar a gobernar.

Y, en mi opinión, es el momento de hacer tabla rasa y de poner el contador a cero. Porque no importa lo catastrófica que pueda haber sido la labor de oposición del PP, ya que eso no tiene por qué implicar nada en cuanto a cómo lo vaya a hacer ahora desde el gobierno de la Nación.

De la misma manera que Andre Geim recibió el anti-premio Nobel por sus estúpidas investigaciones sobre levitación de ranas y eso no impidió que recibiera, diez años después, el auténtico premio Nobel por desarrollar un nuevo y revolucionario cristal de carbono... de la misma manera, digo, es perfectamente posible que Rajoy no haya sido un buen líder de la oposición, pero eso no impide que pueda ahora ser un excelente presidente de Gobierno.

Poco importa si Rajoy se ha dedicado en los últimos siete años a hacer levitar ranas. Lo importante es que, a partir de ahora, invente nuevos materiales capaces de reforzar la estabilidad del sistema y capaces de conducir mejor las energías económicas del país.

Esperemos, por el bien de todos, que así sea.

Así terminaba aquel editorial que escribí nada más ganar Rajoy, deseándole todos los éxitos del mundo.

Pues bien, ya han pasado cuatro años y en ellos hemos podido comprobar que Rajoy ha dirigido el gobierno exactamente como dirigió la oposición: no tomando ninguna decisión, descargando sus responsabilidades en otros, ignorando el sentir de sus votantes, no moviendo ni un dedo para defender a los españoles y dejando que los problemas se pudran.

Su legislatura termina y, a pesar de su mayoría absoluta, lo va a hacer con menos afiliados a la Seguridad social que cuando comenzó, con todos los problemas territoriales más enconados que nunca y sin haber tocado ni una coma de las leyes ideológicas de Zapatero.

Me habría gustado que Rajoy nos hubiese sorprendido. Y que se hubiera destapado como el premio Nobel de los presidentes de gobierno. Pero no ha sido así.

Al final, Rajoy ha resultado ser exactamente lo que parecía: un mero levitador de ranas.

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