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El 47 de la calle Grande

André Bloch fue un matemático francés de gran talento, que realizó numerosas aportaciones al estudio del análisis complejo y a otros campos de las matemáticas, en el periodo de tiempo comprendido entre las dos guerras mundiales.

Jamás asistió a un congreso científico y, aunque colaboró con otros matemáticos de renombre de la época (como Hadamard o Polya), a la mayoría no llegó nunca a verlos cara a cara. Solamente se comunicaba con ellos por escrito, enviándoles sus artículos y reflexiones mediante unas cartas que siempre tenían como fecha el 1 de abril (Día de los Inocentes en Francia) y en las que figuraba como dirección el número 47 de la calle Grande, en Saint Maurice.

En realidad, aquella dirección era la que correspondía al manicomio de la ciudad, en el que André Bloch fue recluido a los 24 años, tras matar a tres miembros de su familia. Fue allí, en el manicomio, donde se interesó por las matemáticas y donde escribió todos sus artículos y cartas, hasta su muerte en 1948.

Como ya saben ustedes, el ex-presidente Zapatero anda estos días de gira, promocionando su libro de memorias, y varios medios de comunicación han publicado entrevistas con él, en las que ha podido dar rienda suelta a sus habituales ocurrencias.

Ya nos tenía acostumbrados, cuando gobernaba, a sus zapateradas, esas chorradas pronunciadas con toda la seriedad del ignorante que está encantado de conocerse a sí mismo. Todos recordamos algunas de sus contribuciones al pensamiento occidental, como por ejemplo:

  • "El cambio climático causa más muertes que el terrorismo internacional"
  • "Estamos en la Champions League de la economía"
  • "La tierra no pertenece a nadie, salvo al viento"
  • "El mejor destino es el de supervisor de nubes acostado en una hamaca"
  • "La cuestión no es qué puede hacer Obama por nosotros, sino qué podemos hacer nosotros por Obama"
  • "Somos la octava potencia mundial, la envidia de Europa, y pronto superaremos a Francia como ya hemos hecho con Italia"
  • "La nación española es un concepto discutido y discutible"

Lo malo es que Zapatero pertenecía a esa clase de ignorantes que, por azares del destino, se han visto investidos de poder. En cuyo caso, una de las tentaciones, en la que Zapatero cayó cuantas veces quiso, es decir estupideces para luego asumirlas como dogma de fe, como diciéndole al mundo: "Ahora que he alumbrado esta genialidad de frase, tengo que demostrar con mis actos lo genial que era". Lo cual puede llegar a ser enormemente destructivo, como atestiguan las consecuencias de otra de las frases más famosas de Zapatero: "Apoyaré el Estatuto que salga del Parlamento catalán".

Esta semana, dentro de su maratón promocional, nos ha regalado otra de esas perlas de su pensamiento, referida esta vez a su espasmódica gestión de la catástrofe económica que se abatió sobre nosotros en su segunda legislatura. "Yo no improvisaba, quien improvisaba era la crisis", nos ha dicho el ex-presidente, resumiendo en una sola frase en manos de quién hemos estado estos pasados años: en manos de alguien que al parecer considera que la labor de gobernar consiste en reaccionar a toro pasado.

El matemático André Bloch estaba loco, y era peligroso para la sociedad, como atestigua el parricidio por el que fue internado en un psiquiátrico. Pero era un hombre de profunda inteligencia, que fue capaz de ser útil a la Humanidad desde detrás de aquellos muros de hospital, que permitían que diera rienda suelta a su genialidad matemática, al mismo tiempo que neutralizaban sus impulsos homicidas.

Pero fuera de los manicomios hay mucha gente como Zapatero: personas que no están oficialmente locas, sino que son algo mucho peor: imbéciles o malvados revestidos de poder; capaces, con sus decisiones, de arruinar la vida a millones de personas, empujando a muchas de ellas a la desesperación y la muerte. Personas, en suma, mucho más peligrosas para la sociedad de lo que lo era André Bloch.

Pero lo triste es que a Zapatero nunca le encerrará nadie en un sanatorio por sus chorradas estomagantes, ni por las consecuencias que esas chorradas estomagantes han tenido para las vidas concretas de tantas personas concretas.

A veces me pregunto si no estaría bien realizar un examen psiquiátrico obligatorio a todo aspirante a presidente de gobierno. Al menos nos evitaríamos los tipos más comunes de psicopatía y de idiocia.

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