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De profesión, testigo falso

El pasado lunes, publicaba Joaquín Manso en El Mundo una crónica, que no tiene desperdicio, sobre las últimas declaraciones judiciales en el marco de las investigaciones por posible falso testimonio contra las dos únicas testigos de cargo del 11-M.

Como ya saben ustedes, aunque en los vagones de cercanías reventados el 11-M se colocaron, según la versión oficial, 13 bombas, solo se logró identificar a uno de los supuestos responsables de la colocación de esas bombas: el marroquí Jamal Zougham.

Contra Jamal Zougham no existe ningún tipo de prueba que le vincule con la masacre: ni huellas dactilares, ni restos de ADN, ni registros de llamadas telefónicas... Si está en la cárcel es porque, después de ser detenido de forma arbitraria y de haber salido su fotografía publicada en todos los medios de comunicación, empezaron a salir de debajo de las piedras testigos que decían haberle visto en alguno de los trenes atacados. El tribunal que juzgó el 11-M, y el Tribunal Supremo, descartaron a todos esos testigos, por ser sus testimonios inverosímiles y contradictorios, quedándose solo con el testimonio de dos amigas rumanas que decían que viajaban juntas y a las que, por ser testigos protegidos, se conoce como C-65 y J-70.

En realidad, las sucesivas declaraciones de C-65 y J-70 incurrieron en numerosas contradicciones, pero si se hubieran descartado también esos testimonios, habría habido que liberar a Zougham, y la versión oficial del 11-M se hubiera quedado sin autores materiales.

Posteriores investigaciones periodísticas han ido permitiendo averiguar muchos detalles chocantes de la declaración de esas dos amigas rumanas, ninguna de las cuales resultó físicamente herida en el atentado:

1) Una de esas dos amigas (la testigo C-65) "reconoció" a Zougham tres semanas después de la masacre, cuando ya la foto de Zougham se había publicado en todas partes.

2) Esa misma testigo incurrió a lo largo del tiempo en numerosas contradicciones sobre quién la acompañaba en el tren:

- en sus primeras declaraciones (ante la Policía y el juez) no habló para nada de que fuera acompañada por otra amiga.

-en las posteriores declaraciones ya dice que iba acompañada por la testigo J-70.

-sin embargo, en el consulado de Rumanía declaró que iba acompañada de otra amiga diferente.

3) La segunda de las amigas (la testigo J-70) es una mujer a la que por dos veces le denegaron los técnicos del Ministerio de Interior la condición de víctima, llegando a poner en cuestión, incluso, que viajara en los trenes. Sin embargo, quince días después de la segunda denegación, y cuando ya había pasado más de un año de los atentados, dice que se acuerda de haber visto a Zougham, tras lo cual se le reconoce la condición de víctima, se le otorga la nacionalidad y se le da una indemnización de casi 50.000 euros, más o menos igual que a la otra testigo.

4) El marido de la primera testigo (C-65) también dijo que viajaba en los trenes, pero en un tren diferente que su mujer, y se le reconoció la condición de víctima.

5) El hermano de C-65 también dijo que viajaba en los trenes, junto al marido de C-65, pero a él no se le reconoció la condición de víctima, debido a lo inverosímil de su relato.

6) Otra hermana y un primo de C-65 también intentaron hacerse pasar por víctimas del 11-M, pero en ese caso no solo no se les reconoció que iban en los trenes, sino que el propio juez Juan Del Olmo pidió que se dedujera testimonio contra ellos por simulación de delito.

En resumen, que al menos tres miembros de la familia de C-65 intentaron fingir que eran víctimas del 11-M, mientras que los testimonios de C-65, de su marido y de su amiga J-70 apestan a falsedad por todas partes.

Según cuenta Joaquín Manso en su crónica del pasado lunes en El Mundo, el reciente testimonio judicial del marido y del hermano de C-65 fue todo un esperpento, lleno de nuevas contradicciones, en el que el marido de C-65 cambió su declaración acerca de dónde estaba cuando supuestamente le sorprendió la explosión del tren en Atocha. Hasta tal punto fueron llamativas las contradicciones, que la propia fiscal del caso llegó a estallar: "¿Pero cómo quiere usted que yo me crea esto?". También el hermano de C-65 incurrió en contradicciones absurdas, por ejemplo sobre si vivía o no en la misma casa que su hermana aquel 11-M.

En cualquier otro país del mundo, esta colección de incongruencias en relación con los únicos testigos de cargo contra el único condenado como autor material del 11-M habría provocado una inmediata revisión del caso y una ´dimisión automática de todos los responsables del engaño.

Pero aquí, ya saben ustedes que la verdad no es algo que interesa a nuestra clase política, a la mayor parte de nuestra clase periodística y a las altas instancias de la judicatura.

Porque, ¿cómo íbamos a sostener este régimen corrupto si investigáramos de verdad lo que sucedió aquel 11 de marzo de 2004?

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