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¿Abandonará Escocia la Unión Europea?

Cuando en Escocia se planteó el referéndum para abandonar el Reino Unido, el gobierno escocés editó y publicó un documento de 650 páginas en el que analizaba todas y cada una de las consecuencias, positivas y negativas, de la independencia, para que los escoceses pudieran acudir a votar con conocimiento de causa.

En el documento se explicaba por qué se quería la independencia y qué beneficios obtendría Escocia con ella. Pero también se explicaban claramente los problemas, para a continuación exponer cómo pretendía el gobierno escocés resolverlos.

Y, sobre todo, en el documento no se engañaba a nadie, ni se pretendía negar la realidad, ni se ignoraban las complicaciones jurídicas o económicas.

El documento dejaba claro, por ejemplo, que las pensiones de los escoceses las asumiría Escocia, para a continuación analizar cómo se pretendía hacer viable el sistema. El documento explicaba también cómo Escocia se vería forzada a negociar el ingreso en distintas organizaciones internacionales una vez conseguida la independencia.

En el caso concreto de la Unión Europea o la OTAN, el gobierno escocés no negaba la realidad: Escocia no es un firmante de los tratados de la Unión Europea o la OTAN, por lo que quedaría fuera de esas y otras organizaciones. Pero a continuación explicaba cómo pretendía hacer la transición lo más suave posible: puesto que el referéndum escocés era una consulta pactada y legal, habría un periodo transitorio hasta la proclamación efectiva de la independencia, y durante ese periodo transitorio Escocia negociaría su incorporación a las distintas organizaciones internacionales, de modo que todo estuviese listo el mismo día de la proclamación de Escocia como estado soberano.

En resumen, lo que el gobierno escocés preparó e hizo público era un documento claro y completo, que demostraba la seriedad y profesionalidad de quienes impulsaban el referéndum y trataba con respeto a los electores.

Miremos ahora a Cataluña y comparemos. Allí donde el gobierno escocés exponía las complicaciones jurídicas o económicas, y explicaba cómo resolverlas, los separatistas catalanes se han embarcado en un perpetuo juego de los triles. Un juego de trileros en el que los lunes niegan que las decisiones tengan consecuencias ("No tendremos que abandonar la Unión Europea"), los martes le echan morro al asunto ("Mantendremos la doble nacionalidad si nos da la gana"), los miércoles dejan claro que piensan que el resto del mundo es imbécil ("España pagará nuestras pensiones"), los jueves presumen de lo guapos que son ("Los españoles serán los primeros interesados en que estemos en la Unión Europea") y los viernes amenazan con una pistola de agua ("No querréis que os cobremos dos veces aranceles por dejar pasar vuestras mercancías, ¿no?").

¿Dónde está el análisis jurídico, diplomático y económico? Han hecho centenares de documentos para consumo interno, pero todos son basura. Porque para lo que quieren se comparan con Kosovo; para lo que les interesa, con Quebec; para lo que les viene bien, con Escocia; y cuando no encuentran ningún paralelismo, se inventan alguna solución creativa, que parte siempre del supuesto de que los separatistas son los más listos del mundo, mientras que los demás españoles y europeos son tontos de baba.

Y si se les dice "No puedes hacer una DUI", te contestan "Kosovo la hizo". Y si les replicas "Entonces quedarás fuera de la Unión Europea", te contestan "Me reincorporaré como iba a hacer Escocia". Y si les aclaras "Es que Escocia no hizo una DUI", te contestan "Pero Kosovo sí". Y así todo.

¡Y luego dicen los separatistas que no son españoles! El espectáculo que estamos viviendo a costa del pasado referéndum ilegal y de estas elecciones planteadas como plebiscitarias es dantesco: una exhibición de trilerismo, chapucería y falta de respeto a los votantes digna de la España más profunda. Claro que tampoco cabía esperar otra cosa de pícaros quevedescos capaces de pasar dos veces la factura de la boda de la niña: una al Palau y otra a tu consuegro.

La conclusión de todo este proceso berlanguiano es que los catalanes acudirán hoy a las urnas en el estado de máxima confusión posible. Que es lo que los separatistas se habían propuesto. Y que es lo que los separatistas han logrado con la inestimable ayuda de un gobierno central no menos chapuzas y poco profesional que ellos.

Y en esas estamos: a generar el máximo de ruido para que la gente acuda a votar sin saber siquiera qué está votando. ¿Y por qué? Pues porque de esa manera podremos luego negociar en los despachos lo que nos plazca, mientras que si tuviéramos un mandato popular claro, no podríamos pactar lo que nos salga del níspero.

Por cierto, en el Reino Unido empieza ya a hablarse de que posiblemente se celebre otro referéndum de independencia escocés en 2018, si los ingleses acuerdan en 2017 salirse de la Unión Europea. Porque los escoceses no quieren abandonar la Unión. Y si el Reino Unido sale de la UE, la única solución jurídicamente viable para que Escocia se incorpore a ella es dejar antes de formar parte del Reino Unido.

Qué diferencia, ¿verdad? Mientras que en Escocia se vuelve a hablar de independizarse para poder seguir en la Unión Europea, en Cataluña se tontea con la independencia para terminar quedándose fuera de Europa.

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