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Cómo el capitalismo sacó a Suecia de la pobreza (I)

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Este artículo inaugura una trilogía de artículos en la que se detalla la evolución del capitalismo en Suecia. El Reino escandinavo vivió marcado por la pobreza hasta mediados del siglo XIX, cuando una batería de medidas de apertura económica consiguieron impulsar una Revolución Industrial que generó prosperidad y bienestar.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, Suecia había empezado a redefinir su economía a través de lentos procesos modernizadores centrados en la principal actividad económica del país durante aquellos años: la agricultura. Las reformas agrarias extendieron notablemente la propiedad de las tierras cultivables entre los pequeños productores y agricultores del Reino.

Estas primeras reformas se aplicaron primero en las regiones sureñas del país escandinavo para luego extenderse por el resto del país. Como explican Olsson y Svensson, los derechos de propiedad garantizaron una mayor productividad, generando incentivos para un campo sueco más moderno y mejor explotado.

Autores como Jan Jörnmark han llegado a hablar de la “privatización del bosque” como un ingrediente fundamental del desarrollo sueco durante el siglo XIX. La nueva situación de los derechos de propiedad durante este periodo reorientó la actividad de las granjas y creó nuevos mercados exportadores. En apenas tres generaciones, el campo sueco pasó de ser un entorno pobre a un ámbito de oportunidades económicas: a lo largo de varias décadas, el campesino pobre del siglo XVIII se había convertido en exportador de maderas o en empresario agrícola.

También en la primera mitad del siglo XIX se introdujeron las primeras medidas de liberalización en ámbitos como el transporte o la minería. Todo esto moderaba en parte la incidencia de la pobreza, pero lo cierto es que Suecia seguía sin despegar, atenazada por el limitado alcance de las reformas introducidas hasta entonces y cada vez más atrasada frente a las economías europeas que sí se habían subido con éxito al tren de la industrialización.

A menudo se ha intentado explicar la industrialización sueca en relación con los recursos naturales del país nórdico. No obstante, el país no experimentó grandes avances entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del siglo XIX, por lo que esta explicación no aplica al caso del Reino nórdico. Lo cierto es que, tristemente, la tardía llegada de la Revolución Industrial perpetuó la miseria y llevó a miles de suecos a dejar su país en busca de una vida mejor.

La situación comenzó a revertirse definitivamente a partir de la segunda mitad del siglo XIX, cuando Suecia empieza a crear condiciones favorables para el florecimiento de la industria moderna y del capitalismo. La figura clave de este proceso fue el Barón Johan August Gripenstedt. Nacido en 1813, desarrolló una fulgurante carrera como oficial del Ejército, pero su interés por la empresa y la política acabó definiendo su vida adulta.

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