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Primero de Mayo: garrotazos proletarios

La policía sindical evita otro garrotazo a José María Fidalgo. Si hay algo en lo que fijar la atención con provecho, durante las tediosas liturgias de hermandad obrera, es ese "cuerpo de seguridad" cada vez mayor, cada vez más sufrido, que los sindicatos reclutan cada Primero de Mayo para defenderse de su propia clase. La élite proletaria no se fía de sus bases. Las manifestaciones y ficheros de afiliación se desgastan, pero los dirigentes sindicales se rodean de más seguridad personal para conseguir caminar y hablar entre los suyos. Recogen la cosecha del radicalismo demagógico que han sembrado.
 
El secretario general de CCOO intenta prescindir de la falaz y trágica doctrina marxista de la lucha de clases. Fidalgo tiene un tímido propósito de dirigir un sindicalismo de profesionales, y no avanzadilla alguna de la justicia social impuesta por una fuerza revolucionaria. Este médico, lector de Faulkner y Hammet, es lo más ilustrado y razonable que se despacha en las organizaciones sindicales españolas. Pero la meta y los métodos asentados secularmente en el sindicalismo español desbordan cualquier tentativa modernizadora.
 
Basta con repasar la agenda entregada por Cándido Méndez al nuevo ministro de Trabajo, para comprender hasta qué punto el viejo sindicalismo clasista y de partido, ideológico y de raíz revolucionaria, sigue tratando al poder legítimo, democráticamente elegido, como simple rehén de la llamada paz social. Incremento del salario mínimo, penalización de contratos temporales, más poder para la negociación colectiva, más subsidios y más duraderos para desempleados es la carta de condiciones de la que los gobernantes tendrán que partir si no quieren soliviantar a los burócratas liberados y clientelares que dirigen sindicatos como si fueran bandas de extorsión, a pesar de que la afiliación laboral en España apenas alcanza el 5% de los empleados. El mismo lema de la manifestación del Primero de Mayo de este año confirma la interdependencia de sindicatos y partidos de izquierda. Fidalgo hace bien en protegerse de los violentos, pero no puede extrañarse de que estos existan y le busquen para agredirle. Al contrario de lo que pronosticó Marx, no son los capitalistas, sino los obreros clasistas los que se colapsan víctimas de sus propias contradicciones.

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