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Mariano Rajoy ha abandonado el edificio, gracias y buenas noches

Me gustó el discurso del reelegido presidente del PP regional Ramón Luis Valcárcel en la clausura del Congreso popular celebrado este último fin de semana, y por lo mismo que me gustó el de Valcárcel no me gustó ni mucho menos tanto el de Mariano Rajoy, aunque Rajoy dejara gotas de su inmenso talento, que últimamente le da por no utilizar. Me gustó el discurso de Valcárcel porque improvisó y fue a lo que importaba al público y no me gustó el discurso de Rajoy porque parecía improvisado (tan desordenado que seguramente lo llevaba aprendido de otros y tan generalista que a lo mejor era el mismo que le habían pasado para el congreso de Valencia).

Valcárcel es interesante, un orador con transmisión y contenido, cuando no prepara, e insufrible cuando le preparan los contenidos y se lleva papeles. Rajoy es divertidísimo en sus apostillas y sus comentarios a pie de discurso, cuando sale el registrador con puro después de una buena comilona que hay en él, pero poco creíble y hasta un poco delicuescente cuando está ante los leones y pasa de lo que tiene que hablar y no quiere a lo que quiere hablar y no debe. En el Congreso de Murcia, celebrado casi simultáneamente al de Valencia, Rajoy quería hablar de Rodríguez Zapatero y las bases de la Región lo que querían es que hablara del agua, que habló, y que hablara concretando, que también concretó, pero que lo hiciera dando los nombres que los murcianos querían oír, que no lo hizo. Los murcianos querían escuchar la palabra "Tajo" asociada a "trasvase", y se quedaron con las ganas. Rajoy se comprometió ("os pido que confiéis en mí": ¿de quién me suena a mí esta misma petición?) a que cuando él gobierne hará el Plan Hidrológico Nacional, porque ya da por supuesto que sólo podrá gobernar si obtiene mayoría absoluta (entonces, ¿para qué tratar de entender la "distinta sensibilidad de los nacionalistas" a que le están llevando los nuevos cachorros de Génova si sabe que no mandará con ellos?). Pero no se comprometió, porque no salió de su boca, a que cuando él gobierne o no gobierne seguirá manteniendo la necesidad del trasvase Tajo-Segura contra lo que opina su secretaria general. Rajoy, digo, lo que quería es hablar de Zapatero y estuvo sembrado porque parece que ya se recupera del síndrome de Estocolmo postelectoral, pero quizás de lo que tuvo que hablar habló poco o simplemente no habló.

No salió a hombros, aunque hay que reconocer que tampoco le tiraron almohadillas. Sólo un par de gritos entre el público impaciente y una miaja rústico, a los que Rajoy atendió con una expresión helada y retardo en responder. Mariano más bien salió muy rápido y se despidió extrañamente cariacontecido (yo fui el último que le dio la mano ¡Don Mariano!, como si yo fuese de Caiga quien Caiga) de Valcárcel. Parecía un poco fastidiado. Me supongo que sería solo porque el plan del fin de semana junto al pepón de media melenita, o sea, Moragas, le parecía un coñazo, no por ninguna diferencia política con los anfitriones, que desde luego no escenificaron, pues sigue dando la impresión de que se profesan admiración y hasta afecto, no necesariamente por este orden ni mutuamente las dos cosas. En el congreso de Murcia, que no sé por qué ganó Valcárcel con dos puntos menos de porcentaje de voto que Camps en el suyo, Rajoy pegó cuatro mantazos bien administrados, con profesionalidad y solvencia, se alivió con el pico de la muleta de la ironía, hurtó la pata sin que lo advirtiesen las fotos, fuese y no hubo casi nada. "Señoras y caballeros, Mariano Rajoy ha abandonado el edificio, gracias y buenas noches", me pareció escuchar por los altavoces, aunque pegaba un solapio en la calle de padre y muy señor mío.

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comentarios
1 jmk, día

Si la organización del congreso hubiera dispuesto un aplausómetro, tendríamos una idea muy exacta del casi nulo entusiasmo que levantó Rajoy....; ya nada volverá a ser igual en su ex feudo.

2 vikinga, día

Mariano Rajoy está aburridísimo. No entiendo cómo sigue en la política porque me da a mi que le importa un bledo el agua de Murcia, de Valencia, los principios y los finales. En fin, que a la audiencia le provoca unos bostezos de muerte y si abandona el edificio, pues que bien.