Menú

La vieja tradición autonómica de los tres presupuestos ficticios

Me acuso, hermanos, de haber sido durante veinte años funcionario y además de una autonomía, para mayor desdoro. Haber sido funcionario y liberal es como ser español y del Barça, una contradicción que cada uno sobrelleva de la mejor manera posible. Pero los cuatro lustros en la administración autonómica me sirvieron para conocer de primera mano los numerosos desmanes que con toda naturalidad se han producido en las autonomías, muy principalmente mientras las gobernaba el PSOE.

Por ejemplo, el caso de los tres presupuestos ficticios para tramitar un gasto menor, puesto de relieve en la denuncia contra Urdangarín, fue durante lustros la manera habitual de gestionar contratos públicos para que los ejecutaran los amigos de los poderosos.

A comienzos de los noventa el límite del presupuesto del contrato para poder tramitarse con la simple presentación de tres presupuestos era, creo recordar, de dos millones de pesetas. Así pues, se fraccionaban los contratos hasta que sus partes individualmente no superaran ese tope, y el contratista con el que el político había contactado previamente se encargaba de presentar dos presupuestos de colegas de profesión y el de su empresa, que casualmente era más barato en unas mil pesetas, pues hasta esos extremos llegaba la voracidad sociata.

El que se iba a quedar con la adjudicación se encargaba hasta de confeccionar los otros dos presupuestos, para que sus dos colegas sólo tuvieran que firmar y poner el sello, pero coño, al menos el adjudicatario nos los traía en mano a la oficina para, al menos, guardar ciertas formalidades. Nunca se les ocurrió, Urdangarín, hijo, ¡enviarlos desde el mismo número de fax!, porque en el Tribunal de Cuentas hay gente muy benévola pero sus miembros no son tontos del culo. 

Eso pasa por confiar en los políticos y seguir sus consejos a rajatabla en lugar de preguntar a los funcionarios del ramo cuál es la manera correcta de ejecutar el trinque.  La soberbia de unos y otros ha hecho que la ilegalidad cometida en ese contrato de 60.000 euros del gobierno balear sea una evidencia incontestable. Ahora que aguanten el tirón y que se vayan preparando para lo que llegue a continuación, porque me huelo que este peculiar contrato, como ocurría cuando yo estaba en una oficina de contratación autonómica, no va a venir sólo. Una vez puestos, los contratos menores se encadenaban como los chorizos, y que nadie extraiga conclusiones precipitadas por la metáfora utilizada.

Desde el mismo fax, señores,desde el mismo fax, ¿es para cabrearse o no es para cabrearse?

Herramientas

2
comentarios
1 ongietor, día

Una de las causas de la crisis es la incapacidad de la gente honrada para adaptarse a estos sistemas de 'vigilancia de cuentas'

2 AnkHor, día

Es para cabrearse don Pablo. Que un canelo tan torpe haya estado trincando mientras toda una generación de españoles con títulos, masters y capacidades a porrillo, tienen que hacer las maletas para buscarse las lentejas en otro sitio... es para cabrearse y mucho. España se está desangrando en el mayor y mejor activo que posee: El CAPITAL HUMANO. Mientras la cuadrilla de bandoleros (dizque políticos) se dedica a trincar el dinero público y repartirlo entre amiguetes con todas las mordidas habidas y por haber. La cosa va a durar lo que dure la paciencia de los que trabajamos y creamos riqueza para un país, es decir, los que no somos ni políticos, ni funcionarios, ni pensionistas, ni sindicarios, ni "artistas" de la Zeja. Esa paciencia también tiene un límite y los de la Zeja lo han dinamitado como los trenes que les auparon al poder. Así que, mi menda también está preparando las maletas y justo después de las Navidades, con el año nuevo, comienzo vida nueva... al otro lado del Mundo... (porque no hay sitio más lejos, leñe). Aquí les dejamos. A ver si cuando solo queden políticos, pensionistas, sindicarios, "artistas" del trinque y la subvención y funcionarios y demás enchufados de los políticos que tampoco producen, se dan cuenta de que han roto el saco. P.S.: Por mi parte está usted perdonado don Pablo, yo también estuve a punto de ser funcionario, pero me arrepentí a tiempo.