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La dorada esquiva, la lubina pretenciosa y el sargo impertinente. Sí, va de pesca

Pescar me relaja. A mí hijo, eventual compañero de pesqueras, le pone algo nervioso, pero es que para un niño ver cómo una lubina se te escapa del señuelo cuando la tienes casi a la mano es un drama tremendo. Lógico, a mí también me pasaba con los barbos del río Segura cuando tenía esa edad.

Ando detrás de pescar una dorada. No una en concreto con nombre y apellidos, claro, sino cualquiera que pese mas de un kilo, pero no hay manera. Para conseguir ese objetivo he llegado al sacrificio de anzuelar un gusanaco asqueroso, de esos que miden más de medio metro vivos, por supuesto provisto de guantes quirúrgicos porque el contacto con los anélidos me provoca un asco insuperable. Cuando los otros pescadores, especialmente los más viejos, me ven enfundarme el guante de látex como si fuera a practicar una operación de próstata en lugar de anzuelar una lombriz coreana, sacuden la cabeza y miran para otro lado, seguramente diciéndose para sí mismos "lástima de criatura". No los culpo, pero es que es algo que me supera.

Pero con la dorada no hay manera, amigos. He llegado a coger una lubina bien hermosa utilizando como cebo longaniza (no es coña; lo juro), o varios espetones con señuelo artificial, pero la dorada se me resiste. Voy tras ella en plena madrugada (a eso de las 5 de la mañana), he pasado varias horas en plena noche intentando engañarla con mis aparejos (los de la caña, me refiero), me he tostado por el sol intentando conseguir un ejemplar a eso del medio día y me he caído en los roquedos "a pique de haberme matao", pero no hay manera. Jodido gobierno...

Ahora bien, soy un especialista en sargos. Los de la costa de Aguilas me conocen ya porque debo haberlos pescado a todos en alguna ocasión. Luego los devuelvo al mar, claro, porque salvo que sea un ejemplar enorme, cosa muy rara, se trata de una especie que conviene no machacar en exceso, así que si están por debajo del medio kilo les devuelvo la libertad. Los cabrones me lo agradecen haciendo frecuentes visitas a mi caña, con lo que si hay alguna dorada en los alrededores ni siquiera le dan opción a que pruebe mi carnada.

De todas maneras no es tan importante. Se experimenta tanta paz en plena orillaobservando la puntera de la caña cimbrearse a impulso de las picadas, que aunque tarde en conseguir una dorada no voy a dejar de acudir a mi cita diaria con el Mare Nostrum.

El día en que consiga una "pepona" de kilo y medio subiré a este blog la foto correspondiente para la posteridad. Lo prometo.

Feliz agosto a todos, amigos. Cuídense, descansen y no piensen en Zapatero. Si pueden.

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comentarios
1 gorriz, día

Je. Pues uno de los recuerdos de mi niñez es el de mi padre pescando una enorme dorada en Sitges, con un anzuelo y un sedal que encontramos en la playa. Creo recordar que utilizó como cebo un pequeño cangrejo. Lo mejor de todo es que mi querido viejo era un Guardia Civil(mayúsculas,sí) navarro,completamente de secano,que no había pescado ni barbos en el Arga Gracias de corazón por tus artículos. A mi padre,el pescador de doradas,le habrías encantado. Ya queda menos.

2 martsal, día

Le felicito por haber tenido el buen gusto de haber elegido Aguilas para veranear. Es un lugar al que le tengo mucho cariño. Pasé allí algunas etapas veraniegas muy felices en mi ya lejana juventud. Le deseo suerte con la dorada. Pero el sargo también está muy bueno , no lo desprecie. Un abrazo y felices vacaciones.

3 DasBoot, día

Sugiero tirar la caña en el deposito de una piscifactoría. Asi se ahorra uno el cebo y la espera...