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El poeta viajero en silla de ruedas

La primera vez que vi al poeta y cronista Soren Peñalver fue en un ciclo de conferencias articulísticas llamado "Columnas y pedestales", en Murcia, allá por los planos años noventa (soy de los que cree que los años noventa, pese a los patéticos intentos resurreccionales de los que vivieron su acné por aquel tiempo, fueron un apósito cansado de los ochenta, no más que la resaca). Me llamó la atención su pelo color jarabe, y ese dedo índice que ponía en su mejilla al conversar como si se fuera a volar la cabeza de un tiro. Paseaba a su bicicleta por la calle como a una mascota, con el mismo estilo con el que el francés De Nerval sacaba a pasear por los bulevares de París, atada con una cinta azul, una langosta viva. Después de alabarme muy finamente "los alamares" de mi pelo (aún hoy no sé a qué se refería, por cuanto no estoy seguro de distinguir entre "alamar" y "calamar") me contó una bonita historia que le había acaecido en algún desierto tártaro, o por lo menos oriental. Un trashumante desconocido, quizás un pastor de cabras con kalashnikov, había montado guardia toda la noche junto al poeta, velándolo para que no fuese robado y asesinado o devorado por las alimañas. Dicen las malas lenguas que esa fábula romántica con moraleja se la había inventado, como todo lo que supuestamente le había ocurrido fuera del estrecho carril que le traía de su casa en la huerta a Murcia. Pero yo sé que no había inventado nada, sino que Soren se limitaba a contar lo que había sentido en sus deliquios de persiana entornada y sofocantes duermevelas huertanas. Porque si es verdad que los viajes son siempre interiores, todos los desiertos y todos los amables desconocidos son más reales cuanto más anhelados.  La realidad es para quien se la trabaja. Si la bella Sherezade de "Las mil noches y una noche" hubiese sido Soren Peñalver, nunca habría terminado de contar su relato, y nunca habría callado al  llegar la mañana.
 
Nunca había una conversación que se pudiese dar por terminada, con Soren Peñalver. Llegaba al periódico a decir una sola frase y se despedía desde la puerta por cuarta vez teniendo en la boca aún la decimoquinta glosa, con su bibliografía adjunta. Un conversador, no nato, sino perpetuo. Como en aquella historia de "Las mil noches y una noche", los que iban a matarle permanecían hipnotizados por su relato, y siempre estaban a punto de perdonarle. La belleza amansa a las fieras. La vida quedaba extática, pasmada, sentada en cuclillas en la postura del loto escuchando a Soren y jugueteando impaciente con sus horas. esperando a que este poeta volviera de su excursión verbal por el planeta, el Cielo y aledaños. Pero en algún momento Soren, el de la conversación perenne, calló, quebró su narración, su bella historia interminable, por un despiste momentáneo, para tomar aire, para tomar impulso, quién sabe qué pudo ser,  y entonces la vida, despertada de repente, le atacó. Algo se le metió por la espalda a Soren Peñalver, como el "escalofrío" de aquella vieja película de Vincent Price, que tenía forma de gusano. Hoy el poeta va en silla de ruedas, y creo le acaban de dar un homenaje. En tiempos de la bohemia, cuando te daban un homenaje donde había "lubina dos salsas", tus admiradores consideraban que tú no estabas más vivo que la lubina. Yo no quiero contribuir a eso. Porque Soren, aún postrado en una silla de ruedas y seguramente paseando su bicicleta al costado como si fuese su perro, va a viajar todavía a más reinos lejanos donde los desconocidos se parecen a Valentino en "el hijo del Caíd" que todos los aventureros que en el mundo han sido.

 

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comentarios
1 clavius, día

Gran relato. Lo mejor que te he leído. Es rarísimo encontrar una persona a la que escuchar, pero más aún escucharla siempre; sólo un poeta de verdad es capaz de lograrlo. Y hoy lo que hay son poetisos. No he leído nada de ese hombre, no sé si lo leeré, habiéndote leído a tí no me hace mucha falta leerle a él. Es mejor imaginarlo como nos lo has dibujado, "paseando su bicicleta como una mascota". En algunas ocasiones es mejor que te lo cuenten a que lo descubras. Bien lo sabía Sherezade. Felicidades Jose Antonio. http://elblogdekufisto.blogspot.com/2011/03/te-para-uno.html

2 AnkHor, día

Redundando en el comentario del compañero Clavius, diré que también me ha encantado el relato, pero no creo que sea el mejor. Creo que el mejor aún se está cociendo en esa mente maravillosa que nos obsequia con éstas publicaciones que tanto nos gustan... a los que como el protagonista de éste, valoramos mucho más los viajes interiores que los fácticos, pues son los que de verdad te descubren el mundo, no como es, sino como nos gustaría que fuese, pues sin duda alguna es mucho mejor y sin riesgo cierto que te obligue a colgarte un Kaláshnikov.