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El "caso Milano" o la supuesta corrupción en rebajas

Cuando el presidente murciano Ramón Luis Valcárcel llegó al poder regional en la primavera, casi primer verano ya, de 1995, y pocos días después del triunfo, yo me dirigí al Palacio de San Esteban, sede del Gobierno, para dejarle a su director general de Comunicación, José Antonio Ruiz Vivo, un paquete lujosamente envuelto que contenía unos reputados zapatos ingleses negros con hebilla plateada, los que por entonces gastaba James Bond en sus películas, de esa clase de manufacturería de las islas que dura toda una vida en buen uso. Entonces lo entendí como un regalo personal no por cierto pelota, sino con su poco de ironía (era fama que Valcárcel, empero ir siempre de punta en blanco, llevaba zapatos como de padecer de juanetes, Brummell de tobillo para arriba y Pío Baroja en la mesa camilla de tobillo para abajo). Pero hoy me hubiesen confundido con "el bigotes" del PP, el tal Álvaro Pérez, ese ridículo pisaverde envuelto en una trama de vuelo bajo donde uno que pasaba por allí le contó a una cogecosas del partido que había sobornado
supuestamente al presidente valenciano Camps con unos trajes de la tienda "Milano". Y me hubiesen implicado en una trama de intento de soborno, y de paso a Valcárcel, con mucha más razón que al "bigotes" con Camps, porque yo todavía estaba obsequiando con un artículo de lujo y "el bigotes", según se sospecha, con trajes baratos de la tienda donde se visten correctamente los oficinistas y los vendedores de biblias "testigas" a domicilio. Por si acaso aquello podía ser entendido como un soborno, Valcárcel jamás usó esos zapatos y me imagino que algún pedigüeño de Cáritas suertudo acabaría calzando como un Príncipe de Gales. Qué bajo han caído los sobornos desde mi época, sobre todo si los investiga "El País", ese diario globoso, más que global. Esto del caso "Milano" es la cutreorgía de Roldán pasada por lo textil.

Es decir, que tengo en mucho más al presidente valenciano Camps, y no me creo absolutamente nada, ni un tanto así, que se juegue su carrera política por una remesa de honrados trajes marino o marengo del correcto establecimiento para los que andan "cortos de remanente", que diría Paco Rabal. Si en mis tiempos, como digo, mandábamos como regalo en señal de respeto político qué menos que un jamón de reserva o algún detallito bien y de gusto, qué no hubiésemos mandado como intento de soborno. Nada por debajo de mandarle al político al mejor sastre de Saville Row en comisión de servicio permanente, o, si se tratara de "pret a porter", qué menos que Ermenegildo Zegna. ¿Qué es esta película de terror que se han sacado los de "El País", diario que como todo el mundo sabe se ha caracterizado durante toda su ejecutoria por investigar los mejores casos de corrupción, y los socialistas a su servicio de la Fiscalía, la Judicatura y el Ministerio? Hago mía la frase del juez Garzón con lo de la cacería, pero con harta más razón que él: qué poco deben de tener estos para sacar lo de los "trajes Milano". Me suena a aquella gran exclusiva de la hermana de la cuñada del primo de uno que pasaba por allí que una vez
coincidió con un amigo segundo por parte de tío de Zaplana. "El país", siempre a la vanguardia.
 
Como ha dicho alguien, qué mal deben estar las cosas de la supuesta corrupción pasando en veinte años de los frigoríficos para abrigos de piel de Aída Álvarez, aquellos sí, realísimos, a los saldos por liquidación de existencias para políticos del PP que, según creen los investigadores de esta "trama", no ganan lo suficiente para vestirse como sí lo hace un vulgar administrativo mileurista. Si lo de Camps no fuese, como es, otra de esas cosillas cutronas que tiene el "diario amigo", que cuando se pone a investigar acusa la falta de hábito, yo sería el primero en regalarle, no los zapatos de James Bond, sino una limosnita por caridad. Al pobre.   


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1 hirvalui, día

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