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Dos diputados del PP como viudas de sí mismos

Hace unos días los regantes de Murcia les impusieron su medalla de oro a los diputados murcianos que votaron en contra de las directrices de su grupo parlamentario. Fue, como saben, en la aceptación a trámite de la reforma del Estatuto de Castilla-La Mancha. Pero podría haber sido por cualquier otra cosa. Si asombroso fue que el que dos diputados opinen distinto que todos los demás, y no hay pocos, sea noticia en España, más pasmoso aún es que la medalla de oro que una organización ciudadana les concede después sea interpretada como una especie de "cruz de hierro con hojas de roble", una medalla al valor en combate, casi al arrojo temerario y suicida, o sin casi. Pero es que la sociedad lo percibe así. ¿Y por qué la sociedad lo percibe así? Es lamentable decirlo: porque en realidad es así.
 
Los cuellos de Alberto Garre y de Arsenio Pacheco, que así se llaman los dos dignísimos diputados PP, valen mucho menos para los Moragas y compañía desde que se posicionaron en contra de lo que les ordenaba el muñidor o conseguidor Esteban González Pons (sí, les ordenaba, no les aconsejaba: "no me hagáis esto, que vosotros quedáis de puta madre en Murcia, pero a mí aquí me dejáis con el culo al aire", decía el valenciano, con fina prosopopeya). El presidente murciano Valcárcel, que es un guasón y a quien todo esto en realidad le divierte porque no le preocupa lo más mínimo, aunque delante de Rajoy o de Soraya ponga cara grave, saluda a Pacheco con un "qué hay, rebelde", pero los dos diputados no se han hecho precisamente amigos en la cúpula popular, síntoma de que, contra lo que algunos han dicho, no había nada pactado. Lo triste es que un representante de la voluntad popular cumpla estrictamente con esa voluntad popular en las Cortes (rechazando un texto contrario a la Constitución y a los intereses vitales de la Región de Murcia) y todos nos llamemos a maravilla. Ooooooh. Y, dentro del orgullo que llevaron a gala los dos diputados, también no deja de ser tristísimo que los homenajeen y condecoren en su región por una heroicidad que debería ser la práctica común de todos los representantes populares, con listas abiertas o con listas cerradas o a medio entornar.
 
Les condecoraron como si fuera un convite a título póstumo, como si impusieran la medalla de oro a las viudas de sí mismos, porque a Pacheco y a Garre, desde que pasó lo suyo, se les ha puesto un perfil de moneda que asusta. ¡Si casi ya les veo como un brillo alabastrino en la frente y parecen "estautas", que se dice en Murcia!

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