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Póster Un golpe de altura

Un golpe de altura es la mejor película de Brett Ratner. Algo que no es nada difícil, dirán ustedes, y con toda la razón del mundo. Pero en esta ocasión el soso director de la trilogía Hora Punta y El dragón rojo se ha servido, casi por primera vez en su carrera, de un reparto bien equilibrado y un guión convencional pero sorprendentemente sólido.

Un golpe de altura se inserta de lleno en el género de las heist-movies, es decir, películas de robos, cuyo máximo y más reciente exponente es la trilogía Oceans Eleven dirigida por Steven Soderbergh. La película describe el robo de la caja fuerte de un magnate de Wall Street (un excelente Alan Alda) que ha estafado el dinero de la jubilación de todo el staff de empleados del rascacielos, liderados por Kovacs, el personaje de Ben Stiller.

Hablábamos arriba del guión, escrito por Ted Griffin (no en vano, la propia Oceans Eleven) y Jeff Nathanson (Atrápame si puedes), y que toma como referencia la sólida estructura de la película que protagonizó George Clooney (heredada de todo el subgénero), y que a su protagonismo casi coral añade altas dosis de comedia, así como una serie de referencias nada veladas a la crisis y escándalos como el caso Madoff nada casuales. Es entonces cuando Un golpe de altura supera todas las expectativas posibles, y se presenta como una sátira ejemplar que mezcla comedia, espectáculo y unos diálogos rápidos y certeros.

Poco después, el libreto deriva, como era de esperar, en la planificación y ejecución del robo que da titulo al filme, aspecto que Ratner ilustra con su característica corrección y también con cierta falta de garra. El director de El Dragón Rojo desaprovecha algunas de las oportunidades que le ofrecen Griffin y Nathanson, y pierde completamente el pulso del personaje de Matthew Broderick y Eddie Murphy (quien aparece definitivamente a los 50 minutos de película, decidido a volver a sus orígenes cómicos). No obstante, también se reserva un buen puñado de giros debidos exclusivamente a los personajes y los diálogos (ver cuando Alda le dice a Kovacs que invertir es algo similar a apostar), por no decir la hilarante escena que incluye un coche con mucho que decir en la trama y su desenlace, no del todo feliz pero extraordinario por su coherencia.

Me pregunto qué habría hecho con semejantes elementos un realizador como John Landis, quien en los ochenta facturó una serie de brillantes e inconformistas comedias (algunas de ellas protagonizadas por el propio Eddie Murphy, como Entre pillos anda el juego), tan capaces de dar espectáculo como de hacer una saludable peineta al sistema que las ampara. De todas formas, Un golpe de altura no es ninguna decepción, más bien al contrario.

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