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Póster Operación E

Operacion E supone el regreso del realizador Miguel Courtois Paternina al thriller político, si bien esta vez de una forma más parabólica y terrenal (y con mejores resultados, he de decir) que en GAL y El Lobo, sus anteriores incursiones en el género. Sin apartarse de las implicaciones políticas de la trama, presentes sobre todo en la segunda mitad del largometraje, Operación E concentra sin embargo sus energías en la odisea humana y personal de Crisando (Luis Tosar), un campesino que vive con su numerosa familia en la selva y en medio del campo de batalla de los terroristas de las FARC y el Ejército colombiano. Y lo cierto es que tanto película como espectadores salimos ganando con ello.

Operación E comienza con el temido rótulo de "basada en una historia real" y después con un parto. Después, la película sigue la senda de Crisando, un campesino que es obligado por los terroristas que dominan el territorio a cuidar de un bebé del que no sabe su procedencia ni su identidad. Tras la entrega, la advertencia: la familia de Crisando será asesinada por los terroristas si le pasa algo al niño. Debido a este y a otros acontecimientos, el grupo decide huir a la ciudad, iniciando un viaje lleno de peligro y penurias. No obstante, y en el fondo de todo, la película también es la historia de varios rehenes de las FARC secuestrados durante años en la misma selva donde vive Crisando. Sus historias están íntimamente ligadas, aunque él no lo sepa...

Operación E se instala durante esa primera mitad en la franja del drama de supervivencia, narrando la lucha contra los elementos (humanos, naturales) de Crisando y su familia con voluntarioso dramatismo y una buena factura formal. No hay entonces nada que disguste ni nada que encante en un relato correcto que destaca, eso sí, por su excelente atmósfera y el buen trabajo de Luis Tosar, que adopta los modos y maneras de un campesino colombiano con ese vigor habitual que inyecta en todos sus papeles. Courtois muestra, de todas formas, un notable interés y cuidado por el relato que cuenta por vez primera -creo yo- en toda su filmografía, o al menos la abordada por un servidor. Pese a que la ironía brilla por su ausencia debido a su naturaleza de denuncia (en ocasiones demasiado evidente), y que algunos de los arrebatos patéticos no convencen (además, el bebé en cuestión, verdadero McGuffin de la historia, nunca llega a existir más allá del cliché), Courtois halla el tono específico de la película y no quita un ojo de su crónica durante todo el largometraje, lo que ya es un paso adelante.

Operación E, no obstante, alberga pasada la mitad de la película un giro en su trama que complica todo y trata de añadir gravitas al conjunto, con el protagonista envuelto sin saberlo en un embrollo político con vistas a acabar en guerra civil, o guerra sin más. A modo de advertencia, y pese a que este nuevo derrotero está relatado en la sinopsis oficial del filme e incluso figura en su cartel, conocerlo puede chafar la experiencia de lo que, al fin y al cabo, es sobre todo un relato de suspense. Operación E, en todo caso (y pese a su horrible título), amplía con ello sus propósitos desde el retrato de un pícaro patético y voluntarioso, de moral farisea pero al fin y al cabo una víctima del terrorismo, hacia lo político, general e histórico. La cinta se la juega en este punto pero al final consigue tono específico. Courtois sabe cómo manejar los resortes del thriller de denuncia con un punto conspiranoico, y de hecho campa a sus anchas por Bogotá ofreciendo un sórdido y a la vez exótico, minucioso panorama visual al espectador. Operación E no escandaliza como debería, no descubre nada nuevo y también se alarga demasiado. Pero se trata de un filme interesante en todo momento y una aceptable crónica tanto de los horrores perpetrados por los terroristas de las FARC (en su primera mitad) como por la política (en su oscuro pero un tanto anticlimático desenlace).

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