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Póster Manuale D'amore 3. Las edades del amor

En Manuale d’amore 3, el italiano Giovanni Veronesi continúa con su particular revisión de las etapas y estados del amor en una nueva cinta compuesta, esta vez, por tres episodios con nuevos personajes que retratan distintas historias, esta vez centradas –es un decir- en demostrar que el aliento romántico no tiene edad. Con la presencia estelar de un desganado Robert De Niro y Monica Bellucci como principal reclamo –para sus apariciones hay que esperar hasta el tercer y último episodio de la cinta-, Veronesi no varía sin embargo un ápice los componentes de la fórmula, que empieza a oler un tanto a cuerno quemado.

Manuale d’amore 3 tiene la noble intención de destilar buen rollo, y probablemente cumpla las expectativas de gran parte de la audiencia, pero la irregularidad heredada de su estructura, su tópico costumbrismo pintoresco, a veces no encuentra contrapeso en una realización y un guión harto convencionales. La intención de homenajear tiempos pasados en la comedia italiana –también presente en otro título italiano estrenado entre nosotros en los últimos días, la superior La prima cosa bella-, resulta noble, pero la división en fragmentos de la película impide profundizar en los personajes y fuerza la adopción de un tono vivo, pero totalmente anecdótico y superficial.

Quizá en el fondo esto favorezca a Manuale d’amore 3, película que compensa la pérdida de frescura respecto a la primera película –que recaudó nada menos que 15 millones de euros sólo en Italia- subrayando al máximo el tópico mediterráneo. Tras un primer episodio melodramático y un tanto atolondrado, Veronesi tira de la caricatura en la segunda historia, que envuelve a un presentador televisivo (Carlo Verdone) acosado por una joven inestable, y que al menos proporciona un par de momentos pasados de vueltas. El tercer episodio, con los dos astros De Niro y Bellucci, cumple con lo prometido sin pasarse con la melaza, lo cual ya es algo. En algún momento de la cinta, uno de los personajes dice a otro que en la Toscana nadie le pide a nadie que sea mejor de lo que es. Parece que a Veronesi tampoco se lo han pedido.

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