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Sin más demora, ya que sólo quedan unas horas para darle el finiquito a 2012, les entrego la lista de los mejores largometrajes estrenados a lo largo de este año que acaba.

¿Aclaraciones? Como siempre y a modo de manual de uso, señalar que ni siquiera se esfuercen en buscar en ella las mejores películas, o las peores (que publicaré en días sucesivos). El objeto de lo escrito abajo es simplemente rememorar las películas que han quedado en el recuerdo o alimentado las obsesiones personales de este cronista. En fin, simplemente, una lista personal desgraciadamente inacabada (no he podido ver, ya quisiera -o no-, todos los estrenos de la cartelera) y espero, intransferible, que pueden complementar con la publicada en paralelo por nuestro compañero Santiago Navajas en su espacio cine y política.

Bonus: fuera de la lista quedan un buen número de películas, pero me resulta imposible no mencionar tres que podrían haber estado. War Horse, el último largometraje de Steven Spielberg a la espera de Lincoln, es como la propia lista que les presento. Imperfecto y algo fragmentado, es sin embargo y a pesar de ello un poema épico rutilante, además de una dedicación sentida de Spielberg al cine clásico y, por qué no, incluso a sí mismo, dada la magnitud de una puesta en escena extrañamente desprovista de autocomplacencia. Los descendientes ofrece un gran trabajo de George Clooney y también es un filme imperdible para todo aquel que afronte la pérdida de un ser querido (y quizá por eso mismo, de momento en cuarentena). Y no me olvido de Argo, que todavía está en cines y quién sabe qué será de ella en los Oscar.

¿Listos? Empezamos:

10. Brave (Indomable) Los maestros de Pixar sorprendieron con una cinta fallida y ambiciosa, tan insatisfactoria como fascinante. Fallida porque renuncia al formato épico y al alegato feminista más marrullero cuando tenía todas las piezas dispuestas para ello, y fascinante precisamente por eso mismo, por su condición de rara avis en su género, por su cegadora factura técnica, el diseño de la princesa Mérida, la enorme fuerza de voluntad que hace falta para renunciar a la epopeya y la fanfarria y elegir en su lugar una modesta canción doméstica. Que me seduce esa contrariedad, vaya, incluso por encima de las bondades de una cinta más redonda como es El alucinante mundo de Norman.

9. Sin tregua. De acuerdo. El thriller urbano protagonizado por Jake Gyllenhaal y Michael Peña no reinventa el policial, ni siquiera el género del found footage o cine reality. Pero sí consigue convencerme de que tanto uno como otro género tienen futuro. Estamos ante un thriller tan enérgico e intenso, de tan viciada y retorcida atmósfera, que inyecta renovado interés a los tópicos que suelen adornar este tipo de largometrajes, recordándonos por qué nos gustan y por qué la sala oscura debería tener futuro más allá de la competencia de la pequeña pantalla, tanto da el formato o escala del largometraje.

8. Take Shelter. Confieso que habitualmente me aburro cuando toca jornada indie, y que en ocasiones he adjetivado de manera despectiva esa voluntad de alejarse de la industria (al menos, cuando esa es su finalidad en sí misma). Pero en ocasiones, con cintas como Take Shelter o la también estimable Moonrise Kingdom, uno se tiene que tragar su propio discurso. La presente es una indagación psicológica en la mitología del Apocalipsis en forma de drama doméstico y con ribetes de American Gothic que contiene una de las mejores interpretaciones del año, la de Michael Shannon. No es recomendable combinarla con los titulares de periódico que han adornado este 2012, el año en el que debimos irnos todos al guano.

7. Profesor Lazhar. Calificar de cine social realista o drama familiar la película protagonizada por un excelente Mohamed Fellag sería peor que reducirla a un mero alegato educacional. Dramática, optimista, pequeña y bonita, la película narra la llegada de un profesor argelino a un colegio de Montreal tras el suicidio de una profesora. El enigmático y siempre correcto profesor Lazhar, naturalmente, lleva en su mochila no pocos conocimientos, y acaba desentrañando a sus jovencísimos alumnos el misterio de la vida y la muerte durante un curso conmovedor.

6. Blancanieves. Pese a la voltereta que provocan sus dos partes diferenciadas, Pablo Berger compone aquí una de las pocas películas de este año capaces de emocionar de manera absolutamente primaria, de tan arraigadas que están sus imágenes. Arraigadas a la cultura tradicional del país, a la del cine, a la de la narrativa visual. Blancanieves, muda y en blanco y negro, es una de esas películas que, como La invención de Hugo, ayudan a pensar el cine, pero en la que a la vez ese ejercicio metalingüístico no se come la película. Dicen que es como The Artist, pero la película ganadora del Oscar queda, la verdad, reducida a un simpático guiño comparado con este trabajo español. 

5. Lo imposible. La puesta en escena de J.A. Bayona me parece un poco más inapetente de lo que debería, pero su tsunami fílmico emociona y entusiasma durante todo su metraje gracias, en parte, a la mejor interpretación infantil del año, obra del británico Tom Holland. El barcelonés, por su parte, supera la cabriola de cambiar de protagonista (y quitarle tensión al invento por el camino), y se queda en el borde de lo melodramático y lo cursi con alucinante seguridad, haciéndome chapotear en ese mar de emociones que prometía su omnipresente publicidad.

4. El Caballero Oscuro: La leyenda renace. Inferior a las dos anteriores aventuras de Batman, el cierre de la trilogía sobre el hombre murciélago tuvo la extraña virtud de molestar, o confundir, con su supuesto mensaje político. ¿Al final, era una película pro revolucionaria? ¿Estaba Gotham preparada para esa fuente de energía ecológica reconvertida en arma nuclear? Lo que sí es seguro es la habilidad de Nolan de balancearse entre opuestos, para descubrir la pesadilla distópica y simultánea de capitalistas e indignados, y realizar no una aventura de superhéroes, sino una obra ética sobre el espíritu humano. El problema verdadero es que esta vez el invento carecía del poder seductor de El caballero oscuro, de su perfecto timing, y también de un villano menos enigma que los anteriores. Nolan, por primera vez, parece distanciarse un tanto de lo que cuenta, como sometido a su urgencia narrativa. Aún así, buen trabajo.

4.2. Los Vengadores. Frente a la anterior, la presente es simplemente una absurda película de superhéroes ¿algún problema?. Eso es lo que parece decirnos Joss Whedon a lo largo de todo el extenso y colorido metraje friki de la esperada reunión de héroes Marvel. El guionista televisivo saca sus mejores armas de plumilla (nunca lo bastante bien valoradas) a la hora de confeccionar un guión con casi una decena de protagonistas, de inventarse líneas socarronas, y de matizar e incluso anular las ínfulas de una gran producción con un aroma a serie B sólo detectable para fans del Whedonverso. 

3. La invención de Hugo es, probablemente, una oda al cine, un poema sentido y profundo a la escritura en pantalla encarnada esta vez en la figura de un ficcionalizado Mélies. Pero lo que encanta de la película de Scorsese es de nuevo cómo se apropia del arco de transformación del héroe para elaborar cine personal, épico e íntimo, que apuesta abiertamente por el rito tradicional del cine a través del mejor trabajo técnico de la década. 

2. Looper no sólo es buena ciencia ficción, sino también un buen relato de suspense y acción en el que su director, el joven Rian Johnson, logra todo ello no a través del diseño de producción o el el lícito despliegue de fantasía, sino a base de un sólido trabajo de guión y dramaturgia interna. Looper es, también, una de esas películas de apariencia comercial pero tristes e intimistas en el fondo de una manera casi suicida (si es que ambas cosas se contradicen, pero entiéndanme). Durante la película, la propuesta a lo Minority Report se transforma en Único testigo, mientras centramos miras en su desdoblado protagonista huyendo y escondiéndose de sí mismo.

1. Skyfall. Sam Mendes consigue reubicar las piezas de la franquicia Bond para los siguientes largometrajes con un film sorprendentemente intenso, siniestro y cerebral, incluso para el excelente estandarte de la serie que fue Casino Royale. Entiéndanme: no creo que la saga 007 lo necesite, pero Skyfall es, sin embargo y por derecho propio, uno de los mejores filmes de 007, una bicoca para fans, pero sobre todo un gran trabajo cinematográfico, elegante y sentido, y sólo un punto por debajo de la diversión de los filmes más gozosos de la serie. ¿Defectos? Por ponerle uno, la sustitución de David Arnold por Thomas Newman. 

Saludos a todos ustedes, y feliz año...

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