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Juan Manuel González

'Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio'

Póster Las aventuras de Tintin

Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio es la primera de las adaptaciones al cine del cómic creado por el belga Hergé en 1929. O al menos, de las planeadas por Steven Spielberg, asociado para la ocasión con el neozelandés Peter Jackson (que se encargará de la segunda película de la serie, si la taquilla acompaña). Ambos gurús han escogido tres de los álbumes más celebrados de la colección, El Secreto del Unicornio, El Tesoro de Rackham el Rojo y El cangrejo de las pinzas de oro, para elaborar una cinta que adapta de manera completamente blanca, para un público de cero a cien años, el espíritu de Hergé… si bien con algunas modificaciones.

A diferencia de la línea clara del belga, que destacaba siempre por su pura y prístina claridad, El secreto del Unicornio pasa por ser de los filmes más abigarrados de su director. No existen palabras para describir el dinamismo de la labor de Spielberg. Su frenetismo visual, su ritmo incesante -que nunca decae salvo en el desenlace-, hacen imposible que el espectador parpadee, por miedo a perderse algo de tal exuberancia. Apenas se había visto en la carrera del director tal nivel de histerismo visual, al menos, desde la famosa segunda mitad de Indiana Jones y el Templo maldito.

Como en aquel filme, esto genera algunas carencias en la definición de los personajes, especialmente visibles en la caracterización del propio Tintín y algunos secundarios. La apuesta por la plasticidad de El Secreto del Unicornio oculta, pero sólo hasta cierto punto, que el filme posee un guión mejorable, y que las modificaciones realizadas sobre el texto de Hergé (necesarias casi todas, pese a algún error de bulto, según mi punto de vista) quizá enerven un tanto a los más fanáticos. La labor de Stephen Moffat y Edgar Wright (director de culto autor de las infravaloradas Zombies Party y Scott Pilgrim contra el mundo), resulta entusiasta en la acción y adecuada en los diálogos, pero tanta rapidez pasa factura.

No obstante, el aliento fantástico que le aporta el director, así como su impresionante factura técnica, convierten El Secreto del Unicornio en un show visual único en su clase. Spielberg incluso vence el pulso a algunas de las limitaciones técnicas del motion capture utilizado por Robert Zemeckis –incluyendo parte de la inexpresividad facial de sus protagonistas, que provocaba cierta impresión de asistir a un baile de máscaras- y lo lleva hasta cotas nunca vistas de plasticidad.

¿Vence esto las reservas respecto a la animación digital "convencional", es decir, la utilizada por Pixar, por ejemplo?. La respuesta es… sí, casi siempre. Pese a encontrarnos con un indiscutible paso adelante, éste no llega a afectar a todos los personajes, aunque sí lo hace de forma abiertamente positiva en el del capitán Haddock, verdadero foco de atención una vez aparece en escena a la media hora de película (gracias, también, a la excelente interpretación de Andy Serkis, una de las pocas que consigue traspasar abiertamente la pantalla). Pese a que la relación entre Haddock y Tintín no está suficientemente explotada, Spielberg consigue sacar oro de la nada y entre persecución y persecución encuentra algún que otro instante humorístico o emotivo de lo más adecuado (ver cuando el capitán explica a Tintín por qué él, ni nadie de su estirpe, se rinde jamás).

El conjunto goza de ideas únicas que denotan el dominio visual de su director, su habilidad de narrar a través únicamente de las imágenes. Me refiero a instantes como el de la fantasmal entrada en escena de Rackham el Rojo, que comienza con impresionante un plano de sus pies; la presentación del capitán Haddock, visualizada a través de una botella de whisky, o la del propio Tintín, en la que Spielberg hace un uso virtuoso y sutil del reflejo de los espejos para diseñar el espacio de la escena. Por no mencionar la persecución en las calles de Marruecos, todo un homenaje a Indiana Jones y la última cruzada llevado a cotas de puro slapstick, y sin duda la secuencia más espectacular vista en el cine de este año. ¿Queremos más Tintín? La respuesta, para el que escribe, pese a esas matizaciones, es que sí.

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