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Póster Intruders

Intruders fue presentada fuera de concurso en la inauguración de la última edición del Festival de San Sebastián. Allí, la película del cineasta canario Juan Carlos Fresnadillo (Intacto, 28 semanas después) fue recibida con indiferencia y, en algunos casos, una inexplicable animadversión. Vaya por delante que a un servidor Intruders no le ha parecido la panacea, pero se trata de un thriller de terror muy estimulante y nada pretencioso, que apunta varias cosas: la primera, confirma que en Fresnadillo hay un cineasta español con proyección y con vocación internacional, y segundo y no menos importante, que se trata de un joven director con un creciente dominio técnico y, además, con voluntad de tratar cine de género desde un prisma respetuoso con sus preceptos, pero sin contrapartidas en el contenido humano y dramático de la película.

La línea argumental de Intruders se divide en dos historias que transcurren de forma paralela. Por un lado, la de Juan, un pequeño que vive con su madre en Madrid, y que empieza a ser acosado por una criatura encapuchada que entra por su ventana y que parece salida de sus propias pesadillas. Después, conocemos a Mia, una joven que vive en Londres con su familia y que, tras un misterioso hallazgo que no vamos a explicar aquí, recibe la visita de la misma criatura, un ser maldito que, como el anterior, parece carecer de rostro bajo la capucha...

Fresnadillo dilata todo lo posible el suspense sabedor de que, de alguna manera, ambas historias se encontrarán en un desenlace revelador y significativo. Mientras tanto, y pese a algunas lagunas y licencias en la historia, orquesta algunas escenas de miedo ciertamente efectivas gracias a una muy buena planificación y un todavía mejor dominio de la atmósfera. El realizador canario siempre muestra voluntad por trascender los tópicos más superficiales del terror y trata de convertir Intruders en un viaje al horror más primordial, tomando una vía bien distinta de, por ejemplo, Pesadilla en Elm Street –película con la que Intruders comparte más de un punto en común en forma y fondo, o al menos así lo pensé en varias ocasiones durante la proyección...-.

A diferencia de la película de Wes Craven, Intruders toma forma de thriller psicológico mucho más que de cuento de terror fantástico. Y pese a la superior elaboración psicológica de sus personajes, esto también tiene sus contrapartidas. El director se encuentra un tanto limitado a la hora de construir un monstruo verdaderamente icónico y terrorífico, como sí lo fue esa encarnación del hombre del saco que, al fin y al cabo, fue el popular Freddy Krueger. Intruders es una película rica cuando entra en materia, cuando funciona como metáfora de esos monstruos atávicos que todos guardamos en nuestro armario, que nunca se van y que transmitimos a nuestro entorno. Pero esa tesis no siempre se sustancia en un horror real en la propia película. Pese a contar con una buena labor actoral –y aquí me refiero a Clive Owen y a la excelente Ella Purnell, que interpreta a la joven Mia-, eso y la excesiva dependencia de la argucia final que comentábamos antes (y que algunos espectadores avispados verán venir antes de que ocurra) va condicionando el interés de una cinta que, de todas formas, demuestra fuerza y la presencia detrás de un cineasta con verdadera clase.

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