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Juan Manuel González

'Holmes & Watson: Madrid Days'

Póster Holmes & Watson, Madrid Days

Hay varios momentos en Holmes & Watson: Madrid Days, la nueva película dirigida y coescrita por José Luis Garci (El crack, Volver a empezar), en la que los famosos personajes creados por Conan Doyle parecen distanciarse de la trama de asesinatos que, se supone, vertebra la película, para poner en palabras lo que podrían resultar los verdaderos propósitos del director, en trama y fondo. Me refiero, por ejemplo, a ese instante en el que la pareja delibera sobre la expresividad del trazo suelto del artista frente a la obra acabada, en la que Holmes exalta la espontaneidad de un bosquejo en papel en beneficio del resultado final, o a aquellos otros en los que Gary Piquer, que pone cuerpo a un Holmes melancólico pero nunca marchito, revela haber fantaseado con unos crímenes en una ciudad que desconoce –Madrid-, y en cuyo origen podría habitar el verdadero enigma de la película.

Todo comienza, de todas formas, con un asesinato. Una prostituta muere en la capital española de forma sangrienta, y en Londres Sherlock Holmes dice soñar con unas calles que le atraen tanto como el perfume de Irene Adler. Resultan ser las de España, un país tan bárbaro como sofisticado, tan misterioso y tan familiar para Holmes que el espectador se pregunta si es la resolución de los crímenes lo que realmente ha atraído al genio británico a las calles de Madrid, o si existe algún otro hipnótico enigma, mucho más íntimo, entre sus motivaciones.

Tanto da: el anclaje sólido de un thriller, y la resolución de un misterio, le da a Garci la excusa perfecta para descubrir de nuevo España y una ciudad, Madrid, a través de los ojos soñadores de dos extranjeros como son Holmes y Watson. Durante el trayecto, la fascinación que las mujeres ejercen sobre ambos (el misterio parece preocupar menos a Garci que el romance, acaso porque las dos cosas son lo mismo); la captura del ambiente de una ciudad "caliente incluso en otoño"; y la esperada evocación emocionada del cine clásico (la acción parece suceder entre dos épocas, como en un relato de frontera, parece querernos decir), importan mucho más que la identidad del asesino y que la exhibición de las dotes detectivescas de la pareja de ases. Garci sigue la acción alejado de todo hiperrealismo y sin caer en la seriedad trascendente –pese a sus referencias a la corrupción política-, y al margen de algún envaramiento fruto de limitaciones presupuestarias, genera una película personal e inclasificable.

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