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Póster Frankenweenie

Resulta una apreciación unánime que el californiano Tim Burton, responsable de joyas como Eduardo Manostijeras, Ed Wood y la también animada Pesadilla antes de Navidad, se haya inmerso en una larga etapa de manifiesta fatiga creativa que, sin embargo, no ha empañado en absoluto los resultados comerciales de sus películas. Esta progresiva merma artística ha llegado este mismo año a su cenit con Sombras tenebrosas, una adaptación de un serial televisivo de los cincuenta que, por eso mismo, parecía destinado a ser dirigido por Burton, y que sin embargo ha acabado resultando la más mala y anárquica (en la peor acepción de la palabra) de sus películas. Por tanto, persiste ya la duda entre sus fans, o más bien la ansiedad, por comprobar si Frankenweenie, su nueva aportación al género de la animación por stop-motion, alcanza el nivel de sus mejores obras, o al menos la fascinante factura visual de otra pequeña gran película como fue La novia cadáver. No me extiendo más con el suspense: la película lo consigue... pero no del todo.

En primer lugar y en el contexto arriba señalado, resulta comprensible que Burton haya recurrido a una de sus obras seminales, el corto en imagen real Frankenweenie (filmado en 1984) como inspiración para un nuevo largometraje, esta vez en stop-motion, en una suerte de retorno temático a sus orígenes que a la vez es una huida hacia delante. Un servidor, que se define como admirador crítico del realizador ya de ese placer culpable que fue Bitelchus (1988), no encuentra nada de malo en esta recurrencia a la muletilla del realizador. Es más, la recuperación de Frankenweenie, el corto, resulta casi necesaria en tanto se trata de una de las grandes aportaciones de Burton... realizador en muchas ocasiones aclamado en exceso debido a la brillantez de una de sus marcas de fábrica, su diseño de producción e imaginación visual, por encima de otras cualidades necesarias.

Decíamos que Frankenweenie, la película, da muchos pasos en ese retorno de Burton. Resulta a estas alturas obvio alabar su diseño y factura técnica, una de las marcas de fábrica de esa recuperación de la artesanía de la animación fotograma a fotograma llevada a cabo por Burton y Henry Selick, quien -por cierto- nada ha tenido que ver en la presente aventura. Me refiero a que Frankenweenie posee en su interior el germen de una gran película y también el conflicto entre realidad y ficción, o entre vida y muerte, del mejor cine fantástico. Burton crea desde cero un mundo cotidiano pero irreal, repleto de drama y humor gamberro, mucho más complejo de lo que podría parecer, en una película que escoge deliberadamente navegar en términos medios. Su mezcla de humor grotesco y aventura, que satisfará a los niños, convive con una aproximación abiertamente dramática y adulta al tema de la pérdida del ser querido. Y a la vez, su mezcla agitada de géneros (desde la parodia hasta el drama, pasando por el guiño a la serie B de los cincuenta) parece el perfecto e inconsciente reflejo del conflicto de sus protagonistas, que existen entre la vida y la muerte con una languidez deliciosa y paródica. La acción está, para colmo, ambientada también en un suburbio de aspecto californiano, que hemos visto en mil y un películas de Burton, pero de nombre y referencias europeas (el apellido del protagonista es... Frankenstein). Frankenweenie es un espectáculo gozosamente siniestro y cinéfilo, y por momentos incluso contestatario (ver el destino del profesor Rzykruski, interpretado en V.O. por Martin Landau).

No obstante, de su aproximación dramática se derivan los problemas de Frankenweenie.Existe una barrera entre la película y el espectador que la película que Burton intenta romper, sin éxito, a lo largo de casi todo el breve metraje. El drama de Victor nunca llega a pesarnos, y de hecho el protagonista (y su relación con Sparky, el leit-motiv de la película) desaparece poco a poco en la constelación de personajes que pueblan la película hasta su reaparición en el último segmento, pese al esforzado guión de John August. Frankenweenie me parece una película de animación profunda en la que la aproximación dramática a la muerte o el miedo no anula la fantasía, el humor o la aventura. ¿El problema? Que en cintas como Super 8 o E.T., con las que admite similitudes temáticas, o las mejores fantasías de Burton, esta disyuntiva actuaba siempre en beneficio del espectador, cosa que no ocurre siempre en Frankenweenie, una obra de entrada aceptable que de todas formas merecería un segundo visionado para ser realmente apreciada.

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