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Póster El enigma del cuervo

Aunque a los más puristas podría escandalizarles la premisa de El enigma del cuervo, esto es, convertir al poeta y escritor Edgar Allan Poe, un personaje histórico, en un héroe de ficción, lo cierto es que el filme dirigido por James McTeigue (V de Vendetta, Ninja Assassin) ni plantea nada nuevo ni tampoco cae en herejía alguna, al menos para todo aquel que conozca los procedimientos de la ficción. Es más, el punto de partida de la historia es, precisamente, lo mejor y más emocionante de la película protagonizada por un pasadísimo -pero adecuado- John Cusack.

Tal y como plantea el guión original de Ben Livingstone y Hannah Shakespeare, nadie parece conocer muy bien las circunstancias de la muerte de Poe. Al margen de que esta argucia del libreto sea cierta o no, la cinta de McTeigue imagina que el poeta se vio envuelto en una investigación junto a la Policía de Baltimore para detener a un asesino aparentemente invencible que liquidaba a sus víctimas basándose en los siniestros y brillantes textos del autor.

A partir de ahí, lo que tenemos es una trama de thriller bastante completa y con unos mimbres convencionales, pero con resonancias y posibilidades tremendamente interesantes. Es más, El enigma del cuervo comienza de forma muy prometedora, con una apuesta clara por el grand-gignol que se aprecia en la excesiva interpretación de un hilarante John Cusack, y en unos asesinatos que no se cortan demasiado con el gore más tremendista y salpicón (ese momento con el péndulo, sádico y sorprendente...).

A lo largo de ese primer tercio de la cinta, el mejor de todo el metraje, McTeigue consigue llamar nuestra atención combinando eficazmente estos episodios sangrientos y abiertamente ridículos con los puramente procedimentales, con un gusto por la diversión y la sorpresa que podríamos denominar contemporáneo.

Y decimos bien: promete. Porque una vez el realizador, obligado por el voluntarioso guión, hace amagos de adentrarse en caminos más tenebrosos, su puesta en escena y su pulso comienzan a flaquear. La película ni da espectáculo gótico ni exprime las estimulantes posibilidades abiertas por Livingstone y Shakespeare, cuyo libreto alumbra caminos bastante más complejos de lo que el espectador atisba a percibir.

Una pena, como decimos: El enigma del cuervo hace gala de múltiples y engañosas capas que aportan un notable contenido poético que va más allá del remix bastardo y pop de su premisa, o que al menos, la explican y justifican: a medida que Poe se implica en el caso va pasando progresivamente de autor a personaje en la trama ideada por el asesino, estableciendo una conexión con una nueva clase de serial-killer que él mismo parece haber colaborado a crear con sus ficciones...

Podría decirse, en este sentido, que el criminal rompe las reglas de la realidad y triunfa sobre ella, una vez obliga a Poe a ficcionalizar en los diarios vespertinos los sucesivos encontronazos y escaramuzas del asesino con la Policía y el propio héroe. La sutil confusión que sugiere este hecho, que trasciende los límites de la realidad y la ficción, crea un trasfondo poderoso y estimulante para la intriga que McTeigue no aprovecha debidamente.

Porque al final, lo que sentimos es la indefinición y falta de salsa con la que McTeigue orquesta el relato: el director de V de Vendetta parece dirigir la cinta con la funcionalidad de una miniserie en la que el suspense brilla por su ausencia. La cuenta atrás que añade urgencia a la trama apenas aporta nada, como tampoco lo hace la relación entre el histriónico Poe interpretado por Cusack y el sobrio inspector al que da vida Luke Evans. Considerado el conjunto, apenas hay verdadera tensión en la película.

Eso no quita, como decimos, que en El enigma del cuervo sea desechable o que no existan un buen puñado de secuencias sumamente estimulantes y bien diseñadas, en las que la tensión y la locura que sus responsables se esfuerzan tanto en plantear sí cuajan temporalmente en pantalla. La presentación de Poe, a contraluz y de forma sutilmente mítica, observando los restos de un perro atropellado; la imagen de uno de los personajes protagonistas rogando por su vida, después de haber sido enterrado en un ataúd; o destellos dramáticos como el de Poe recordando de forma mórbida la muerte de su mujer, o el de éste tumbado mientras parece escuchar el sonido de la imprenta del diario... Pese a todo ello, El enigma del cuervo, filme curioso y hasta cierto punto original, que parece apuntar alto, carece de espectáculo y verdadera emoción.

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