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Póster The Runaways

La odisea del grupo femenino The Runaways aparece retratada en un biopic musical dirigido y escrito por Floria Sigismondi, en la que se nos prometía a una Kristen Stewart, de la saga Crepúsculo, adaptada por fin a los requerimientos de su oficio, el de actuar.

Claro que Stewart tampoco tiene la culpa de que el filme de Sigismondi sea tan vulgar, tan carente de pulso y vigor narrativo. La directora fracasa en casi todo lo que se propone a lo largo de The Runaways, y el resultado sólo cobra vida fugaz a partir de ciertos momentos de camaradería femenina con algo de sentido del humor. Desgraciadamente, cada vez que la historia pide pisar el acelerador y mostrar el abismo de drogas y sexo adolescente en el que cayeron sus protagonistas, Sigismondi sólo nos da cucharaditas de mazapán y cucadas de niñas incomprendidas que convierten en injustificados los acontecimientos finales de la cinta.

The Runaways cae, en definitiva, en todos y cada uno de los tópicos del biopic, y se revela como un filme blandito y sólo capaz sólo de contentar a los fanáticos musicales. Pese a la buena ambientación, lo mejor de la película, las situaciones que atraviesan sus personajes carecen de dramatismo, las relaciones entre las protagonistas y sus familias no nos importan nada, y toda la historia de ascenso y caída del grupo aparece telegrafiada en un guión que no nos da tiempo material para identificarnos con nada de lo que ocurre.

De modo que, al final, The Runaways se reduce a un conjunto de mohines adolescentes y poses chulas de sus protagonistas, reduciendo a la nada absurda el conflicto generacional y social que se vislumbra tras la aventura. Kristen Stewart, que se suponía tomaba su reválida actoral en la cinta, aparece, una vez más, como recién caída de la cama y sometida a los dictados de su compañera de reparto Dakota Fanning y el espléndido secundario Michael Shannon. Entre ambos se apropian de la desvaída función con pasmosa facilidad, ya que alrededor de ellos no hay nada.

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