Menú
Juan Manuel González

Crítica: 'Cuando todo está perdido', con Robert Redford

Robert Redford es el único protagonista de un drama de supervivencia con afán poético y un tono bastante inesperado.

Póster Cuando todo está perdido
Puntuación: 6 / 10

A la pobre Cuando todo está perdido le ha ganado la partida Gravity, el drama espacial con Sandra Bullock dirigido por Alfonso Cuarón. La comparación tiene algo de sentido. Ambas cuentan una historia aventurera pero en clave emotiva e incluso intimista, de naturaleza evidentemente simbólica, todo ello con un punto de experimento narrativo y cinematográfico. Un hombre/mujer, perdido en el espacio/océano y con sólo un puñado de recursos para sobrevivir durante un tiempo limitado. Ambas obras apuntaban también a la temporada de premios. Pero mientras la presente se quedó por el camino, limitando su alcance a alguna asociación de críticos o los efectos visuales, Gravity se ha crecido y podría acabar ganándole incluso el Oscar al mejor director a Cuarón.

Y es una pena, pues pese a carecer de la exuberancia (visual, sentimental) de la película del mexicano, Cuando todo está perdido es un drama de aventuras bastante honesto que alberga una dosis considerable de riesgo, que justifica el prestigio adquirido por la nueva apuesta del siempre selectivo Redford. La película muestra, sin más y con notable parsimonia, la valentía y habilidad de un hombre a la hora de utilizar todos los recursos a su alcance para sobrevivir a un naufragio. No hay nada más, no hay nada menos. Bueno, si: este hombre anónimo, interpretado con una facilidad y cercanía pasmosas por Redford, es un viejo que ni siquiera tiene un nombre o un pasado al que agarrarnos, que apenas pronuncia un "dios" y un "joder" a lo largo de la película, además de un par de frases en off al principio. Una hora y media presenciando sus intentos por sobrevivir, tapando las vías del barco, navegando contra la tormenta, ingeniándoselas para pescar, beber y en una palabra, afanándose por durar un poco más. Pura descripción.

La razón por la que Cuando todo está perdido enervará a buena parte de los espectadores cabe encontrarla en esa cabriola alegórica (por cierto, qué distinta de la anterior película de Chandor, Margin Call), que frena el impacto emocional de la historia de un hombre que nos representa a todos. No sabemos nada del personaje de Redford, y nunca lo vamos a saber, lo que no ayuda a conectar con un drama que Chandor pone en escena con corrección pero sin la extraordinaria riqueza visual de un Zemeckis (Náufrago) o el citado Cuarón. Según transcurre la película y el realizador dificulta la existencia al sujeto, comprendemos el alcance de esta obra sobria y minimalista, quizá más un pequeño poema muy dependiente de sus segundos finales, de esa imagen trascendental que sella la aventura, que un verdadero relato épico de supervivencia, que lo es. Lo cierto es que la película deja la impresión de que podría haber sido algo mejor, pero lo importante está ahí. Las respuestas en Cuanto todo está perdido sólo llegan cuando el Hombre, así con mayúsculas, supera la tormenta pero queda sumido en la total oscuridad, habiendo quemado todos sus recursos y desprovisto de pertenencias (atención a su última mirada al barco). Sin nada que le separe de la muerte, de la soledad absoluta, sólo queda descubrir lo único que es verdadero.

En Cultura

    0
    comentarios