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Póster Chronicle

Cuando hace más de una década se estrenó El proyecto de la bruja de Blair, pocos se planteaban siquiera que un filme de terror narrado cámara doméstica en mano, y sometido a una perspectiva subjetiva, pudiera triunfar en la taquilla. Ni que decir tiene que eso fue precisamente lo que ocurrió, y que la técnica del found footage o material encontrado -como se llamó aquel estilo de falso documental- acabó filtrándose con el tiempo a otros géneros que no fueran el de puro miedo, como fue en el caso de la ciencia ficción en Monstruoso, la inminente comedia Project X, o la que ahora nos ocupa, Chronicle, un relato que encaja en los márgenes del género superheroico y en el que una pandilla de jóvenes de una población rural de Seattle adquiere poderes tras un descubrimiento inesperado.

La película supone el debut en la dirección de Josh Trank, cuyo nombre, al margen de las opiniones que pueda despertar Chronicle, será uno a tener muy en cuenta en un futuro cercano. El guión es obra de Max Landis, hijo del realizador de Un hombre lobo americano en Londres, Desmadre a la americana, The Blues Brothers o el famoso videoclip Thriller, de Michael Jackson. De su progenitor, prematuramente defenestrado en la industria del cine por razones que no vienen a cuento (otra cosa fue su prematura deriva artística, que también), Landis parece haber heredado cierto talento a la hora de hibridar géneros aparentemente opuestos de una manera orgánica y natural, ahondando en sus contradicciones con atrevimiento y sentido del humor.

Chronicle empieza por eso de forma tremendamente dramática, implicándonos en el fracaso escolar y el maltrato familiar de un adolescente marginado, aprovechando la figura de la cámara en mano para introducir al espectador de manera directa en la tragedia doméstica de su protagonista. En este primer tercio de película Trank y Landis definen en cuatro trazos a su trío protagonista según los estándares del género de la comedia adolescente americana, mostrando –a la vez- el drama del abandono de manera inesperadamente cruda, e introduciendo el tema fantástico de forma súbita, casi como válvula de escape a una tragedia griega que se palpa, que parece respirarse en el aire de la América Profunda. A lo largo de esa primera mitad de la breve cinta, Trank entiende perfectamente la técnica que utiliza, y la explota con seguridad sin despreciar las bondades de una puesta en escena más, digamos, convencional (la manera de excusar los movimientos de cámara gracias a la telequinesis del protagonista es, simplemente, brillante), aportando una nueva perspectiva a un modelo de historia ya conocido por el público a través de las sucesivas adaptaciones de cómic que se han venido estrenando en la última década.

No obstante, y a medida que se despliega el argumento y se dibuja la creación de un héroe y un villano, Chronicle se debilita debido a las limitaciones de su propia apuesta creativa. Sin revelar nada sobre su desarrollo, en su giro de tuerca, Trank se ve obligado a recurrir a múltiples cámaras para enmarcar la acción y aproximar la puesta en escena a la de un relato más convencional, lo que en ocasiones puede desafiar la credulidad del espectador. Chronicle depende entonces de la decisión de éste de creer o no en la apuesta visual de sus creadores. Un servidor lo hizo, gracias al cúmulo de recursos magistrales de su primera mitad, a su fresca exploración del fantástico como escape de la mediocre realidad, a la tragedia y vulnerabilidad (un tanto manipuladora) que desprende la interpretación de Dane Dehaan, y por qué no, a la tremenda habilidad de su director –que apenas cuenta 26 años- en manejar los resortes de una superproducción... con apenas 12 millones de dólares de presupuesto. Chronicle, con sus evidentes e innegables defectos, no es un mero derivado de una cinta de superhéroes -es demasiado inquietante como para ser realmente épica-, sino una muestra seria, fresca y tremendamente entretenida de buen cine juvenil y fantástico.

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