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Juan Manuel González

'Bad Teacher': mejor ella que la LOGSE

Póster Bad Teacher

Pocos géneros se enfrentan tanto al escepticismo y los lugares comunes de la crítica como la comedia gamberra norteamericana. De modo que les propongo un trato. Supongamos, al menos por un momento, que el problema está los ojos que la ven, y demos por supuestos algunos de sus aparentes vicios, en los cuales Bad Teacher cae con comodidad y alevosía. Ahí están su recurrente insistencia al humor de trazo más grueso, incluso cuando no es en absoluto necesario (incluyendo ese sonoro momento en el baño de caballeros, realmente impagable); su convincente elección por la caricatura como reflejo más o menos directo de la realidad como una opción expresiva viable, y sobre todo -y concretando- que su trama se limite a acumular gags en vez de desarrollar correctamente el triángulo amoroso que se forma alrededor de las larguísimas piernas de Cameron Diaz.

Veamos que nos ofrece a cambio Bad Teacher y decidan ustedes si les compensa el trueque. La refrescante sensación del nuevo humor americano, que bajo su cinismo freak evita pasar la mano por el lomo del público con personajes que aprenden una lección, pero sólo relativamente. En Bad Teacher la moraleja aparece como mero formalismo y respeto a sus bases clásicas, y al público se le permite disfrutar pasando la línea de lo políticamente correcto en un viaje sin billete de vuelta realizado, eso sí, con incuestionable buen corazón. Por no mencionar la deliciosa historia de enemistad con la profesora que interpreta la excelsa británica Lucy Punch, una arpía buenista que detona una inesperada competición de bajezas de patio de colegio entre las dos profesoras. Y finalmente, la desaprovechada y carismática presencia de Jason Segel, que supera con comodidad a un Justin Timberlake que, de todas formas, se ofrece con gusto a parodiar su propia imagen a base de ajustadas chaquetas de punto.

Los verdaderos artífices del invento, Lee Eisenberg y Gene Stupnitsky, las dinamos de la versión USA de The Office, deforman y evitan cualquier comentario sobre el sistema educativo americano y se dedican a retorcer el esquema moral de la comedia clásica allí donde pueden, gracias a la profesora cafre que interpreta una Cameron Diaz dispuesta a destruir su imagen de fémina perfecta. Quizá por el hecho de tener que llenar hora y media y no sólo veinticinco minutos de capítulo, Eisenberg y Stupnitsky no han estado tan afinados como en la serie a la hora de insertar todo eso sin tener que sacrificar una sólida estructura fílmica. Con un argumento mejor aprendido, esta profesora sería grande.

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