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Internet killed the video star

Señores,

La mujer siempre me suscitaba una mezcla de ternura y pena. La veía pasar sus horas muertas tras el mostrador, mirando al infinito con ojos vidriosos, rodeada de carátulas de películas y tarros de gominolas. Mis conversaciones con ella se limitaban a pedirle que me emitiera una tarjeta nueva, porque por algun motivo, todas se me desmagnetizaban periódicamente, pero su soledad me enternecía. Los videoclubs a mi alrededor han ido cayendo como peritas maduras. El primero fue un Blockbuster gigante que ocupaba una generosa y transitada esquina y que siempre estaba rebosante de gente. Luego fue aquel que me quedaba más cerca, regentado caóticamente por un joven gafapasta con tendencia a la obesidad, quien no supo ver que el cine de autor academicista y subtitulado no tiene mucho futuro en un barrio de jubilados y autónomos. Y ahora, el de la mujer de los ojos vidriosos, ha anunciado el cierre con un escueto mensaje que me abordó nada más insertar la tarjeta el otro día en el cajero: "Por cierre rogamos consuma su saldo antes del 25 de abril". Lo cierto es que no sé si internet tiene la culpa de todo esto, quiero pensar que no, dado que mi barrio no parece especialmente poblado de hackers o personas que estén duchas en el tema de las descargas de películas. El caso es que no me ha quedado más remedio que optar por buscar una alternativa online. Mi primera adquisición ha sido un disco duro multimedia wifi que sea capaz de reproducir, básicamente, cualquier cosa. Paralelamente me he dado cuenta de que, en este país, no existe nada fiable y con un catálogo amplio que permita alquilar películas de buena calidad de un modo cómodo para un propietario de Mac, motivo por el cual me he visto en la obligación de hacerme cliente de una de esas páginas que almacenan teras y teras de copias de películas ilegales. Es decir, me he visto forzado a la alegalidad  yo, que disfrutaba con el ritual del alquiler, y estaba dispuesto a cumplirlo religiosamente. Las majors podrán poner el grito en el cielo porque descargarse cosas gratis supone dinamitar su línea de flotación, pero ¿cuál es la alternativa sensata que me proponen?. ¿Ir a la hora que ellos decidan a una sala atestada de adolescentes granujientos que harán una guerra con palomitas en la fila de delante?. ¿Desplazarme a un videoclub en nosédónde para comprobar que no está la película que quiero y que luego tengo que ir a devolver bajo la nieve, apartando lobos y culebras, antes de que se me pase el plazo?. Quizá hace veinte años la hipótesis era viable, al fin y al cabo, la gente estaba más acostumbrada a sufrir. Pero ya no.

Estoy viviendo un auténtico dilema moral con todo esto, realmente me sabe mal haber tomado la decisión de pasarme al lado oscuro. Pero como ejemplar de homo tecnicus que soy, he ido haciendo de mi casa mi útero y cada vez me cuesta más ir a los sitios si puedo hacer las cosas desde mi sofá con más efectividad, como comprar en el super, jugar al tenis, matar a alguien o trabajar. Internet, el reino nacido por y para las ideas, obligará más pronto que tarde a cambiar el esquema cultural surgido durante el siglo XX, en el que un artista podía acceder a la fama a través de una industria establecida y producir muchísimo dinero con una inversión más o menos escasa. Precisamente por ser el reino de las ideas. Internet seguramente pondrá a los artistas en el lugar que tenían antes de la existencia de los mass media, auténticos causantes de su ascensión y caída. Volverá a resurgir el micro-famoso, que cuenta con un número más o menos vasto de seguidores, a los que alimenta personalmente con su arte desde su casa, sin más medios que sus manos y su cerebro. Y el arte industrial, al no tener quien lo pague, irá desfalleciendo hasta alcanzar la desintegración senil con un suspiro polvoriento. No deja de ser paradójico que sea la palabra escrita la última en caer en las redes de la Red, cuando la Red nació fundamentalmente para retransmitirla y el resto vino después. Pero dentro de cinco años, será tan normal tener un lector de libros electrónicos como tener un reproductor de MP3. Y entonces, las editoriales se tambalearán también. No sé si han tenido ocasión de ver y tocar un lector de ebooks, pero son una pequeña joya de la postmodernidad, y el tener uno en mis manos me sonroja por la cantidad de libros que atesoro y que en nada serán una antigualla. Cuando los ebooks triunfen, los escritores empezarán a vender directamente desde su casa. No les cabrá más remedio que contactar con los lectores, mimarlos, tolerarlos, alimentarlos de afecto, como empiezan a hacer ya los músicos, a cambio de que efectúen un micropago y financien su obra.

¿Y qué ocurrirá con el cine?. ¿Puede el cine sobrevivir a la era digital que tanto ha hecho por darle vistosidad?. La historia de la Humanidad nos ha enseñado que, al final, el talento triunfa siempre, brota como la vida después del invierno o en los montes arrasados por el fuego. Quizá, quién sabe, haremos un cine de guerrilla, que pagaremos desde nuestros bolsillos y financiaremos con un SMS. El amor del ser humano por el séptimo arte es demasiado grande como para que desaparezca. Si ello les hace temer por las superproducciones, les dejo con una rodada sin dinero por cuatro amigos. A lo mejor, al final va a dar igual que contribuya con mis descargas a que se hunda la industria cinematográfica.



Cinematográficamente,

Fabián, su Chico Galán Hollywoodiense

Fabián C. Barrio es propietario de un casino en Bahamas y una planta industrial de buñuelos de bacalao

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comentarios
1 Mienmano, día

Si, pese a tu cambio de hábitos y al discurrir inexorable del tiempo, alguna vez te vuelves a ver en la tesitura de ir a devolver un DVD o cinta VHS de alquiler a un videoclub bajo una tormenta de nieve y escarcha, no es mala idea que te lleves contigo el popcornhour. Con lo que se calienta el puñetero, le viene bien de vez en cuando un poco de aire fresco.

2 rmlf, día

Tres tios ¡Que guerra! ¡Autentico! Hay que saber. Saludos.

3 Elcid, día

Hola, Multivac, ¿has visto este vídeo? http://vimeo.com/4075004 Saludos!