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Diario de verano: ¿Quién quiere acabar con Cospedal?

Que España, institucionalmente hablando, es un galápago quietista no ofrece dudas. Que falta uno media semana y a la vuelta encuentra el corral alborotado, los gallos pendencieros, las gallinas correteando y los gusanos que deberían abastecerlas durmiendo en su anélida guarida, tampoco falla. Cómo donde nunca pasa nada no dejan de pasar cosas es el misterio y la gracia de nuestra nación.

De la prensa de estos últimos días, que aunque atrasada puede resultar premonitoria, destaco la homilía dominical de Pedro Jota. Achaco al calor de agosto la comparación de Rajoy con Lincoln, involuntariamente satírica. Tomo muy en serio el rapapolvo a Cospedal, por no decir el coscorrón que editorialmente le propina El Mundo. Hablar de ambición desmedida en un político no es redundancia sino voluntad descalificatoria. Si se le achaca ese vicio a la número 2 del PP por situar la responsabilidad del caso Bárcenas entre Rajoy y Arenas, es decir, entre Rajoy o Rajoy, todo son maniobras de la guerra civil dentro del PP, no por disimulada menos evidente.

Si Cospedal y sus cospedálicos achacan a Arenas el error de Rajoy por creer en el apaciguamiento como estrategia para lidiar el Caso Bárcenas, no mienten. Pero de los dos que pactan la compra del silencio de Bárcenas en Génova 13, uno es Arenas y el otro es Rajoy. Por supuesto, el decisivo es Rajoy y nadie más que Rajoy.

La supuesta renovación interna del PP cuya filtración o invención se achaca a Cospedal, ofrece a Rajoy una salida para esa responsabilidad suya y nada más que suya, descargándola, como hacen siempre los líderes, en sus colaboradores más cercanos hasta la víspera del cambio de estrategia. Es verdad que le marca a Rajoy la pauta a seguir, pero es que como no se la marquen, este sigue sin hacer nada, que es lo que perjudica a Cospedal.

Yo no sé si se esperaba de Cospedal que imitase ante el juez Ruz el perjurio al que se han acogido los otros tres secretarios generales, que no sabían, pobrecitos, el dinero que entraba ni el que salía del partido. Pero no me parece de una ambición desmedida no hacer contra sus intereses lo que los otros han hecho para proteger los suyos… y los de Rajoy.

Y este es el meollo del asunto. ¿Hasta qué punto Arenas es de Rajoy? ¿Hasta qué extremo Rajoy es otro Arenas? ¿Está Cospedal minando a Rajoy cuando acomete la demolición de Arenas? ¿O cree, por lo que le ha dicho Mariano, que no tiene ninguna responsabilidad española, no digamos suiza, y hace lo que Rajoy no se atreve a hacer? ¿Finge Mariano sentirse atropellado por Cospedal cuando ésta ataca a Arenas? ¿O es verdad que se siente amenazado por la estrategia de la limpieza de establos de Madame Augías? ¿Sabe Rajoy hasta qué punto está implicado Arenas en las actividades de Bárcenas? ¿Sabe Cospedal hasta qué punto Rajoy comparte las implicaciones de Arenas?

En fin, mientras se alborota el corral y los anélidos descansan, la política española es un prodigio de cacareo. Pero tiemblen los gusanos cuando los gallos se retiren a su rincón y las gallinas vuelvan a lo suyo, que es la producción de huevos. Dicen que el juez Ruz hace unas tortillas estupendas.

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