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Diario de Verano: La Armada española, de paseo con la inglesa

Mientras las cosas no cambien, un barco armado español no puede acercarse a un barco armado inglés salvo para impedir que pase por donde no debe.

La confusión reinante en la política española, la patológica estupidez de los medios de comunicación, la incomunicación total entre los ciudadanos y sus representantes, la pavorosa incompetencia del Gobierno, la irresponsabilidad del Presidente y, como remate, la coincidencia en el Gabinete de dos ministros del género gallináceo, el gallito Margallo y el gallinito Morenés, han llevado a la Armada española a la humillante situación de estar esperando a la inglesa para acompañarla en unas maniobras militares con Gibraltar a la vista. O sea, que mientras en los medios se empieza a hablar, aunque se siga haciendo vudú franquista, pero hablar al fin, sobre el abuso permanente de los británicos en Gibraltar, sale el gestor gallináceo y dice que las maniobras –parece que conjuntas- son totalmente normales porque ya se habían anunciado hace unos meses.

Sucede que hace unos meses no se habían arrojado bloques de hormigón acuchillados para impedir la pesca a los españoles en la Bahía, ni se habían peleado por teléfono Cameron y Rajoy, ni se habían producido e intercambiado acusaciones, ni se habían intensificado en serio los controles fronterizos, ni se había amenazado con recurrir a toda clase de instancias internacionales, vamos que no había pasado casi nada (nada sería que Gran Bretaña devolviera Gibraltar) y hete aquí que Morenés, con tal de salvar sus maniobritas, quiere hacer como que, efectivamente, no ha pasado nada.

Lo que ha pasado es que, mientras las cosas no cambien, un barco armado español no puede acercarse a un barco armado inglés salvo para impedir que pase por donde no debe. Y, desde luego, lo último que puede hacer nuestra Armada es acompañar a la inglesa a disfrutar de su poderío y jalear –como agradaores de uniforme- su diligencia para abusar de España. Por la dignidad de nuestros soldados, el ministro de Defensa debería esforzarse en tener o, al menos, en fingir un poco de dignidad. Sé que es difícil, por la falta de costumbre, pero estoy convencido de que un buen profesional, perito en obediencia será capaz de conseguirlo. Ánimo.

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