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Va por ustedes

Don Antonio Fortuny, uno de los amigos que honran este blog con su sabiduría y su elocuencia, me reconviene amablemente por no pegar la hebra -el hilo, a los efectos- a cuenta de esa especie de duelo en la alta sierra que habrá de solventarse en veinticuatro horas apenas. Vayan, pues, mis disculpas por perpetrar el escaqueo. Vayan, junto con ellas, las gracias que les debo a todos aquellos que todavía están ahí en representación de la fraternidad atlética. Si acaso han sido pocos (como ha apuntado alguna vez don Florencio Pacheco) la calidad de las aportaciones, la bonhomía y el criterio suplen la cantidad con creces y delimitan un espacio ajeno al cerrilismo, al exabrupto ágrafo y al insulto mostrenco.

El arriba firmante no ha censurado nunca a nadie puesto que ni es lo suyo ni sabe cómo hacerlo. Pero también es cierto que no habido por qué andarse con mordazas o afilar las tijeras. En las contadas ocasiones en las que algún hooligan lerdo -o algún jaque merengue- trató de meter la pata y enfangar el terreno, la iniciativa del común le hizo salir por piernas. Concluiré, por tanto, regresando al comienzo. Sin pretender darle carrete a la benevolencia ni cebar el anzuelo de la falsa modestia, el titular de ésta estafeta, que odia la escritura, únicamente se redime leyéndoles a ustedes.

Dicho lo cual, hablemos del Atleti, de la batalla insomne de Neptuno y Cibeles, del hormigueo indescifrable que nos calcina los adentros, de esa copa -ese cáliz- que el sino nos adeuda. ¿Habrá de ser Milán el estrambote de Lisboa, la penúltima entrega del culebrón de siempre? ¿Conseguirán, al cabo, Simeone y los suyos -Simeone y los nuestros- desarbolar al galeón de la soberbia? ¿Asumirá Fernando Torres el papel de Queequeg, el mítico arponero enrolado en el Pequod, y logrará que Moby Dick se abisme en el infierno?

Ocurra lo que ocurra cuando la inspiración y la transpiración den golletazo al pleito, el Comunale de San Siro marcará un antes y después en los anales colchoneros. El Atleti es ahora un grande entre los grandes, uno más en la élite del fútbol europeo. Con o sin Orejona ya ha vencido. Y no lo duden: mañana ganaremos.

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