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La verdad que Deschamps esconde sobre Griezmann y Gameiro

Bruno Roger-Petit (que es, como ustedes saben, un luminoso intérprete del fútbol europeo) ha puesto a Didier Deschamps dónde le corresponde a raíz de sus méritos y le ha afeado su afición a atribuirse los ajenos. Ese “J´accuse” venial que el indomable BRP acaba de hacer público en Le Figaro.fr remite a la vibrante goleada que Francia le endosó a Bulgaria el viernes y glosa, sobre todo, el brillantísimo debut de Griezmann & Gameiro, Sociedad Balompédica, interpretando el  clásico “Profetas en su tierra”.

El asunto es que Griezmann marcó un gol amén de la diferencia; que Gameiro depositó en dos ocasiones su tarjeta en las redes; que Deschamps, exultante, se encampanó en los medios y que Roger-Petit, acto seguido, le cantó las cuarenta.  “La verdad que Deschamps esconde a propósito de Griezmann y Gameiro”, es un redoble de conciencia, un alegato incandescente que, por razones obvias, atañe, incluso apela, a la nación atlética.

“Francia está en deuda con España por haber confiado en Griezmann cuando nosotros, ciegos, no vimos más allá de su físico endeble. Francia está en deuda con España por haberle devuelto la dignidad a Gameiro después de que el PSG le pusiera en la puerta. Francia está en deuda con el club español que invirtió en la pareja y con el mister argentino que los casó en el césped porque gracias a ellos el once del hexágono será un gallo de cuenta en el mundial que viene”.

Dicho lo cual, abocetada una autocrítica que, aunque concierna a todos, nadie llevará a efecto, Bruno Roger-Petit va a lo mollar, a lo concreto. “Si uno hubiese estado en el pellejo de Deschamps, en el empalagoso trance de descifrar el éxito, le habría dedicado un “petit mot” -un mínimo requiebro- al Cholo Simeone y a su capacidad estratégica no fuera a ser que algún plumífero obcecado sacase punta al mutis y rédito a la amnesia”.

Es obvio que no es el caso ni lo será en lo venidero. Al patrón de los “bleus” -concluye BRP, afilando la tecla- no le asisten la chispa, la determinación, el genio que avalan y estructuran al alquimista atlético. “Uno copia, el otro crea”. Y lo demás es lo de menos.  

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