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España mi natura, Italia mi ventura

No estamos locos, sabemos lo que queremos, sabemos que ahora sí: que a la tercera va la vencida.

Parece ser que el Cholo, tras la derrota ante el Levante, recordó a la plantilla que no les queda otra que mojarle la oreja a un destino usurero y volver de Milán con la Orejona en la maleta. No es fácil encajar, tan cerca del final, que te dejen sin postre, con la miel en los labios y a la luna de Valencia. Pero no es menos cierto que, si el cachete escuece, el remedio -mezclado según arte por el doctor Fortuny en esta rebotica colchonera- es apreciar en lo que valen esos ochenta y muchos puntos que certifican que el Atleti ha estado en la pomada hasta el penúltimo momento, que ha sido el despabilador del tedio, que ha roto el duopolio por el eje.

La Liga, en todo caso, ni se gana en un día ni se pierde en un duelo y es harto improbable que los hados del fútbol le acaben negando al Barça lo que las hadas le conceden. Volvamos, pues, al inicio del cuento, al érase que se era un Diego Pablo Simeone que, tras pasar las de Caín exiliado del césped, regaña a sus pupilos y los arenga al tiempo. La batalla liguera ha concluido (con más honra que barcos, objetarán los carroñeros), pero la guerra sigue en pie y la Champions sin dueño. El día 28, el Comunale de San Siro acogerá a un equipo muy pasado de copas y a uno más que harto de pasar por abstemio. A uno que ha hecho historia y a uno que aspira a hacerla.

Es obvio que si el título de Campeón de Europa se alcanzase a través de un cursus honorum, de una acumulación de méritos, Simeone y los suyos, Simeone y los nuestros, serían coronados antes de saltar al césped. El fútbol, sin embargo, es un trasunto de la vida porque gana quien gana, no quien se lo merece. De ahí que la exhortación del Cholo a mojarle la oreja a un destino usurero se sustanciase en que el equipo ha de restituir el crédito que le ha otorgado la afición con la misma moneda e igual desprendimiento.

Amor con amor se paga y el amor -dice el Dante- è la più saggia delle follie, la más cuerda locura. O sea, no estamos locos, sabemos lo que queremos, sabemos que ahora sí: que a la tercera va la vencida.

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