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De Ribéry a Griezmann con Hollande de por medio

François Hollande -un hombre que es capaz de meterse en un charco en mitad del desierto- ha puesto al fútbol galo como chupa de dómine y a los integrantes del equipo ¿nacional? como no digan dueñas. Monsieur le President sostiene, entre otras lindezas, que basta con asomarse a la expresión mostrenca que lucen -o deslucen- los divos balompédicos para saber a ciencia cierta que la sabiduría no es su fuerte. “Son niños caprichosos zarandeados por el vértigo de la fama sin límites y del dinero a espuertas que no se paran a deslindar el mal del bien ni lo delictuoso de lo honesto”.

O sea, Benzema, sentenciará alguno de ustedes. Y Benzema, en efecto, es el ejemplo -“el mal ejemplo”- del que echa mano Hollande para ilustrar porqué es preciso que la Federación francesa se especialice en “muscular cerebros”. Intempestiva antes que intensa, la entrada a ras de lengua peca de ese reduccionismo -tan de izquierdas- que hace pechar a todo un colectivo con las taras de alguien en concreto. ¿Cabe pensar acaso que, con Karim de nueve, los bleus son un remake del clan de los marselleses? ¿Hemos de suponer que el hecho de tener la evidencia de que Franck Ribéry es una absoluta acémila convierte a los demás en un hato de memos?

El desleído Ribéry que fuera, in illo tempore, un delantero inmenso la ha emprendido con Griezmann con harta mezquindad y profunda bajeza. Cuestionar la valía de un rival está feo porque fuera del campo cualquier rival es un colega. Emborronar, ya en el ocaso, la amanecida de una estrella, sobre feo es obsceno y sobre obsceno inútil, puesto que la embestida de Scarface se ha convertido en un escaparate de la musculatura cerebral del crack risueño.

¿Qué no soy una figura planetaria? Mi padre cree que sí y lo mismo sucede con la afición atlética. ¿Qué todavía no he crecido lo bastante y que la meta todavía queda lejos? Ahí le ha dado, maestro. Queda mucho camino por andar y arrieritos somos aunque jamás nos encontremos. El caso es que yerra Hollande al condenar en bloque a los pedestres y a los peripatéticos. Junto a molondros revenidos hay cabeceadores de primera. De oro, un día de éstos.

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