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Tras los pasos de la Grande y Felicísima Armada en Irlanda

Otra de las fortificaciones de la línea de costa, en este caso junto a un pequeño río
Tras los pasos de la Invencible

Pocos episodios históricos hay tan trágicos y dramáticos en la historia de España como la mal llamada Armada Invencible, un nombre puesto por la propaganda de la pérfida Albión, y que era en realidad la Grande y Felicísima Armada, una de las más ambiciosas operaciones militares de la historia.

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También un fracaso –militarmente mucho menos definitivo de lo que ha quedado en la memoria colectiva, por cierto- pero sobre todo un drama para los miles de españoles que murieron ahogados en las costas irlandesas o, peor todavía, asesinados cruelmente cuando llegaban a tierra.

En mi última visita a Irlanda tenía como parte fundamental del plan acercarme a lo que pueda quedar de aquel desastre y lo hice, como ya conté en los Viajes a la Historia que hacemos en Sin Complejos, viajando hasta Spanish Point, un rincón del condado de Clare que ya en su propio nombre nos indica una relación con España o, mejor dicho, con los españoles.

Allí, en el estupendo Armada Hotel –que no paren las referencias- me encontré frente a unas pintas de Guinness con John Treacy, un historiador naval local que es un auténtico apasionado de la historia de la Armada y que, de hecho, es la cabeza visible de un proyecto empeñado en rescatar el pecio de uno de los barcos más importantes de la flota, el San Marcos, que él cree que se hundió a sólo unos cientos de metros de la costa, muy cerca del cálido restaurante en el que cenamos.

Al día siguiente John me lleva en su coche por las estrechas carreteras del condado, bajamos hasta el bellísimo estuario del río Shannon, una gran ría con un cierto aire gallego y en la que el viajero puede sumergirse en varios episodios históricos por ejemplo, en el pequeño muelle en Kilrush desde el que más de 300.000 irlandeses partieron al nuevo mundo en sólo cuatro años –de 1845 a 1849- huyendo de la muerte durante la Gran Hambruna.

Pero esa es otra historia y nuestro recorrido busca otros barcos, como los que fondearon -hasta seis o siete según la versión- en las cercanías de una isla llamada Scattery Island, justo frente al muelle. Volvemos a 1588 y nuestros compatriotas a bordo estaban en una situación tan desesperada que cambiaban un barril de vino por uno de agua, pero nadie les ayudaba temiendo la venganza de los ingleses, que habían prohibido hacerlo bajo pena de muerte.

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Siguiendo la bellísima línea de costa llegamos al Castillo de Carrigaholt, que aún está en pie junto al mar en un rincón que bajo el agradable sol de primavera no puede ser más irlandés, no puede ser más prototípico de esta hermosa isla. En ese castillo transcurrió una parte de nuestra historia: el señor de la zona, Teige Caech de los MacMahon, recibió a negociadores españoles a los que finalmente poco o nada pudo ofrecer por miedo a los ingleses, que a pesar de eso lo sitiaron poco después.

Mala suerte en la mala suerte

Nuestro viaje sigue junto al mar por la Wild Atlantic Way, la ruta que permite recorrer toda la costa oeste irlandesa. Cada pocos kilómetros encontramos alguna de las muchas torres de vigilancia o pequeños castillos que jalonan el litoral. Algunos dan todavía sensación de fortaleza, otros están ya semiderruidos, pero siempre con ese encanto romántico que tienen las ruinas en Irlanda.

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En el pequeño puerto de Doonberg, junto a una de estas torres que está literalmente al borde del mar –de hecho, las olas arañan sus cimientos peligrosamente- está el sitio donde se cree que naufragó otro barco de la Armada: el San Esteban, con 360 españoles a bordo.

Allí, con un mar en calma que pese a ser el mismo debe parecerse muy poco al que destrozó los navíos españoles en el otoño de 1588, pienso en la mala suerte que tuvieron nuestros compatriotas: con kilómetros de costa a su disposición naufragaron junto a una torre de vigilancia que debía estar llena de soldados: los supervivientes fueron apresados inmediatamente y, según la historia local que me cuenta John Trecy con tristeza, fueron ajusticiados en una pequeña colina que aún hoy se puede ver junto al campo de golf de Spanish Point. Sesenta marineros del San Esteban y cuatro del San Marcos habrían sufrido juntos esa suerte.

Unos pocos kilómetros más allá terminamos nuestro recorrido circular volviendo a Spanish Point. John me señala un punto a unos cientos de metros de la costa en el que él cree que puede encontrar los restos del San Marcos. También me enseña un pequeño montículo rodeado de piedras blancas en el que su abuelo le decía que no debía pisar "porque ahí están los españoles".

Es una vieja tradición de la zona, pero que John Treacy cree probablemente cierta: "Si el barco naufragó allí –me dice- las corrientes traerían los cuerpos a esta zona, y estas piedras blancas son seguramente parte del propio lastre del San Marcos, porque en esta zona de la costa no hay piedras blancas". Muy cerca, un pequeño monumento que inauguraron los reyes Juan Carlos y Sofía recuerda la desgracia de los españoles que llegaron a aquella costa en tan mala hora.

Los 300 de Galway

Encontramos otro recuerdo aún más modesto, sólo una lápida, en Galway, la capital de la zona, una ciudad encantadora que en la que al último vestigio de su muralla lo llaman el Arco Español y en la que, según cuentan orgullosos los lugareños, Colón encontró los vestigios definitivos que le hicieron pensar que había una tierra desconocida más allá de esta costa oeste irlandesa.

Allí, a Galway, donde hoy los turistas pasean por sus calles antiguas llenas de modernas tiendas y estupendos pubs, arribaron "más de 300" españoles tras naufragar y ser apresados, y allí, en una ciudad que se distinguía por ser una de las más proinglesas de Irlanda, fueron ajusticiados.

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Ocurrió en lo que actualmente es un rincón encantador, el cementerio Forthill, un poco en las afueras, cerca del puerto. Fueron enterrados en ese mismo lugar por los propios habitantes del Galway que, como reza la placa, "se apiadaron de su desgracia". Una desgracia que más de cuatro siglos después uno piensa que ha servido para crear una cierta amistad entre españoles e irlandeses y que, sobre todo, nos puede servir como excusa para conocer alguno de los rincones más hermosos de ese país tan verde y tan bello que es Irlanda y junto al que están algunos de los atractivos turísticos más interesantes de la isla esmeralda como los acantilados de Moher o las Islas Aran...

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