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Los seis errores más irritantes de los hoteles que sería muy sencillo y nada caro solucionar

Pequeños errores de los establecimientos hoteleros pueden marcar entre una estancia cómoda y otra que no lo sea tanto.

Todos -especialmente los que viajamos por trabajo- nos alojamos en ocasiones en hoteles caros y en otras en establecimientos más económicos. Generalmente, el precio es un factor que nos dará una buena idea del confort general y la atención que vamos a recibir: no es lo mismo -no puede ser lo mismo- una suite de 500 euros la noche que una habitación individual de 50, incluso en un país como España que tiene hoteles de muy buen nivel y, generalmente, una gama media excelente, en no pocas ocasiones muy por encima de la media-alta de la mayor parte de los países europeos.

Sin embargo, más allá de las estrellas y los precios, a veces los hoteles cometen pequeños errores que como viajero me resultan irritantes, que afectan mucho a mi sensación de confort, y que en realidad costaría muy poco dinero y no demasiado tiempo solucionar.

Con el mejor ánimo constructivo -hoteleros del mundo, atentos-, vamos a analizar alguno de ellos.

Pocos enchufes

Reconozco que soy un viajero un tanto especial: en ocasiones me he visto en una habitación de hotel cargando a la vez las baterías del móvil, el iPad y de la cámara y, al mismo tiempo, trabajando con el portátil. Sí: es demasiado, pero es lo que hay.

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Enchufe de pared | Neven Krcmarek

Sin embargo, incluso aunque no seas el psicópata de la tecnología que parezco cuando viajo, no es tan raro tener que usar más de un enchufe al mismo tiempo: solamente con que cada miembro de una pareja quiera cargar su móvil ya hacen falta dos tomas de corriente, por favor, no me haga arrodillarme a buscarla debajo de la mesita o desenchufar la lamparita para poder conectar el iPad o, pero aún, hacer turnos en los que al final nada se carga del todo.

En resumen: por favor, ponga un par de enchufes más o una regleta, que no son tan caros.

Luces mortecinas

Supongo que las miles de bombillas que puede llegar a tener un hotel son un gasto importante, pero aún así estar una habitación con una luz blanca débil, pálida y lechosa como si estuvieses en el hall de entrada del depósito de cadáveres es MUY DESAGRADABLE.

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Bombillas | Ruthson Zimmerman

Puedo entender que no se ponga un foco halógeno de 100W de esos que deben necesitar una centrar nuclear para alimentarlos a ellos solos, pero por lo que más quieran, basta una lucecita cálida en la mesita para lograr que una habitación de hotel sea un cuarto en el que te apetece estar y no una sala lúgubre en la que temes que en cualquier momento vengan a hacerte la autopsia.

Wi-Fi mala

A día de hoy me parece que la wi-fi es un equipamiento del hotel tan básico como el papel higiénico. Es más, si tuviese que elegir en muchas ocasiones diría que es algo más necesario, ya que el segundo es más fácil de sustituir.

Pero aún así todavía hay hoteles que la descuidan: o bien casualmente no llega bien a mi habitación -por Dios pongan un par de repetidores, que valen menos de 20 euros- o bien hay un complicado sistema para conectarse gracias al cual tienes que introducir la clave 20 veces en un par de días: basta con levantarte para ir al baño y a la vuelta el 'maravilloso' sistema te lleva de vuelta por una sucesión de pantallas innecesarias hasta que logras conectarte de nuevo y mandar ese puñetero correo.

De verdad, entiendo que tengan un responsable de informática que les ha convencido de ello y desde luego es razonable que haya unas medidas de seguridad, pero no hay siete mafias albanesas esperando un descuido para cometer TODOS los delitos desde su wi-fi.

Café repugnante

Una cápsula de Nespresso –que es, probablemente, la forma más cara de tomar café- vale unos 40 céntimos. Las hay para hostelería y, por lo que sé -si no es así ruego a George Clooney que me corrija-, su precio está entre los 20 y los 25 céntimos, y en muchas ocasiones incluso pueden ponerte la cafetera si tu demanda de café es suficiente.

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Café | Pixabay/CC/fancycrave1

Sé que eso multiplicado por miles de clientes al año es dinero pero… ¿de verdad vale la pena a estas alturas de siglo dar ese brebaje infecto y aguachirleado por ahorrarse 25 céntimos? Oigan, que si es preciso yo los pago con tal de que no me fastidien la mañana sin mi dosis correspondiente de cafeína.

Duchas en las que se sale el agua

Otra cosa que no he logrado entender de muchos hoteles son ciertas mamparas de ducha con las que, al acabar tu encuentro diario con la higiene, has dejado el suelo del baño como para empezar el mundial de waterpolo.

A ver, ya sé que tampoco me va a tocar limpiarlo a mí, pero me parece que las pobres kelys no se merecen tener que entrar a nado a arreglar el baño y, sobre todo, que me hace sentir incómodo y acabo tratando de evitarlo pegándome a los azulejos de la pared que al final no sé si me estoy duchando o estoy en un interrogatorio de la KGB.

Vale que cambiar las mamparas de todo el hotel es dinero, pero seguro que cuando las pusieron un modelo con dos palmos más de cristal salía por cuatro perras más.

Camas mal hechas

En bastantes hoteles europeos en lugar de una cama bien hecha te dejan una especie de edredón doblado que tienes gestionar tú y que sistemáticamente se queda corto: o te tapas los pies o la cabeza, las dos cosas al tiempo imposible.

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Cama de hotel | Pexels/CC0/Pixabay

En otras ocasiones hay camas que parecen hechas por un torturador nazi que hubiera querido atormentar a una anguila de tas apretadas que están. De hecho, otra opción podría ser dejar un gato debajo de la cama para poder separar las sábanas como si cambiases la rueda del coche. No puede ser tan complicado quedarse a medio camino de una cosa o la otra y ponernos la vida un poco más fácil, ¿no?

En fin, son todo pequeños detalles pero al final en un mundo tan competitivo como los hoteles son cosas que pueden marcar la diferencia entre una estancia satisfactoria o una incómoda y, por tanto, entre volver o no volver.

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