Érase un pueblo a un precipicio asomado
Inicio de la ruta de los llamados "pueblos blancos", Arcos de la Frontera es un pueblo que no deja de darte sorpresas cuando lo recorres. La primera, por supuesto, al llegar y verlo literalmente al borde de un impresionante precipicio, como colgando de una enorme roca y destacándose, casi sobrevolando el valle a sus pies.
Luego la sorpresa sigue recorriendo sus calles, en las que casi tras doblar cada esquina nos preguntamos cómo puede ser este pueblo tan bonito, cómo puede haberse construido en ese lugar y de esa forma, de dónde sacaron para esas iglesias y esas torres.
Y luego por supuesto la sorpresa del mirador, con su nombre un tanto escatológico pero autoexplicativo: balcón del coño lo llaman, en teoría porque la gente al asomarse retrocede asustada y exclamando "¡Ay, coño, qué alto está esto!".
Pero más allá de la anécdota el mirador es uno de esos lugares absolutamente especiales y sobrecogedores: la vista es maravillosa e impresionante a partes iguales, el viento te da como si estuvieses en lo alto de una montaña (de hecho lo estás) y la llanura andaluza se abre a tus pies de una forma generosa, como un regalo al que sólo falta el envoltorio.
No es este el único mirador de la ciudad, aunque sí el más impresionante, sobre todo teniendo en cuenta que al darnos la vuelta estaremos en una hermosa plaza, con la Basílica de Santa María frente a nosotros y el Castillo de Arcos a la izquierda.
En la iglesia, la más importante de Arcos, nos llamarán la atención su torre y sus fachadas barrocas; dentro admiraremos el estilo gótico del edificio, alterado aquí y allá por pinturas, retablos y capillas que la hacen una verdadera joya.
Pero lo que más me gusta del pueblo es callejearlo, subir y bajar por sus estrechas cuestas, en las que hay que pegarse la pared e incluso buscar refugio en un portal cuando pasa uno de los pocos coches que se atreven a adentrarse en el angosto laberinto de paredes blancas.
A esto súmenle bares con encanto, con buenísima comida y a un precio sorprendentemente ajustado, gestionados por encantadores paisanos y con extraños guiris entre los clientes que se pagan una ronda para todos así sin ninguna razón (y esto no se lo cuento de oídas: nos pasó allí mismo con un silencioso y solitario inglés).
Y sin olvidar que estamos a la entrada de alguna de las zonas más hermosas de España: la sierra de Grazalema, la serranía de Ronda... Todo esto es Arcos de la Frontera: un lujo, subido inexplicablemente a un precipicio.
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Hola Carmelo. Al leer tu estupendo artículo he recordado mi estancia en Álora (Málaga) hace como 20 años. Yo era un chaval, trabajaba metiendo piedras y traviesas en la vía con tíos que en el mejor de los casos me doblaban la edad. Había un viejo, tendría unos 60 años, que era increíble. Una noche de invierno estábamos trabajando bajo un puente. Olía que apestaba: un perrazo descomponiéndose y nosotros venga, dale que te pego...en una de esas el viejo se incorporó, se apartó unos pasos y devolvió; se limpió las babas con la manga, cogió la pala y continuó dándole al tema como si nada. Me quedé loco. Yo, con mis 18 años, estaba a punto de derrumbarme. Al verlo me rehice, "si este puede, yo puedo". Álora es un pueblecito precioso, todo blanco y luminoso, enclavado en una especie de valle. Los lugareños no eran los típicos andaluces: salaos, graciosos y tal...más bien serios y desconfiados, claro que nosotros parecíamos la cuadrilla de la muerte: teníamos un ex-legionario que si no estaba completamente loco le faltaban un par de telediarios. Bajito, sucio, rubio, treintañero, con unos bigotazos feos de grandes...un bicho. Siempre recordaré la imagen del pueblo cuando aparecía ante nuestros ojos. Esa LUZ, todo BLANCO, casi te dolía mirarlo...¡qué tiempos!. http://elblogdekufisto.blogspot.com/2011/02/falsa-alarma.html Gracias por recordármelo Carmelo.
Gran pueblo para perderse. Hay un restaurante italiano llamado Mamá Ttina muy cerca de la plaza del cabildo con un pan de ajo espectacular, y no has hablado de la cafetería del parador, con unas vistas espectaculares gracias a una gran cristalera cara al mirador. A los amigos turistas siempre les recomiendo visitar Arcos, de los pueblos más bonitos de la provincia de Cádiz.
Un pueblo muy bonito, una visita más que recomendable.
Habrá que estar atentos por si a las autoridades progresistas se les ocurre que lo del "balcón del coño" es lenguaje heterosexista y deciden multar a quien lo llame así. Todavía recuerdo cuando estuve allí hace más de veinte años. Para quien no lo sepa, la cercana Sierra de Grazalema es el lugar con mayor pluviosidad de España, superando incluso a la cornisa cantábrica. Tal vez por eso el individuo de la última foto va con un paraguas.
Arcos de la Frontera además, tierra de poetas: Antonio Hernández, los hermanos Murciano, Pedro Sevilla...Y sobre todo y por encima de todos Julio Mariscal. Imprescindible su lectura.
Uno de los pueblos más bonitos de Cádiz y Andalucía. Gracias por esas fotos tan buenas.
Bonito pueblo que conozco como muchos de la zona,pero quiero decir que el famoso "Balcón del coño" no está en Arcos sino en Ronda (Málaga),otro de los bellísimos pueblos blancos de la zona.ecuo
Soy de la zona, y confirmo el nombre del balcón. Que en Ronda haya otro, pues es posible (somos así de finos), pero el de Arcos se ha llamado así de toda la vida.
Efectivamente, en Ronda hay otro Balcón del Coño.
Un pueblo precioso. Las fotos invitan a visitarlo. Enhorabuena por el blog. http://maestrogolpeador.blogspot.com Un saludo.