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Enkhuizen: un viaje a la edad de oro holandesa

Más allá de la conocida Ámsterdam, Holanda está llena de pequeñas ciudades llenas de encanto que son tesoros esperando su descubridor.

Más allá de la conocida Ámsterdam, Holanda está llena de pequeñas ciudades llenas de encanto que son tesoros esperando su descubridor.
Enkhuizen, un tesoro de Holanda

Después de haber ido varias veces a Holanda en cada nuevo viaje sigo sorprendiéndome al descubrir pequeñas –o no tan pequeñas - joyas que me maravillan y de las que no sabía nada o prácticamente nada.

El último caso ha sido Enkhuizen: les tengo que confesar que llegué allí sin saber prácticamente nada de la ciudad, simplemente como una etapa más de ruta por la historia de la guerra de Holanda contra el mar. Sin embargo, ya poco después de salir del hotel me había enamorado de un lugar que incluso en su parte más moderna tiene un encanto especial o que, desde luego, lo tenía esa tarde en la que un sol primaveral llenaba de una luz cálida las calles y, como no estando en Holanda, los canales, flanqueados por frondosos árboles y cruzados aquí y allá por bonitos puentes peatonales con las barandillas pintadas de blanco que el agua, calma y sin que nadie la navegase a esas horas, reflejaba como un espejo.

Enkhuizen es una de esas ciudades que se ha quedado como suspendida en un momento de gloria. En su caso fue el siglo XVII, cuando era uno de los puertos principales de la Compañía de las Indias Occidentales -la famosa VOC holandesa- y llegó a tener más habitantes de los que tiene ahora: 25.000 por sólo 18.000 actualmente. A partir de ahí su decadencia se convirtió en nuestra suerte: no poco de lo que vemos en la ciudad de hoy en día nos llega casi inmaculado después de siglos en los que Enkhuizen no ha tenido ni de lejos la pujanza previa y, por tanto, no ha tenido un esplendor más nuevo que cubriese o arrasase el esplendor antiguo.

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Uno de los puertos de la ciudad | C.Jordá

De hecho, la ciudad ni tan siquiera tiene ya la salida al mar que le dio aquel momento de gloria: en 1932 un gigantesco dique convirtió lo que hasta entonces era un brazo de mar que se adentraba en el corazón de Holanda, el Zuiderzee, en un gran lago de agua dulce: el IJselmeer.

La buena noticia es que el IJselmeer se ha convertido ahora en un lugar maravilloso para disfrutar de los deportes náuticos, así que al viejo y precioso puerto de Enkhuizen está hoy lleno de barcos veleros que salen a navegar cualquier día soleado, aprovechando las ventosas pero al mismo tiempo tranquilas aguas del gran lago.

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Barcos en el IJselmeer | C.Jordá

Enkhuizen es pequeña, está como casi todas las ciudades en Holanda cruzada por numerosos canales en los que atracan bastantes barcos, la mayoría veleros de recreo con los que salir al algo, algunos de gran tamaño y con pinta de haber hecho rápidos viajes para traer a Europa las especias o el te de oriente.

Dos de los canales se convierten es pequeños y tranquilos puertos que confluyen como líneas perpendiculares en su salida a aguas abiertas. Más o menos en la esquina de tierra firme que forman encontramos el más conocido monumento de la ciudad: el peculiar Drommedaris, una puerta de la muralla construida en el siglo XVI, que como muchos lugares similares fue prisión y que hoy es un centro cultural y objeto de deseo de los viajeros, ya sea como modelo para sus fotos, ya como imán de nevera que recuerde nuestro paso por la ciudad.

Un peculiar museo

La principal atracción turística de Enkhuizen, no obstante, es el Zuiderzeemuseum, un museo en buena parte al aire libre y bastante conocido entre los holandeses que sí coloca a la ciudad en el mapa del turismo local.

El Zuiderzeemuseum es, de hecho, una visita encantadora y francamente recomendable: un antigua aldea holandesa con edificios que han sido trasladados hasta allí desde distintas partes del país y que nos muestran cómo era la vida en Holanda hace más o menos un siglo.

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Una parte del Zuiderzeemuseum | C.Jordá

Hay viviendas de todo tipo, pero muchas cosas más: tiendas, talleres, una escuela, una herrería… Se trata de una visita muy familiar, de las que suelen gustar tanto a niños como mayores y no es extraño ver a los pequeños con trajes típicos holandeses en una estampa que no puede tener más encanto.

Ya antes de la propia visita todo está pensado para ser muy especial: el visitante puede aparcar su coche en un parking al otro lado de la ciudad y coger el barco del museo, que nos lleva a nuestro destino después de habernos ofrecido preciosas panorámicas de los puertos y los veleros. Además, hay una exposición indoor en la que podemos ver, por ejemplo, una imponente colección de barcos de madera.

El Zuiderzeemuseum es una pequeña ciudad-museo que es el colofón perfecto para una ciudad como Enkhuizen que, precisamente, tiene la belleza y la tranquilidad de un museo.

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