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Luis Salom, la historia se repite

Ha vuelto a ocurrir y esta vez ha sido uno de los nuestros, aunque cualquier aficionado a las motos podría decir que todos son de los nuestros. Cuando todavía está presente el accidente y el fallecimiento de Marco Simoncelli en Sepang, la muerte de Luis Salom ha vuelto a enseñarnos la peor cara del motociclismo. Esa en la que los pilotos nunca piensan porque no se subirían a la moto, pero que siempre está ahí.

Muchos abrirán ahora el debate sobre la medidas de seguridad, sobre la implementación de protecciones, límites… pero en un deporte como este en el que piloto se enfrenta a la velocidad sólo, sin más protección que su cuerpo, siempre habrá noticias como estas que contar. Sólo una reflexión, de los tres accidentes mortales que hemos vivido en los últimos años del Mundial, primero el de Tomizawa, luego el de Simoncelli y ahora el de Salom dos de ellos han ocurrido en Moto2. Una categoría extremadamente dura por la competencia y la diferencia mínima, de décimas, entre los pilotos.

Pero hoy no es el día de abrir polémicas o de plantearse de qué forma se podría haber evitado. Hoy es el día de rendir homenaje a un piloto que a punto estuvo de ser campeón del Mundo de Moto3 y que tenía un futuro prometedor y mucha ilusión para seguir y labrarse un futuro en un deporte tan complejo y arriesgado con este. El Mexicano, como le llamaban sus conocidos y seguidores, era un chaval, un chaval de tan sólo 24 años, trabajador, temperamental y tremendamente religioso. Tras un año de travesía por el desierto en una categoría tan compleja como Moto2, que le obligó incluso a cambiar de equipo y patrocinadores, Salom parecía haberle tomado la medida a esta cilindrada, pero nunca se termina de tomar la medida a este deporte. A él su destino le esperaba en la curva 12 del circuito español de Montmeló. Según algunos testigos oculares, la moto se le cerró de delante y nada pudo hacer para frenarla hasta que impactó contra las protecciones del trazado. Al parecer el accidente fue lo suficientemente fuerte como para que no hubiera capacidad de maniobra médica posible.

Un piloto que nació ya piloto, de una familia de larga tradición en el mundo de las dos ruedas, consciente de los riesgos y la pasión que esconde este deporte. Salom ha vivido la pasión de ganar, de estar entre los favoritos, es la cara amable. El drama es que en sus últimos minutos de vida ha vivido también el lado más duro, más oscuro de este deporte. Descanse en paz.

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