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El Dakar hace aguas

La vida es siempre una cuestión de expectativas, dependiendo de dónde las coloquemos evaluaremos el resultado final de las cosas. Digo esto porque desde el principio, desde que se presentó el Dakar 2017, los organizadores se cansaron de decirnos y repetirnos que esta edición sería la más dura de los últimos diez años y que se recobraría el auténtico espíritu del Dakar africano. Las intenciones fueron las mejores, sin duda, y el trazado fue diseñado a conciencia, pero a nadie se le ocurrió mirar al cielo; y este se convirtió en el verdadero juez de la carrera. Las cifras son tozudas, casi la mitad de los tramos cronometrados tuvieron que ser suspendidos por causas meteorológicas y la carrera fue dura, sí, pero en lo extradeportivo. Equipos divididos por culpa de las lluvias y los desprendimientos, enlaces eternos entre montañas vomitando agua y arrasando pueblos y ni un solo segundo que sumar para la general. El resultado es que la prueba de este año, o mejor, el resultado de este año ha quedado totalmente desvirtuado y más que a una carrera hemos asistido a una clase magistral de cómo improvisar en medio del caos. ¿Responsables? Es difícil responder. Es cierto que las lluvias torrenciales caídas en el sur de Bolivia y norte de Argentina no son responsabilidad de la organización, pero no es menos cierto que ya el año pasado hubo problemas con el agua en esta zona así que deberían haberlo tenido en cuenta a la hora de diseñar determinados tramos y más si estos pretenden ser los más duros y decisivos de la carrera.

Al menos cabe esperar que lo ocurrido este año sirva para rediseñar el trazado, las inclemencias meteorológicas siempre son un aliciente pero sin que las mismas supongan un obstáculo para disputar los tramos. Seguro que éste, el Dakar 2017, ha sido uno de los dakares más duros para Marc Coma, responsable del itinerario, pese a que ha sufrido en sus carnes todo tipo de avatares durante su etapa de piloto.

En lo deportivo a los nuestros se le ha atragantado un poco este extraño Dakar. El primero en naufragar fue Carlos Sainz que salió ileso de una terrible salida de pista que le dejó fuera de carrera. Pese a que Nani Roma fue el mejor de los Toyotas y mantuvo una buena regularidad en todas las etapas no fue suficiente para llegar siquiera al podio y acercarse a Peterhansel y Loeb. En motos Farrés fue nuestro hombre, todo un mérito para un equipo pequeño y que dio una lección a un gigante, Honda que de no ser por el error de repostaje cometido al inicio, por su hombre Joan Barreda, se habrían proclamado campeones y con ventaja. Es imperdonable bordar las etapas, ser posiblemente el piloto más fuerte y perder la carrera por un error de equipo. Dice Barrera que hasta que no gané el Dakar no parará. Esperemos que sea así.

La cuenta atrás para una nueva edición de la carrera de motor más dura del mundo ya está en marcha y la principal duda no es el trazado sino si Carlos Sainz volverá a correr. Este Dakar ha dejado al madrileño sin ganas y con dudas sobre el equipo, Peugeot, ya que el piloto español volvió a casa con la sensación de que se podría haber hecho más por arreglar el coche; si hubiera sido así, y debido a la suspensión de los tramos posteriores, Sainz hubiera estado como poco en el podio. Así que podríamos concluir que otro Dakar será.

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