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Vuitton, el arte, y lo que no sirve para nada

La fiesta de Vuitton para Murakami fue divertida y creo que todo el mundo lo pasó bien. De hecho, nos pidieron que alargáramos la noche un poco, y eso es sinónimo de éxito. Para mí es la tercera vez que pincho en el hall del museo Guggenheim, y encontré muy entretenido poner música a la vez con Nacho. Mira que a mí no me suele gustar alternar las canciones con otro dj, pero esta vez descubrí el placer de mezclar con otra persona sin un orden establecido.. Ahora entiendo que Nacho siempre prefiera pinchar a la vez con otro dj. No te digo más que casi me resultó más divertido pinchar que el mini show con Fangoria, y es que resultó un poco extraño fraccionarlo en dos partes. ¿Y sabes qué fue lo mejor de la noche? ¡La primera fila frente al escenario! Hubo un momento en que estabas actuando con Nancys Rubias y pensé ¡vaya foto hay aquí! Delante de ti estaban nuestras superfavoritas Juana de Aizpuru, Beatriz de Orleáns, Carmen Lomana... soy un desastre, no me acostumbro a llevar la cámara encima, así que no pude captar ese momento. De hecho, soy tan desastre que no he conseguido volcar al ordenador otras fotografías tomadas esa noche, así que he tenido que recurrir a internet para dejarte un par de fotos. No sé si Fabián podrá capturarlas, así que igual ni aparecen aquí al lado, pero si están, la educación me obliga a acreditarlas. La nuestra del photocall apareció en la página web de YoDona y la de la actuación en una web que se llama angiestar.

Sé que a ti no te entusiasma Murakami tanto como a mí, aunque sé que disfrutaste de la exposición. Es lo que tiene el arte, por mucho que tengas montañas de libros con reproducciones de tu obra favorita, cuando la ves en vivo siempre es una experiencia sobrecogedora. Ni la impresión más cuidada de editoriales como Taschen o Lumber es capaz de captar los matices, las diferencias de espesor en la pintura, el brillo o la magnificencia del tamaño real. ¿Recuerdas la primera vez que vimos los Elvis plateados de Warhol? Nunca me ha dado el mal de Stendhal ante una obra de arte, nunca me he desmayado, pero sabes bien que me entran unas lloreras imparables, o como poco se me humedecen los ojos como a una figura de anime japonés tipo Candy Candy. El arte estaría en el número uno de mi lista de filias que no sirven para nada. Es uno de esos añadidos no fundamentales para respirar, digerir y sobrevivir sin los cuales no puedo vivir. Lo que nos hace únicos como especie, aunque ya sabes que defiendo que otras especies como los grandes simios tienen capacidades cognitivas que les llevan a captar el concepto artístico. Esto me recuerda que quiero comprar una obra del señor Jinx, el chimpancé más longevo del que se tiene noticia, aquella estrella de cine que interpretó a la mona Chita en las películas de Tarzán y que ha sobrevivido a Johnny Weissmuller. El caso es que el señor Jinx pinta unos cuadros muy interesantes. En nuestro último viaje a Londres compré su biografía (firmada, por cierto, con un gracioso garabato), tengo pendiente leerla...

En la última edición de Arco compramos dos obras, una de Dis Berlín en la galería de Guillermo de Osma y otra de un autor que no conocíamos pero que nos gustó, el nórdico XXXX. Si juntáramos el dinero que gastamos en arte podríamos vivir otra vida. Y es que no sólo se trata de arte para colgar en las paredes. Determinados vestidos son arte. Por no hablar de las ediciones de Vuitton con obra de Murakami, Robert Wilson, o Stephen Sprouse. Arte en movimiento. O las pequeñas joyas de memorabilia que atesoramos. Una de las mejores frases del disco está en la intervención de Nacho en la letra de Más es más : quiero flamencos rosas y otras cosas que no sirven para nada. Pues eso, quiero rodearme de elementos superfluos que alimentan el espíritu. Y me encanta haber encontrado un alma gemela para compartirlos.

Me daba un poco de pena cada vez que compramos algo en una subasta y me pongo a pensar que perteneció a una persona que se tomó la molestia de juntar una serie de objetos que luego se dispersan por ahí por culpa de unos herederos, o de una situación económica adversa. Me daba pena la subasta de las cosas que hay dentro del Neverland de Michael Jackson. Ya no me da pena. Ayer leí una entrevista con el novio/socio de Ives Saint Laurent. Le preguntaban por qué había decidido subastar las obras de arte que el modisto había guardado durante toda la vida, ya que no hay móvil económico. Dijo que ese era el deseo de Saint Laurent y citó a un coleccionista que había manifestado que quería que todas sus cosas se subastaran tras su muerte. No quería que acabaran entre las vitrinas del museo de una fundación. Deseaba que otras personas sintieran al adquirirlas el mismo placer que él había sentido al comprarlas, porque, decía, el fin de las obras es pasar de mano en mano proporcionando placer a sus distintos propietarios. Que siga la cadena...

Vamos a usar este espacio para comunicarnos, dejarnos recados, enseñarnos las fotos y noticias que descubrimos... para contarnos todas esas cosas que no nos da tiempo a comentar en el día a día. Esto es, en definitiva, un blog cerrado al que sólo tenemos acceso nosotros dos, una extensión de nuestra vida

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