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Una semana en Alaska

¡Hola amor! Ya veo que te has tomado muy en serio todos tus propósitos de enmienda. Para empezar llevas más de dos semanas yendo al gimnasio no solo para dar rienda suelta a tu pasión por el culturismo (ten cuidado, y no te pases) sino que también, por fin, me has hecho caso y te has apuntado a clases de pilates. Aunque soy consciente de que no son muy de tu agrado ya verás como en breve tus dolores de espalda y rodilla desaparecerán. Hacía ya mucho tiempo que las cuestiones gimnásticas las tenías más que abandonadas así que la puesta a punto la vas a notar muy pronto. A ello se une la dieta, terreno en el que también vas por buen camino, aunque intuyo que te relajarás en nuestra próxima visita a México. Y te prometo que no me voy a enfadar; a los cuarenta he llegado a entender que las adicciones son muy difíciles de controlar y mucho más aún por parte de terceros; así que vía libre, pero con moderación, please… Yo también me aplicaré el cuento.

He de reconocerte que me ha hecho mucha ilusión, aunque no te lo creas, tu firme decisión de volver a estudiar. Desde aquí te animo a que no decaigas en el intento, a que no te agobies (que a eso tiendes un poquito, amiga) y a que disfrutes, que definitivamente es por lo que lo haces. Volveremos a recuperar la costumbre de irte a buscar a tu clase a la salida de tus exámenes, algo que no hacemos desde el año 2000-2001 momento en el que te viste obligada a abandonar tu hobby predilecto. Así que adelante, a hincar lo codos y a sacar matrícula de honor (que de eso sabes mucho). Ojalá yo tuviera la misma fuerza de voluntad que tú y hubiera hecho lo mismo este año con mi carrera de Biblioteconomía, pero sé que no voy a llegar así que cuando lo vea claro, allí que me apuntaré… y es que mi volumen de trabajo de cara a los próximos meses es tanto y tan variado que aunque no lo creas resulta incompatible para poder meterme de lleno en el mundo de las asignaturas. Pero quien la sigue, la consigue, y ese refrán ya sabes que lleva mi nombre. Tiempo al tiempo. De momento sigo con toda mi vorágine laboral tan excéntrica, rara y divertida (por cierto, tengo nuevo trabajo, ya te contaré) como mi primer viaje a Alaska hace un par de semanas.

Claro que sé que te hubiera encantado venirte conmigo y por supuesto claro que me acordé mucho de ti ya que Alaska, este estado que lleva tu nombre, te hubiera maravillado. Es verdad que nos limitamos a estar en la ciudad de Anchorage (la capital), pero sólo con esto pude hacerme una idea de lo que es Alaska.

Nunca había visto paisajes tan impresionantes. Reconozco que me gustó, sorprendentemente más el sur que el norte; éste está muy poblado de bosques frondosos y árboles inmensos, sin embargo el sur combina a la perfección las montañas con una vegetación alucinante. Tuve la suerte de poder ver los árboles con sus tonalidades verdes pasando a amarillas y rojizas antes de "pelarse" al llegar el invierno más puro y duro, que está muy próximo. Es verdad que eché en falta algo de nieve (la lluvia fue la protagonista y no nevó en la semana que he estado), aunque tuve la recompensa al viajar en un barco destino no sé qué zona (soy malísimo para retener nombres) donde me topé con un glaciar en mis narices. Que no suelo ser nada místico en estas materias bien que lo sabes, que las cosas que a ti te suelen emocionar para mí pasan más que desapercibidas más aún, pero la visión del glaciar me dejo K.O; K.O de la emoción, jamás me había parado a contemplar de forma tan "profunda" un accidente geográfico (te lo digo en serio) y las lagrimitas no tardaron en aflorar. Es más, el color azulado junto a los continuos desplomes del hielo son lo más de lo más. Por allí me crucé con ballenas y focas. El trayecto en barco nos llevó más de cuatro horas (incluyendo comida y aperitivo junto a otros turistas) y el silencio combinado con el paisaje era una auténtica experiencia "religiosa".

También tuve tiempo de ir a pescar, practicar el tiro al aire libre (me encantó la adrenalina que genera disparar), pasear por la ciudad (un tanto desangelada, ya sabes lo típico de Norteamérica), comprar souvenirs, visitar réplicas de hogares de las distintas tribus de la zona, pilotar una barca, hacerme fotos y más acciones que no te puedo contar hasta que no se emitan en El Hormiguero. Te recuerdo que esta es mi nueva sección titulada "Mario en Alaska". Comí bastante y eché de menos mi cerveza Mahou 5 estrellas, pero lo pasé divinamente con mis compañeros de trabajo: Juan G, Curro y Charlie. Pero si hay algo que me llamó la atención en Alaska fue la hospitalidad, generosidad y simpatía de sus habitantes.

El plan del viaje se improvisó en muy poco tiempo y es por ello que íbamos un poco apurados en cuanto a permisos y demás cuestiones burocráticas, pero jamás hicieron falta ya que nos permitieron grabar en todos los lugares, es más, muchos de ellos estaban encantados de salir en la televisión; era muy gracioso ver cómo me preguntaban quién era yo; a qué me dedicaba; algo normal ya que, como bien puedes imaginarte, no quise pasar desapercibido con mis modelos (al fin y al cabo estoy rodando un programa de televisión y el atuendo es más que importante, bueno siempre es importante, pero en tele más). Para ello me enfundé en abrigos de piel, botas de pelo y mucho gorro junto a mallas térmicas y plumíferos de la marca The North Face que tan amablemente me han regalado para la ocasión. Y llegado este punto sí que quiero transmitirte mi malestar por las opiniones vertidas contra mi persona en algunas redes sociales por aparecer vestido de esta guisa así como posar delante de animales disecados. Ya está bien, de verdad. Respeto todo (porque mis padres se han encargado de darme una buena educación) pero por lo que no estoy dispuesto a pasar es por la intolerancia de determinadas personas extremistas que parece ser no saben, o no quieren, entender las costumbres y culturas de otros países así como los gustos particulares de cada vecino de a pie. Y es que en Alaska lo normal (simple y llanamente) por una cuestión climática todo el mundo se refugia del frío con pieles de animales; existe a su vez la tradición de la caza para subsistir y también se tiene la costumbre de disecar animales para la decoración de sus locales o casa. ¿Quién soy yo para cuestionar a esas personas? En todo momento podré decir si me gusta o no, si estoy de acuerdo o no, pero jamás me atrevería a descalificar y a difamar a estas personas calificándolas de asesinos. ¿Somos unos asesinos en serie porque nuestras almohadas son de plumas? Seamos serios, por favor. La tolerancia es lo que se ha de imponer. De sobra es conocido que tú y yo diferimos bastante en este tema, pero JAMÁS se nos ha ocurrido descalificarnos mutuamente por mantener posturas opuestas; así que desde aquí pido que la gente sea un poco más educada y no tan "sincera" en sus manifestaciones; aunque como muy bien sabes todos "estos ataques de prepotencia injustificada" se me olvidan ipso facto.

En fin, que cada cual obre según crea pero sin faltar a los demás. Es una cuestión de educación, así de claro. A ti jamás se te ocurrió llamar públicamente asesinos a los toreros; es más, cuando has coincidido con alguno de ellos en cenas o actos sociales ambas partes se han respetado sin ahondar en el tema y punto. Claro que manifiestas desde hace mucho tiempo tu opinión al respecto, pero siempre de forma pacífica y sin insultar. Que aprendan de ti.

El desconocimiento que tenemos de las personas (simplemente porque no las conocemos personalmente) hace que tengamos una visión e idea que muchas veces es la equivocada. No hace falta que te ponga en ejemplo de nuestra amiga Elena Benarroch (la mejor peletera de este país), que en unos años se ha convertido en íntima. La generosidad, educación y entusiasmo que siempre nos demuestra no es cuestionada, por tu parte, por ejercer esta profesión. Tanto tú como ella habéis hecho un claro ejemplo de respeto mutuo a pesar de que no coincidáis en el uso de las pieles de animales, pero eso no quiere decir que tú pienses mal de ella y viceversa y que cuando vamos a su casa o ella viene a la nuestra las conversaciones entre ambas sean más que enriquecedoras para las dos; así que tema zanjado. Y el que quiera insultar que insulte a los suyos, a mí, desde luego no. Ya está bien de tanta pazguata, como me dijo Nacho Canut el otro día….

No quiero ponerme intenso ni serio al terminar este recorrido por Alaska (te ilustro con muchas fotos) porque lo he pasado en grande y he tenido un nuevo descubrimiento: Chris Anderson, nuestro guía de 68 años, nativo de allá, pero con años vividos en España y con mujer de Elche (Rosa) que hizo que el viaje fuera inolvidable. Me encanta la gente sin prejuicios y respetuosa que al fin y al cabo solo lo consiguen los verdaderamente cultos con la consiguiente amplitud de miras. Y así lo demostró este señor.

Te quiero.

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Vamos a usar este espacio para comunicarnos, dejarnos recados, enseñarnos las fotos y noticias que descubrimos... para contarnos todas esas cosas que no nos da tiempo a comentar en el día a día. Esto es, en definitiva, un blog cerrado al que sólo tenemos acceso nosotros dos, una extensión de nuestra vida

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