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La teoría de la venganza

¡Menuda faena! Eso de invitarme a desarrollar públicamente una teoría privada y muy poco elaborada no está ni medio bonito. Como sabes que si nada me obliga a sentarme a escribir siempre encuentro algo más urgente que capte mi atención, me pones entre la espada y la pared. Supongo que no está mal intentar desarrollar esta especie de teoría de la conspiración, aunque ahora mismo no es lo que más me apetece. Pero mira, soy así de obediente.

Antes de intentar centrar mis neuronas, deja que te conteste a una cuestión entre divina y humana que me planteabas como quien no quiere la cosa. ¡Que te digo yo que sí, que en lo concerniente a mis gustos libidinosos tengo la manga muy ancha, japonesa, de kimono de seda! ¿Cómo voy a decidirme por un prototipo? Mira, yo no sé si es cosa de la edad, pero a todo le encuentro su punto. Lo que sí es cierto, es que esto no es más que una especulación teórica, ya que no tengo la más mínima intención de llegar a la práctica. Con tus huesitos (con algo de musculito encima), me basta y sobra. Pero eso no quiere decir que no me guste alegrarme la vista con este mundo lleno de gorditos, flaquitos, peludos, depilados, musculosos, jovenzuelos y maduritos de buen ver. Aquí te dejo unas cuantas fotos de mis chicas favoritas, que también las hay. Lo que pasa es que no encuentro una ideal. Tendría que jugar a la Doctora Frankenstein (o mejor, Doctora Frankfurter, como en el Rocky Horror Show) y crear a la mujer perfecta, con los pómulos y la nariz de Ursula Andress o Raquel Welch, los brazos de Madonna, la cintura de la campeona de culturismo Davana Medina, el pectoral neumático de Pamela Anderson, la esencia de Ava Gardner o Nati Abascal (y su estructura ósea, ya de paso).

Bueno, la Teoría de la Venganza es algo que yo suelo usar cada vez que siento que hay pequeños triunfos que son sutiles venganzas reparadoras. No es algo que lleve al terreno personal (que podría) sino un análisis pseudo-antropológico. Pero claro, se basa en mis puntos de vista, en mis gustos y percepciones, por lo tanto jamás será una teoría de aplicación científica fuera de nuestro mundo de filias y fobias compartidas.

La primera vez que percibí esta sensación fue cuando las niñas se volvieron locas con Madonna, con Alaska. De repente un montón de madres progres y feministas tenían que claudicar ante una imagen y una actitud que no encajaba exactamente con lo que ellas consideraban correcto. Maquillaje de trotona, ropa interior usada como prenda principal, un revulsivo difícil de entender para las contestatarias de mayo del 68. Pero mira, en general se lo tomaron bien. Coincidió también con otro pequeño momento de venganza, digamos de estilismo, y eso quizá ayudó. En los ochenta muchos de los viejos militantes de la pana renovaron su armario bajo la tutela de la Moda de España. Peluqueros, joyas y prendas de diseñador entraron en su vida para no salir nunca más. Y no lo digo como crítica, al contrario. Esta teoría de la venganza nace de cómo veo que el mundo se adapta a mis gustos y no al contrario, así que no puedo estar más a favor.

En los noventa las señoras se lanzaron a los brazos de los cirujanos plásticos, creando, como muy bien dices, esa especie de híbrido entre madura y travesti que tanto nos gusta. Claro, lo llamamos la venganza de las travestis. Han conseguido, en su afán por alcanzar unos estereotipos femeninos que sólo están en sus cabezas, darle la vuelta a la historia y ahora somos nosotras las que nos pasamos de pómulos, de labios, de pecho, de maquillaje. Y no lo digo como crítica, al contrario. Bibiana Fernández, siempre la más sensata, la más cabal, la más guapa, opina que esta primera generación de megaoperadas de edades diversas hemos creado una nueva raza, y claro todavía no tenemos el asunto del todo perfeccionado. El galgo, el chihuahua y el bulldog no surgieron de la noche a la mañana.

Los noventa también fueron años difíciles en cuanto a estilismo, por culpa del grunge mal entendido, así que recibimos con los brazos abiertos la reconversión indie que pasa por Chanel y una liviandad de prejuicios mucho más sana. Me temo que esto demuestra que la adaptación es cíclica, que se salta una generación, pero que de momento se cumple de forma inexorable. Y no lo digo como crítica, al contrario.

Cuando nuestra casa salió fotografiada en el Hola! no pude evitar sentir que de nuevo se reparaba una injusticia latente, porque así la obra de Costus que se generó inspirada por la galería de celebridades retratada en las páginas de la revista, quedaba divulgada para la posteridad por la misma publicación que la inspiró. Me vienen a la memoria los cuadros que nacieron bajo el tema conceptual bautizado por Costus como El paso trascendental del Diez Minutos al Hola!.

¡Hay tantas pequeñas venganzas! Entre ellas el principio warholiano de los quince minutos de fama, que se ha cumplido como una profecía sagrada. Pero mira, esto me hace reflexionar sobre el lado oscuro de La Teoría de la Venganza, que lo tiene, como toda buena parábola maniquea. Y enlaza con el principio compartido por Santa Teresa y Truman Capote (¿no es esta conjunción de pensamientos tan dispares una venganza ya en sí misma?). La máxima reza que debemos tener cuidado con las cosas que deseamos, porque es posible que se cumplan. Yo estaba encantada con este mundo donde la prensa del corazón se imponía, donde los mal llamados frikis (odiamos el adjetivo-sustantivo) reinaban, donde el cuerpo se transforma hasta límites inimaginables hace una década, donde parecía que la frivolidad estaba bien entendida, donde las televisiones privadas iban a traernos una programación diversa, plural, diferente. ¡Cuidado! Me temo que el asunto se nos ha ido de las manos. La venganza nunca es dulce.

Te recuerdo que nuestro pánico a que la Teoría de la Venganza se cebe con nosotros es uno de los argumentos que enfría nuestro entusiasmo cada vez que hablamos de tener hijos. Para mí fue divertido ver como las madres del Woman¹s Lib que quemaron sujetadores para liberar sus cuerpos tenían que comprar lencería de encaje para que sus niñas preadolescentes jugaran a ser Madonna. Pero, ¿nos hará la misma gracia vernos en una situación parecida? Tenemos todas las papeletas para que nos salga un niño homófobo, hooligan y haragán (hala, todo con H, por homenajear a Jardiel Poncela). También nos puede salir una niña buen-rollista que se vaya con su mochila a descubrir otras culturas que a ella le parecerán más enrolladas que la occidental Y en el fondo, ¿no crees que los querríamos igual? ¿Qué hacemos? A pesar de la cirugía estética el reloj biológico no se para, y a mí no me queda mucho tiempo...

Vamos a usar este espacio para comunicarnos, dejarnos recados, enseñarnos las fotos y noticias que descubrimos... para contarnos todas esas cosas que no nos da tiempo a comentar en el día a día. Esto es, en definitiva, un blog cerrado al que sólo tenemos acceso nosotros dos, una extensión de nuestra vida

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